La tormenta perfecta

Estamos viviendo la tormenta perfecta de la violencia entre judíos y musulmanes en Israel/Palestina. Se trata de la convergencia de algunos factores religiosos, que cuando se combinan con el particular callejón sin salida político que allí existe, hacen que muchos religiosos musulmanes y judíos consideren que el conflicto es religioso, existencial y con riesgo para la vida. Esto provoca una alta tolerancia para la brutalidad en nombre de la religión, que intensifica entonces la percepción de una inminente destrucción, que a su vez, provoca cada vez más brutalidad.

Las religiones funcionan como organismos complejos. Las células de sus cuerpos son los creyentes, unidos a través de las arterias de las comunidades y tendones de rituales compartidos. Sus músculos son movimientos de una causa común, su cerebro, una compleja mezcla neuronal de teologías y contra-teologías, y su corazón,  el centro de la concepción moral. Como todos los organismos, las religiones buscan la homeostasis. Libradas a sí mismas, tratan de establecer relaciones positivas con sus ambientes: buscan un estado de paz.    

Las religiones contienen en su interior diferentes vectores de ideas y acciones religiosas. Cuando no se las molesta, los vectores dominantes se esfuerzan por encontrar un sentido y un equilibrio con la naturaleza respondiendo a las necesidades físicas del cuerpo y las necesidades espirituales del alma. Con estas necesidades cubiertas, los creyentes se ocupan del ambiente en el que viven. Ponen en práctica el imperativo religioso alimentando a los hambrientos y sirviendo a los necesitados tanto dentro como fuera de la comunidad de creyentes. Esto irradia a su vez la esperanza de que la humanidad y la naturaleza puedan vivir juntas en armonía. Dicho de otro modo: las religiones ansían y están preparadas para realizar un gran esfuerzo espiritual, físico y material con el objeto de llevar una verdadera paz a toda la humanidad.

Pero las religiones también pueden sentirse amenazadas. Cuando piensan que existe una amenaza seria, reaccionan promoviendo otra clase de vectores, que también expresan ideas y acciones religiosas auténticas. Esos vectores respaldan acciones defensivas, como atacar a los que son percibidos como enemigos a través de invectivas y ataques verbales. Cuando se considera que la amenaza entraña un riesgo para la vida, las religiones pueden usar todos sus recursos contra ella. La historia ha mostrado hasta qué punto las comunidades religiosas que se sienten amenazadas pueden actuar con una inconcebible brutalidad.

Pero los sentimientos no siempre sirven para evaluar en forma adecuada la realidad. A veces un organismo evalúa erróneamente una amenaza y entonces se pone en peligro a sí mismo reaccionando de un modo irreflexivo. De hecho, a veces un organismo puede equivocarse y agravar la situación convirtiendo un peligro que es real pero no letal, en una fatal trampa mortal.

Esto es lo que ha pasado en las últimas semanas en Israel/Palestina. El conflicto fundamental gira en torno a expresiones antagónicas de nacionalismo, ninguna de las cuales acepta la legitimidad de la otra. El nacionalismo existe en el mundo de la política, en el que todo puede negociarse. Pero este conflicto se convirtió a través de los años en un conflicto que se define cada vez más como religioso, existencial y absoluto. Este desafortunado proceso se infiltró en el discurso político de ambos lados, incluso entre quienes no son religiosos. Prácticamente no deja lugar para la negociación.

Por su propia supervivencia, ambas partes deben reconsiderar de qué manera definen sus reclamos. Clasificar el conflicto como existencial, lo convierte en absoluto, provocando y amenazando con una horrible destrucción. Reevaluar el significado del conflicto puede llevarlo hacia algo que se puede resolver.

Los líderes políticos, sociales, culturales y contraculturales de ambos lados deben reconsiderar las narrativas que han creado. Deben hacer volver a sus comunidades a un discurso menos amenazante. Esto requiere reformular los vectores tradicionales del pensamiento religioso común al judaísmo y al Islam que buscan una homeostasis y valoran las relaciones dinámicas con el Otro. Este movimiento puede revitalizar la discusión para hacer posible una solución positiva del problema.

En algún momento, la confluencia de acontecimientos en esta tormenta perfecta terminará. Entonces les corresponderá a quienes están en el terreno llevar a cabo las reparaciones necesarias para salir adelante. Esto requerirá abandonar  algunos conceptos absolutos dogmáticos y aceptar la realidad de que la vida exige negociar.

Editorial remarks

* Reuven Firestone es profesor de Judaísmo e Islam en el Hebrew Union College de Los Angeles, y colaborador principal del Center for Religion and Civic Culture de la USC.

Traducción del inglés: Silvia Kot.