Esta no es una pregunta académica. Muchas organizaciones políticas palestinas y árabes protestaron recientemente al enterarse de que el programa sobre derechos humanos que se estaba preparando para ser usado en las escuelas para refugiados palestinos de Gaza dirigidas por la UNRWA (United Nations Aid Agency for Palestinian Refugees) podrían incluir referencias históricas al Holocausto. Su reacción hace más urgente responder a esta pregunta fundamental: ¿Deberían los palestinos (y otros árabes) aprender sobre el Holocausto? ¿Debería incluirse esa tragedia histórica en los programas de estudio árabes?
Nosotros — un sociólogo palestino musulmán y un historiador norteamericano judío — creemos que la respuesta es “sí”. Sin duda, hay muchas razones por las cuales es importante, incluso fundamental, que los árabes estudien el Holocausto. Y mucho de esto no tiene absolutamente nada que ver con los judíos.
Una de las tristes realidades de muchas sociedades árabes modernas es que a los estudiantes árabes les han ocultado la historia, la suya propia y la del mundo. Durante décadas, millones de árabes han vivido en regímenes manejados por autócratas resentidos con el legado del líder al que habían reemplazado y temerosos del líder que los sucedería. Aunque los árabes veneran el estudio, la escritura y la enseñanza de la historia, y han producido muchos historiadores famosos, a menudo, sus gobernantes tendieron a considerar la historia como una amenaza. El resultado es que muchos historiadores de los países árabes se parecen más bien a los cronistas de las cortes de antiguas dinastías, y se han suprimido capítulos enteros de historia de los programas que algunos gobiernos árabes enseñan a sus estudiantes.
Esto es particularmente cierto con respecto al tema del Holocausto. La atrocidad más terrible que ha sufrido nuestro mundo fue la voluntad de la Alemania nazi y sus aliados de exterminar al pueblo judío. Tan metódica, tan sanguinaria y tan exhaustiva fue esa acción nazi que se acuñó una nueva palabra para describirla: “genocidio”. Todos los genocidios anteriores y posteriores se juzgan con la vara del Holocausto. Para poder prevenir los genocidios en el futuro — una ardua tarea, si se considera lo que ha sucedido en las últimas décadas — es fundamental entender qué es lo que permite que se produzca. No tiene sentido analizar los genocidios si no se analiza el Holocausto.
Sin embargo, los palestinos, y los árabes en general, saben poco sobre el Holocausto, y lo poco que saben suele estar deformado por el prisma envilecido de la cultura popular árabe, desde los desvaríos de los extremistas religiosos hasta las distorsiones de algunos canales de la televisión satelital y de muchos autores mal informados. Lo que les ocurrió a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial no se enseña en las escuelas y las universidades árabes, ni como parte de la historia mundial, ni como una lección para estar alertas contra el genocidio, ni como una atrocidad que no debe repetirse. Los árabes no tienen que tener miedo de abrir sus ojos a ese capítulo de la historia humana. El Corán dice: “Señor, hazme avanzar en el conocimiento”. Si los árabes supieran más sobre el Holocausto en particular y sobre el genocidio en general, quizá se alzarían más voces árabes contundentes para detener esa clase de atrocidades.
Los palestinos tienen motivos más específicos para estudiar el Holocausto. No insistimos en la educación sobre el Holocausto sólo para que los palestinos puedan ser más receptivos en cuanto a la herencia del sufrimiento judío y su impacto en la mentalidad del pueblo judío. Sin duda, es importante tanto para los palestinos como para los israelíes dar valor a los legados históricos que han moldeado sus respectivos puntos de vista estratégicos y sus identidades nacionales, pero si se les enseña sobre el Holocausto a los palestinos sólo por esta razón, se corre el riesgo de insistir en la ecuación simplista de que “los judíos tienen el Holocausto y los palestinos tienen la Nakba”. Nosotros exhortamos a los palestinos a estudiar el Holocausto para que puedan armarse del conocimiento que permite rechazar esta comparación, porque si se la pudiera evitar, lograr la paz sería más sencillo de lo que es hoy.
Con todo el dolor que sufren los palestinos, su lucha con Israel sigue siendo, en su esencia, un conflicto político, que puede terminar por medio de la diplomacia y los acuerdos. En la actualidad, la diplomacia se encuentra estancada, pero por la naturaleza de la política, mañana esa realidad puede cambiar. En cambio, el Holocausto no fue un conflicto político: la sola idea de un “proceso de paz nazi-judío” es absurda. Enseñarles sobre el Holocausto a los palestinos es una manera de asegurarse de que no caerán en el callejón sin salida de creer que su proceso de paz con Israel es tan imposible como hubiera sido uno entre nazis y judíos. Estudiar el Holocausto reforzaría la idea de que es posible alcanzar la paz.
Hace dos años, millones de musulmanes árabes escucharon con atención al presidente Barack Obama cuando habló en El Cairo: recitó con respeto algunas frases del Corán y proclamó el apoyo de Estados Unidos a una solución de dos Estados para lograr una paz duradera entre israelíes y palestinos. Sin embargo, pocos recuerdan que también condenó la negación del Holocausto. Ahora que las masas árabes están aplicando las lecciones universales de la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley para protestar contra sus gobiernos autoritarios, es hora de que también recuperen las enseñanzas de la historia. Esto incluye enseñarles a sus hijos las lecciones universales del Holocausto.