Iglesia Evangélica Luterana de los Estados Unidos
Temas de debate para las relaciones cristiano-judías
No. 2 Alianzas: antigua y nueva
Al tiempo que vivimos la nueva alianza otorgada por Dios en Jesucristo, también afirmamos la fidelidad continua de Dios a la alianza con el pueblo judío. |
Porque así como los cielos nuevos y la tierra nueva que yo haré
permanecen en mi presencia - oráculo de YHWH -
así permanecerán vuestra descendencia
y vuestro nombre.
Isaías 66,22
Los luteranos pensamos generalmente nuestra relación con Dios en términos de fe, perdón y salvación, pero sabemos también que esa es una relación de alianza. Ciertamente, los testimonios apostólicos sobre Jesucristo nos llegan a través de las escrituras conocidas como “Nuevo Testamento” o “Nueva Alianza”. Del mismo modo, Jesús llega a nosotros en la Cena del Señor con las palabras de promesa: “Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre”. Garantizada por la fidelidad de Dios, una alianza trae una promesa que ayuda a definir la vida del pueblo de Dios. En esto va mucho más lejos que un mero contrato legal.
Desde el antiguo Israel hasta nuestros días, los judíos también han vivido en alianza con Dios. Esto se ve no sólo en la circuncisión de Abraham y su descendencia, sino también, por ejemplo, en el reinado de David, en el don de la Torah en el Sinaí, y en la aparición del arco iris en el cielo. Los profetas de Israel son quienes proclamaron la fiel intención de Dios de establecer una nueva alianza con su pueblo, una alianza viva “inscripta en sus corazones” (Jeremías 31, 33), e incluso encarnada en un “corazón nuevo” (Ezequiel 36, 26). Esta alianza no sustituiría las ideas de la alianza existente, sino que, en continuación con ella, renovaría y ampliaría la esperanza de Israel y su confianza en el amante compromiso de Dios.
Al encontrar a Jesús, algunos judíos del primer siglo vieron en él el poder y la presencia de Dios que renovaba al mundo e incluía a los gentiles en el pueblo de Dios. Ellos proclamaron que había comenzado la prometida nueva alianza. Ese fue el testimonio de Pablo: que esa nueva alianza reunía ahora a gentiles y judíos en un solo pueblo, de modo que en y a través de Jesucristo, los gentiles también podían convertirse ahora en “descendencia de Abraham” (Gálatas 3, 29).
De modo que nosotros vivimos ahora en la nueva alianza establecida por Dios en Jesucristo, unidos en continuidad a aquellos que ya eran el pueblo de Dios a partir de la alianza del Sinaí, y nos regocijamos con ellos en el hecho de que la alianza de Dios, antigua y nueva, es un don “irrevocable” (Romanos 9, 4; 11, 29).
Y pregunto yo:
¿Es que ha rechazado Dios a su pueblo?
¡De ningún modo!
Romanos 11, 1
Preguntas para la discusión
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