La teología cristiana “después de Auschwitz”, según J. B. Metz

El teólogo católico alemán Johan Baptist Metz, profesor emérito de teología fundamental de la Universidad Wilhelms de Münster, falleció el 2 de diciembre de 2019. En su teología política, particularmente atenta a la memoria de las víctimas de la historia, sostuvo que la identidad cristiana “después de Auschwitz” debe reencontrarse con sus raíces judías. Pierre-Yves Materne presenta aquí una síntesis de su pensamiento sobre la teología cristiana después de Auschwitz.[1]

“¿Nuestra teología puede ser la misma antes y después de Auschwitz?”:{2} Johan Baptist Metz se interroga sobre el futuro de la teología después de esa tragedia de la historia contemporánea. Para él, Auschwitz descalifica a todo sistema teológico que ignore los temas concretos de la historia como varios de los que han ocurrido en el pasado. Según Metz, siempre se corre el riesgo de transformar un desastre como el Holocausto en un “simple hecho” de la historia como si eso no afectara a toda la comprensión de la historia. Pero es importante tomar muy en serio la conmoción producida por el genocidio judío en el plano del pensamiento humano, incluyendo al que tiene a Dios como objeto de estudio.

Auschwitz es el “símbolo del horror” del genocidio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que vuelve incomprensible esta catástrofe no es solamente la magnitud del mal, ni el silencio de Dios. Lo más perturbador, considera Metz, es el silencio del hombre, es decir, el silencio de todos los que veían y sin embargo dejaron abandonado al pueblo judío a su triste destino. Al decir esto, el teólogo alemán no busca reactivar la culpa colectiva sino que lanza un alegato en favor de una “comprensión moral de la tradición” (moralische Auffassung von Tradition).{3} Esto significa no evadirse de los desastres de la historia y afirmar al mismo tiempo la existencia de una autoridad que nunca se puede rechazar o desdeñar: la “autoridad de los que sufren”. {4}

 En este contexto intelectual se inscribe el diálogo entre cristianos y judíos, porque esta clase de diálogo no puede soslayar el genocidio. Metz considera, en efecto, que la actitud cristiana frente a Auschwitz es determinante para la relación de los cristianos con el judaísmo. La cuestión es eminentemente espiritual. Algunos piensan, siguiendo a Theodor Adorno, que ya no es posible decir poemas: “Después de Auschwitz, ya no hay poesía”.{5} En ese mismo espíritu, podríamos preguntar si aún es posible rezar después de ese drama. A esta pregunta, Metz responde de manera positiva: “Se puede rezar después de Auschwitz porque se rezó en Auschwitz”.{6} La plegaria no murió en Auschwitz ya que, incluso en el corazón de ese infierno, algunas personas encontraban todavía fuerzas para decirle algo a Dios que tardaba en llegar.

No se puede desarrollar el diálogo con el pueblo judío sin tomar en cuenta a las víctimas del Holocausto. El objetivo de enfrentar el tema del Holocausto no es tratar de comprenderlo, algo que Metz considera imposible. Para este último, los cristianos no pueden interpretar el sufrimiento de los judíos como un momento de la historia de la salvación, porque eso equivaldría a mistificar el sufrimiento. En Auschwitz, afirma Metz, solo encontramos el enigma de una falta de sensibilidad (apatía) hacia los demás y no se debe buscar allí rastros de Dios.

Metz considera que todo intento de justificar a Dios frente a ese mal es como una blasfemia. Sería inaceptable integrar una catástrofe como el Holocausto en la historia de la salvación. Eso equivaldría a convertir a esta en una metafísica triunfante que no aprende nada de las catástrofes. La historia nos enseña que la persecución de los primeros siglos operó en perjuicio de los judíos como de los cristianos (ambos eran condenados como ateos por rechazar el culto imperial). En el futuro, añade Metz, toda nueva persecución será sin duda una persecución contra ambos, como fue al comienzo. El diálogo entre judíos y cristianos supone que los cristianos renuncian a tomar la iniciativa de la palabra. Los cristianos solo están autorizados a entrar en la discusión cuando las víctimas empiezan a expresarse. El primer deber de los cristianos es escuchar a los judíos decir lo que quieran sobre sí mismos. Lamentablemente, reconoce el teólogo, a menudo fueron los cristianos quienes hablaron primero, sin tomarse realmente el tiempo de escuchar a los judíos.

Metz analiza las razones que hicieron posible la catástrofe del genocidio. Para él, una razón es el hecho de que los cristianos perdieron el sentido mesiánico de la fe. Al optar por una “interiorización” de la salvación cristiana, los cristianos perdieron toda distancia crítica en relación con el poder.{7} Metz apunta aquí a lo que describe como el  “cristianismo burgués”: la comprensión intelectual de la fe acompañada por una espiritualización de la práctica cristiana de conversión (metanoia).{8} Metz invita entonces a regresar a una concepción auténtica del cristianismo, es decir, a comprender la fe como seguimiento al mismo tiempo místico y político. Refuta la idea que se encuentra a veces según la cual el judaísmo sería una religión orientada hacia la práctica mientras que el cristianismo se basaría más en la elaboración intelectual de un contenido de fe cuya aplicación es secundaria. A su juicio, el núcleo de la fe es práctico: “El cristianismo tampoco es en primer lugar una doctrina, que se debe mantener ‘pura’, sino una praxis, que se debe vivir en forma más radical. Esta praxis mesiánica del seguimiento, de la conversión, del amor y del sufrimiento, no es un agregado a la fe cristiana: es realmente la expresión de esa fe”.{9} En consecuencia, la ética no debe ser una dimensión agregada al cristianismo. Sin embargo, la religión burguesa se movió demasiado en esa dirección, con el riesgo de una pérdida de vigilancia con respecto a la sociedad política. Esto es sobre todo lo que dio lugar a que muchos cristianos transigieran con el poder nazi.

El cristianismo burgués ha reemplazado la práctica de la fe por una doctrina abstracta que es finalmente una superestructura que permite a determinados intereses seguir su curso. En esta forma de fe, se cree en el seguimiento de Cristo pero sin practicarlo, se cree en la compasión pero sin vivirla, lo que significa a fin de cuentas que se vive “de espaldas a Auschwitz” (mit dem Rücken zu Auschwitz){10}. Metz escribe esto como un eco de la frase de Dietrich Bonhoeffer, cuando dijo que los cristianos no podían cantar gregoriano mientras los judíos sufrían persecución.{11} Esta interiorización de la fe también retrasó el movimiento de arrepentimiento que comenzó al final de la guerra, cuando el ambiente estaba dominado por una culpabilidad reprimida. Metz señala también otra razón que facilitó el exterminio de los judíos: denuncia el antisemitismo infiltrado en la teología cristiana.

A los teólogos, Metz les advierte que nunca más debe elaborarse una teología que no esté afectada por la catástrofe de Auschwitz. El profesor de Munster invitaba a sus estudiantes a hacer un discernimiento recurriendo a un criterio preciso: “Pregúntense si la teología que aprenden puede ser la misma antes y después de Auschwitz. Si es así, ¡pónganse en guardia!”.{12} A todos los cristianos, Metz los exhorta a establecer un diálogo auténtico con los judíos. Para eso, hay que evitar la vía de la benevolencia amistosa (que siempre puede esconder una hostilidad contenida), así como la idea de una reconciliación general casi lograda. El teólogo alemán piensa que es necesario llegar a una mayor profundidad en una transformación de la conciencia personal. En efecto, más allá del diálogo entre expertos, debería haber un movimiento que incluyera a todo el pueblo, incluso en las zonas rurales, donde persiste cierto antisemitismo. Para alcanzar ese objetivo, Metz apela a una movilización de las Iglesias y de las escuelas  para sensibilizar a los ciudadanos en su vida cotidiana. Los alemanes, como los demás, deben ejercer una obediencia crítica con respecto al poder y una vigilancia contra el peligro del conformismo.

Según Metz, el cristianismo después de Auschwitz debe ser un cristianismo que no les dé la espalda a las víctimas, sino que las conserve en su memoria. Esta puede “aguzar los sentidos” para detectar cualquier procedimiento de exterminio puesto en práctica en países que parecen “en regla”, como se suponía la Alemania nazi. Metz también llama a los judíos y los cristianos a formar “una especie de coalición de confianza mesiánica (einer Art Koalition des messianischen Vertrauens) con el propósito de luchar contra el reinado de la banalidad y del odio que padece el mundo.{13}

[1] Extraído de P. Y. Materne, Vers une herméneutique pratique du christianisme (Tesis doctoral, Universidad de Louvain-la-Neuve, 2009), pp. 196-199. Esta tesis fue publicada con el título La condition du disciple: éthique et politique chez J. B. Metz et S. Hauerwas (“Cogitatio Fidei” 289; París, Cerf, 2013).

[2] “Kann unsere Theologie vor und nach Auschwitz je die gleiche sein? (J. B. Metz, Jenseits bürgerlicher Religion. Reden über die Zukunft des Christentums, “Forum Politische Theologie” 1, München-Mainz, Kaiser-Grünewald, 1980, p. 35).

[3]Ibíd., p. 30.

[4] Véase P. Y. Materne, Vers une herméneutique pratique du cristianisme, Parte IV, capítulo 2.

[5] “Nach Auschwitz gibt es keine Gedichte mehr” (T. Adorno, citado por Metz, Jenseits bürgerlicher Religion, p. 31).

[6] “Wir können nach Auschwitz beten, weil auch in Auschwitz gebetet wurde” (ibíd.).

[7] Cf. ibíd., p. 40.

[8] Véase P. Y. Materne, Vers une herméneutique pratique du cristianisme, Parte II.

[9] “Doch auch das Christentum ist nicht in erster Linie eine Doktrin, die es möglichst ‘rein’ zu halten gilt, sondern eine Praxis, die es radikaler zu leben gilt! Diese messianische Praxis der Nachfolge, der Umkehr, der Liebe und des Leidens, kommt nicht nachträglich zum christlichen Glauben hinzu, sie ist realer Ausdruck dieses Glaubens» (Metz, Jenseits bürgerlicher Religion, p. 41).

[10] ibíd.

[11] “Solo quien grita a favor de los judíos tiene derecho a cantar gregoriano” (D. Bonhoeffer, citado por Arnaud Corbic, Dietrich Bonhoeffer. Résistant et prophète d’un cristianisme non religieux, “Spiritualités vivantes”, París, Albin Michel, 2002, p. 39).

[12] «Fragt euch, ob die Theologie, die ihr kennen lernt, so ist, dass sie vor und nach Auschwitz eigentlich die gleiche sein könnte. Wenn ja, dann seid auf der Hut!» (Metz, Jenseits bürgerlicher Religion, p. 42).

[13] Ibid., p. 48.

Editorial remarks

Pierre-Yves MATERNE es Licenciado en Derecho y Doctor en Teología por la Universidad Católica de Lovaina, donde ejerce como profesor invitado. Es abogado especialista en contratos, responsabilidad civil y derecho social. Colabora en Domuni Universitas (https://www.domuni.eu/fr/), donde dicta cursos sobre La muerte y el más allá y sobre La teología política de J. B. Metz.
Traducción del francés: Silvia Kot.