Oración por los judíos: reflexiones sobre la actual controversia

La controversia sobre la cuestión de la plegaria por el pueblo judío en la liturgia católica, se ha iniciado en la época del papa Juan XXIII. Antes del Concilio Vaticano II, Juan XXIII suprimió la palabra “pérfidos” de la oración del Viernes Santo.

Oración por los judíos:

reflexiones sobre la actual controversia

John Pawlikowski

La controversia sobre la cuestión de la plegaria por el pueblo judío en la liturgia católica, se ha iniciado en la época del papa Juan XXIII. Antes del Concilio Vaticano II, Juan XXIII suprimió la palabra “pérfidos” de la oración del Viernes Santo. En 1965, el papa Paulo VI, justo antes de que se emitiera la Declaración sobre la Iglesia y el Pueblo Judío del Vaticano II, eliminó el lenguaje negativo sobre los judíos (por ejemplo, la referencia a su “ceguera”) de la liturgia del Viernes Santo, pero dejó intacto el tono básicamente conversionista de la plegaria.

El Misal de 1970, la respuesta definitiva a los cambios litúrgicos ordenados por el Concilio Vaticano II, revisó la plegaria de 1965, reconociendo en una forma positiva la fidelidad del pueblo judío a Dios, y dejando abierta lo que podría ser la solución escatológica del aparente conflicto entre conceptos de la acción salvífica universal de Cristo y el compromiso judío permanente con la Alianza. Esa plegaria responde con toda claridad al espíritu de Nostra Aetate, que rechazaba absolutamente las perspectivas teológicas cristianas sobre los judíos que estuvieron vigentes durante casi dos milenios, sin ofrecer un reemplazo definitivo. Esa tarea se dejó para las siguientes generaciones de teólogos y expertos bíblicos: algo que se está llevando a cabo, de hecho, desde el final de Concilio. La Consulta “Cristo y el Pueblo Judío”, patrocinada en forma conjunta por el Boston College, la Pontificia Universidad Gregoriana, la Catholic Theological Union y la Universidad Católica de Lovaina, con el estímulo del Cardenal Kasper, y el proyecto de estudio sobre Pablo y el judaísmo de la Universidad Católica de Lovaina, son solo dos de esas experiencias.

En un diálogo oficial internacional entre el Vaticano y los judíos, realizado en Venecia en 1978, el profesor Tomaso Federici, un erudito laico muy respetado en círculos vaticanos, sostuvo que, a la luz de Nostra Aetate, el catolicismo debía renunciar formalmente a hacer proselitismo entre los judíos. La versión oficial de ese documento, que finalmente se publicó varios años más tarde, fue modificada, y solo rechazaba el proselitismo “indebido”.

Hace algunos años, el cardenal Walter Kasper afirmó en sus escritos que no había necesidad de hacer proselitismo entre los judíos porque ellos tienen una revelación auténtica, y según la perspectiva del Vaticano II, permanecen en la Alianza. Pero añadió que el catolicismo debe conservar el concepto de la tarea salvífica universal de Cristo. Lamentablemente, nunca explicó cómo se podían integrar auténticamente esas dos afirmaciones teológicas.

La controvertida declaración “Reflexiones sobre Alianza y Misión”, publicada como un documento de estudio del diálogo permanente entre la Secretaría de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos de la Conferencia Episcopal Norteamericana y el Consejo Nacional de Sinagogas de los Estados Unidos, muy elogiada por el cardenal Edward Idris Cassidy, predecesor del cardenal Kasper, y la declaración del Grupo de Académicos Cristianos para las Relaciones Cristiano-Judías “Una obligación sagrada”, hicieron un llamamiento para eliminar toda misión para convertir a los judíos. El cardenal Avery Dulles escribió una severa crítica a la primera.

La discusión sobre la Oración por los Judíos, en el contexto del Motu Proprio del papa Benedicto para la liturgia en latín, se inició hacia mediados de 2007, cuando empezó a circular la noticia de que se publicaría ese documento. Diversos grupos comprometidos desde mucho tiempo atrás en los esfuerzos para el entendimiento entre cristianos y judíos después del Vaticano II, como la Comisión de Católicos y Judíos de Alemania, el Consejo Internacional de Cristianos y Judíos, la Comisión Coordinadora para las Relaciones Cristiano-Judías, y el Consejo Norteamericano de Centros de Relaciones Cristiano-Judías, entre otros, enviaron mensajes al Vaticano para solicitar que la versión latina de la oración de 1970 fuera insertada en el Misal de 1962 para el Viernes Santo. Importantes autoridades de la Iglesia, como el cardenal Karl Lehmann, de Alemania, así como la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, analizaron esto junto con varios grupos judíos, incluyendo al interlocutor judío oficial del Vaticano para el diálogo, el Comité Internacional Judío para Consultas Interreligiosas (IJCIC) y los grandes rabinos de Israel. La preocupación con respecto a esta plegaria fue totalmente compartida por cristianos y judíos: no se trató de una protesta unilateral judía, como a menudo lo presentó la prensa popular.

A fines de agosto de 2007, el Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Bertone, admitió estas inquietudes en público, y sugirió que la mejor solución podía ser que la oración de 1970 fuera el texto común de ambos misales. Pero de pronto, esa propuesta quedó fuera de la mesa de discusión, y se anunció que el papa redactaría una nueva plegaria.

La nueva plegaria del papa suscitó una gran controversia. Llegaron protestas desde muchos países, y la Asociación Rabínica Italiana decidió suspender el diálogo católico-judío. Aunque la plegaria papal elimina el lenguaje más ofensivo del Misal de 1962, sigue teniendo una perspectiva claramente conversionista.

En la reflexión sobre esta controversia, hay que señalar varios puntos.

  1. El diálogo es sobre todo un encuentro entre personas, no meramente un ejercicio teológico académico. Siguiendo el espíritu de las propias Orientaciones del Vaticano para las relaciones católico-judías de 1974, es vital para los católicos llegar a entender por qué el tema de la “conversión” toca un nervio tan sensible en la comunidad judía, a la luz de la larga historia del antisemitismo cristiano y del Holocausto. Los judíos también tendrán que entender que la “misión” se encuentra en el núcleo de la identidad cristiana, y por lo tanto, no puede ser fácilmente reinterpretada. En última instancia, el auténtico diálogo implica un aprendizaje mutuo. Esta nueva plegaria no lo toma en cuenta.

  2. Los judíos necesitan tener la certeza de que el uso de esta plegaria papal no dará origen a un nuevo programa concreto tendiente a realizar una misión entre los judíos. Hace pocos días, el cardenal Kasper y otros han tratado de ubicar esta plegaria en un contexto absolutamente escatológico. El cardenal Kasper encuadró esta perspectiva en una interpretación escatológica de Romanos 11, el texto en el que se basa la nueva plegaria papal. Que esta interpretación se imponga o no, queda como una cuestión abierta. En este momento, hay pocas probabilidades de que se cambie la plegaria. Pero se la podría dejar estrictamente como una plegaria desprovista de todo programa misionero práctico.

  3. Una plegaria de Viernes Santo, considerando sobre todo lo que este día implica para los judíos en términos de sufrimiento, no debe convertirse en una oportunidad para proclamar una nueva teología definitiva sobre la Iglesia y el pueblo judío. La nueva plegaria papal podía haber sido escrita antes del Concilio Vaticano II. La plegaria de 1970 es superior porque afirma la fidelidad judía sin plantear la cuestión del impacto que esto tiene en los conceptos cristianos de la salvación. Esta es una tarea para los teólogos, no para los fieles que rezan en el Viernes Santo. La teología que subyace detrás de esta plegaria no tan nueva, no toma en cuenta lo que Gregory Baum, uno de los redactores de Nostra Aetate, denominó la radical transformación que significó este documento en la enseñanza católica habitual sobre la cuestión judía, que es, a su juicio, el viraje más drástico producido por el Concilio Vaticano II.

  4. En este momento crítico, debemos renovar nuestro compromiso con el encuentro cristiano-judío. El silencio no nos llevará a ninguna parte. Varios grupos cristianos y judíos, incluyendo a la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, se han manifestado a favor de seguir adelante con este compromiso, a pesar del dolor que causó la plegaria papal. Hay dos oportunidades para hacerlo en el corto plazo. El Sínodo de Obispos que se realizará en octubre en Roma, se centrará en la Biblia, y ha incluido en su agenda preliminar el tema de las relaciones judeo-cristianas. Además, la celebración del jubileo de san Pablo ofrece la posibilidad de llamar la atención popular sobre Pablo como una persona que tenía una idea muy positiva sobre el judaísmo, y no como un mero oponente a “la ley”. Estas dos oportunidades deben considerarse seriamente como una manera de contrarrestar el impacto negativo de la nueva plegaria. La situación referente a la oración por los judíos del misal de 1962 fue mal manejada desde el principio hasta el final. Pero la controversia aún puede abrir la posibilidad de un nuevo aprendizaje y un compromiso renovado con la reconciliación entre católicos y judíos.

Editorial remarks

Traducción del inglés: Silvia Kot