La Sinagoga y la separación de los cristianos

Judith Lieu, profesora de Nuevo Testamento del King?s College, Londres, analiza la variedad de las relaciones entre judíos y cristianos en los primeros siglos de nuestra era, que hace de la ?separación de los caminos” un tema más complejo de lo que generalmente se supone.

La Sinagoga y la separación de los cristianos

Judith Lieu

Una pregunta que sigue fascinando y desafiando las respuestas fáciles, es cómo el judaísmo llegó a ser judaísmo, y cómo el cristianismo llegó a ser cristianismo. Cuanto más reconocemos que Jesús no fue más que un judío de su tiempo, más buscamos una explicación acerca de cómo, y sobre todo, cuándo surgió el cristianismo: es la cuestión de "la separación de los caminos". Mientras que una teología más antigua consideraba que el "cristianismo" sustituía a un judaísmo "legalista", que habría llegado al final del camino, perspectivas más modernas ven el surgimiento de maneras variadas de ser judío en el período tardío del segundo Templo, una de las cuales se convierte en el judaísmo, particularmente moldeado por los "rabinos", y otro llega a ser el cristianismo, formado en torno a la convicción de que el judío Jesús de Nazareth no sólo era el Mesías prometido a los judíos, sino el hijo de Dios, que ofrece el acceso a Dios, y la bendición de Dios a los no-judíos, igual, o quizá eventualmente más, que a los judíos.

Hablar de "la separación de los caminos" ofrece, pues, nuevas oportunidades para el diálogo entre los herederos de esos dos caminos, algo que las teorías de la sustitución o las acusaciones de apostasía nunca permitieron. Sin embargo, todavía hay problemas. La separación de los caminos parece implicar la existencia de sistemas más o menos coherentes, "ismos", "judaísmo" y "cristianismo", pero sin autoridades organizativas y patrones convenidos de lealtad y control, no puede haber sistemas capaces de separarse, y eso es precisamente lo que no había en la primera época. De modo que debemos hablar de separación de caminos, o tomar textos o situaciones particulares y construir con ellos un mapa más grande. El evangelio de Juan pertenece a un lugar distinto que la Carta a los Hebreos, la primera de Clemente es diferente al Apocalipsis, por tomar sólo cuatro textos cristianos tempranos de fines del primer siglo, quizá más o menos contemporáneos entre sí. Aunque no haya diferencias de época, ¿hay diferencias de lugar, de personas involucradas, de inclinaciones personales, de presiones de circunstancias exteriores? Además, ¿qué queremos decir con "división"? ¿Sucedió cuando diversos grupos expresaron creencias que otros consideraron inaceptables, o cuando ciertas personas dejaron de reunirse, o usaron lenguajes o modelos diferentes de pensamiento, o no permitieron que sus hijos se casaran entre sí? Sin embargo, esta clase de diferencias no sólo tienen lugar entre grupos, sino también dentro de ellos. ¿Ocurrió la "separación" cuando algunas personas pensaron que ellas eran un poco diferentes, que no pertenecían al grupo, o cuando pensaron que eran los otros quienes no pertenecían? Estas dos cosas pueden no ser lo mismo.

Un enfoque en lo local, ante que en lo general, puede ofrecernos un camino para entender esto; de ahí, el término específico del título: "la sinagoga". A algunos, "la sinagoga" les sugiere una comunidad o congregación, relacionada o no con un edificio; para otros, significa "judaísmo", no local sino algo que incluye todas las diferencias de tiempo, distancia y, quizá, preferencias individuales. Con frecuencia, se usa "Iglesia" y "Sinagoga" para significar "cristianismo" y "judaísmo". Pero aquí debemos preguntar qué papel desempeñaba la sinagoga como institución local cuando surgió lo que sería el cristianismo primitivo. Ésta puede ser una pregunta menos sencilla de lo que parece a primera vista.

En primer lugar, en los primeros siglos de nuestra era, "sinagoga" no era en absoluto algo sencillo. Dejemos de lado la cuestión de si "sinagoga" quiere decir edificio o comunidad, ya que, al igual que "iglesia", en nuestras fuentes tempranas puede significar ambas cosas, y por lo general está claro qué significa. Más complicado es si la antigua sinagoga debe definirse en términos de su vida "cultual" -congregarse en el sabbath, pero también en otros momentos para leer la Torah, para orar- o como un centro más amplio de la vida comunitaria, que incluye educación, discusiones y negociaciones. ¿Representaba un solo aspecto de la vida comunitaria, de mayor o menor significado para los diferentes individuos, o era el órgano central de la continuidad de funcionamiento de la comunidad, especialmente en las ciudades de la diáspora, donde los judíos vivían como grupos minoritarios entre sus vecinos "paganos"? Algunos dirán que "la sinagoga" era la institución central y fundamental del judaísmo, en forma local, y por lo tanto, general, y otros señalarán la desigualdad de nuestra evidencia, en cuando a lo arqueológico y lo literario, y afirmarán que la vida judía continuaba en lugares donde no había sinagogas, o en formas diferentes a las que se centraban en lo que se llamaba "sinagoga", que lo local no era el fundamento primario de "pertenecer".

En segundo lugar, las fuentes cristianas son menos útiles de lo que podríamos esperar, y muchas veces son lo único que tenemos. Las fuentes cristianas son muy gráficas y detalladas en sus debates con, y más frecuentemente, en sus polémicas contra, el judaísmo. Pero el judaísmo que describen, invariablemente procede no de la experiencia contemporánea, sino de páginas del Antiguo Testamento, teñidas del lenguaje, y a menudo las denuncias, de los profetas, y luego de los Evangelios: esto constituye una lente que distorsiona al mismo tiempo que revela. No obstante, aquí comenzaremos por las fuentes del cristianismo primitivo, y analizaremos cinco maneras en las que la Sinagoga fue considerada como el contexto primario para el surgimiento del cristianismo, o para la separación de los cristianos.

Los cristianos como excluidos de la Sinagoga

Juan 9, 22 describe cómo "los judíos se habían puesto de acuerdo en que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga". En la actualidad, la mayoría de los estudiosos sostiene que esta afirmación seguramente no refleja el tiempo de Jesús sino aquél en el cual se escribió el evangelio, quizás en la última década del primer siglo. Ese versículo muestra que en esa época, quienes confesaban a Jesús se encontrarían excluidos como miembros o como participantes de la vida de la sinagoga -como sea que se entienda esto-, y que eran las autoridades judías las que orquestaron eso, es decir, podría decirse, crearon la división entre el judaísmo y el cristianismo.

Aquí deberíamos descartar entonces el intento de situar tal exclusión en la duodécima de las dieciocho Bendiciones o Shemoneh Esreh, las llamadas, birkat hamminim: actualmente hay consenso en que esa bendición no es lo que excluyó a los cristianos de la Sinagoga, o al cristianismo del judaísmo, como se pensaba antes. Sin embargo, hay otras preguntas que deben hacerse: si no estamos seguros sobre qué representaba la sinagoga en la vida comunitaria judía, ¿qué significaría ser excluido de ella? ¿No poder compartir el culto o estar excluido de todas las actividades comunitarias? ¿Cómo se llevaría a cabo y se controlaría eso? ¿Qué pasaba si en una ciudad había más de una "sinagoga" como lugar de culto? ¿Podía uno empezar a ir a otra sinagoga? Las primeras comunidades cristianas realizaron excomuniones formales para excluir de su seno a quienes consideraban heréticos; con el correr del tiempo, consideraron esas exclusiones como universales, transferibles entre comunidades, e incluso creían que eso no sólo implicaba la exclusión de la participación religiosa en la tierra, sino también de la salvación divina. Pero sería un error transferir esa manera de pensar al judaísmo, y suponer que una exclusión de la sinagoga, si eso se intentaba, tuviera las mismas implicaciones totalitarias. Y, lo más importante, aunque algunos escritores del cristianismo primitivo repiten las acusaciones de que los judíos maldecían a Cristo o a los cristianos en sus sinagogas (se refieren probablemente al birkat hamminim ), como veremos, también critican a los cristianos que asisten a los servicios de la sinagoga. Hay escasa evidencia de una proscripción unilateral. El evangelio de Juan sugiere (y no es sorprendente) que la tolerancia hacia los diferentes puntos de vista o la negativa a aceptarlos tenía que ver con las situaciones locales. Pero si uno salía de su comunidad local, tenía muchas opciones, por ejemplo, ir a otro lugar donde fuera mejor recibido, o establecer una comunidad alternativa.

La sinagoga como puente

En los Hechos de los Apóstoles, la actividad evangelizadora de Pablo sigue un patrón regular: comienza su ministerio en cada nueva ciudad que visita predicando en la sinagoga: allí encuentra no sólo judíos, sino también personas a las que se llama "temerosos de Dios" (por ejemplo, en 13,14-49). Algunos estudiosos han considerado que este patrón era típico del cristianismo primitivo. A través de algunas inscripciones y literatura, sabemos que en muchas ciudades del Imperio Romano había gentiles "en los bordes" de la comunidad judía. Algunos eran atraídos por las "virtudes" del judaísmo, su monoteísmo, su elevado tono moral, sus Escrituras, pero no querían convertirse plenamente, tal vez por el riesgo físico y el estigma social de la circuncisión en un hombre adulto (¡otros podían sentirse tan fascinados por el esoterismo de una "religión oriental" como por su racionalidad y su moralidad!). Como lugar de culto, la sinagoga era lo suficientemente abierta como para permitirles asistir, escuchar y aprender, aunque no pudieran ser miembros plenos de la comunidad. El mensaje de Pablo, sin la exigencia de una observancia completa de la Torah, respondía a las necesidades de esos gentiles. Para los predicadores cristianos, su conocimiento del Dios único y su familiaridad con las escrituras los convertían en un "mercado" más atractivo y fértil que los "paganos", para quienes un monoteísmo sin imágenes era un problema, y seguramente tendrían dificultades en entender la manera en que los primeros escritores cristianos citaban e interpretaban las Escrituras. Una vez más, la sinagoga aparece aquí como un germen o una escuela preliminar que prepara a los gentiles que no pueden ser plenamente admitidos en ella, y ofrece a los primeros seguidores de Jesús un puente hacia el mundo gentil. El cristianismo emerge de la Sinagoga, dando un paso más de lo que estaba preparado a dar, pero construyendo sobre lo que ya hecho.

Sin embargo, este cuadro también invita a pensar sobre la forma en que abordamos la antigua sinagoga, y por supuesto, cómo experimentaban y expresaban las personas sus intereses religiosos en la antigüedad. En el mundo moderno, alguien que tenga curiosidad religiosa puede asistir a servicios religiosos, obtener en forma sencilla un conocimiento superficial, y tratar de encontrar un camino cómodo para adherir plenamente a una religión. Pero ¿era así en el mundo antiguo? ¿Podía haber ido a la sinagoga un gentil que tuviera curiosidad sobre el judaísmo? ¿Le hubiera proporcionado la sinagoga una comprensión preliminar de las Escrituras, de lo que allí tenía lugar? ¿Era la sinagoga "la misma clase de cosa" que la iglesia, en la que uno puede mudarse fácilmente de una a otra? ¿Había otras formas de interesarse en el judaísmo, fuera de asistir a la sinagoga? Éstas son preguntas que invitan a encontrar respuestas.

La Sinagoga y las Escrituras

Por cierto, las Escrituras que los cristianos compartían con los judíos presentaban un problema particular. Justino Mártir, un cristiano del siglo II, escribió una "reseña" de su debate con un judío llamado Trifón, tal vez en Éfeso. Gran parte de su argumentación se esfuerza por demostrar que las Escrituras claramente apuntan a Jesús. Sostiene que Jr 11,19 "yo era como un cordero llevado al matadero" era una profecía sobre Jesús, y afirma que ese versículo "todavía está inscripto en algunas copias de los judíos en las sinagogas". Como explicación, sigue diciendo que hacía poco tiempo esos versículos habían sido cortados por los judíos (Diálogo 72,3). Del mismo modo, al citar el Salmo 96,10 como "Decid entre las naciones: El Señor reina desde el madero", asegura que los judíos cortaron las palabras "desde el madero". Desafortunadamente para Justino y para la apología cristiana, no hay ninguna evidencia de que "desde el madero" haya formado parte alguna vez del texto de la Escritura, pero la acusación de mutilación sobrevivió durante siglos después de Justino.

Detrás de la crítica de Justino, podemos oír su problema. Los primeros cristianos creían que esas Escrituras aludían a Jesús como el prometido Mesías y, al enseñar a su propia gente o al defenderse ante las autoridades romanas, se referían a las Escrituras como una evidencia a su favor, y como a sus Escrituras. Sin embargo, la realidad social seguramente muestra a menudo que ellos no tenían copias de la Escritura: ¿cómo podían conseguir, dónde podían adquirir, y dónde habrían podido guardar voluminosos y caros Rollos de la Torah o los Profetas? Como los primeros escritores cristianos suelen citar repetidamente los mismos pasajes o las mismas partes de los libros, quizá tuvieran colecciones de los pasajes frecuentemente citados para usarlos en la enseñanza y el debate, pasajes que deliberadamente, o a través del uso, fueron "adaptados" para ajustarse a los propósitos cristianos mejor aún de lo que ya lo hacían. Si querían verificar sus referencias, conocer mejor la Escritura, o llevar a cabo un debate, sólo podían recurrir a las copias que probablemente tenían las sinagogas, como quedó en evidencia por los nichos para la Torah encontrados mucho más tarde en ruinas arqueológicas de sinagogas. Es interesante señalar que a pesar de que Justino critica a los judíos por tergiversar sus propias Escrituras, sabe que es vulnerable, y finalmente decide empezar por el texto judío.

Podemos imaginar que los cristianos necesitaban la ayuda de la sinagoga de otras maneras. Las Escrituras necesitan interpretación, y ¿dónde se podría aprender mejor los principios y algunas soluciones ya establecidas que en la sinagoga? Sin duda, encontramos en Justino y en escritores cristianos posteriores, interpretaciones de las Escrituras semejantes a algunas de las fuentes rabínicas o los targumim. Algunas oraciones cristianas tienen pocas cosas que sean específicamente cristianas, y utilizan expresiones y formas de lenguaje comunes en la liturgia judía posterior. ¿Fue la sinagoga el lugar en el cual judíos y cristianos seguían compartiendo su herencia común? ¿Aprendieron allí los cristianos más de lo que dieron?

La sinagoga como segundo hogar

A mediados del siglo III, el maestro y filósofo Orígenes critica a los que repiten el domingo lo que oyeron el día anterior. Cuando leemos algunas de las interpretaciones alegóricas de Orígenes sobre las Escrituras, no nos sorprende que algunos se preguntaran si el texto verdaderamente significaba eso, y las compararan con interpretaciones alternativas, especialmente cuando la mayoría de las personas estaba segura de que las sinagogas eran los lugares a los que realmente pertenecían las Escrituras. Poco después, Pionio, obispo de la Iglesia de Esmirna, en Asia Menor, escribía desde la prisión que esperaba el martirio: "Oí decir que los judíos están invitando a algunos de vosotros a la sinagoga", y denunciaba la enormidad de una posible connivencia "con quienes mataron a Cristo". ¿Sería que, como los judíos estaban exentos de participar en el culto imperial, ofrecían a los cristianos una protección temporaria? ¿O tenía razón Pionio en sospechar que se trataba de una explotación de la vulnerabilidad cristiana? Aunque hay poquísima evidencia de que los judíos buscaran activamente hacer conversos, parece inverosímil que la sinagoga y la iglesia se disputaran a los conversos en calidad de rivales. Quizá no tenga nada que ver con las persecuciones, sino que simplemente formaba parte del diálogo habitual. Más de un siglo después, en la Antioquia siria, un fervoroso predicador, Juan Crisóstomo, lanza invectivas contra aquellos cristianos que frecuentan las sinagogas, las consideran sagradas, comparten sus procesiones y sus rituales, o incluso van allí para realizar debates. Una larga tradición teológica ha descripto lo que combatía Juan Crisóstomo como "judaizar", una lamentable y recurrente tendencia de algunos cristianos a desviarse de la norma ortodoxa y encontrar atractivas algunas prácticas judías. Tales calificaciones son engañosas, crean grupos y minorías sin variedades de práctica, y sugieren que la gente sólo actúa siguiendo ideas teológicas previas. No podemos saber si la gente se sentía atraída hacia la sinagoga porque era más teatral, más vital que escuchar los sermones de Crisóstomo, o si parecía que eran más o menos lo mismo, y Crisóstomo trataba de demostrar que las apariencias engañan. Una vez más podemos preguntar si, en el contexto de la ciudad antigua, la sinagoga como lugar de culto se parecía a una iglesia, y en ese caso, los oponentes tenían que buscar diferencias en lo similar. ¿Seguía siendo la sinagoga un segundo hogar reconocible en una sociedad predominantemente pagana?

La sinagoga como amenaza

Estas imágenes de la sinagoga como puente, como fuente de Escrituras y como segundo hogar se diferencian de la imagen popular. Muchos han preferido al escritor cristiano del siglo III Tertuliano, que describe las sinagogas de los judíos como lugares de persecución, presumiendo que las relaciones normales eran de hostilidad y violencia. Sin embargo, hay muy poca evidencia de que las comunidades judías practicaran su propia persecución a los cristianos, o de que instigaran a los romanos a hacerlo. Aun así, la sinagoga podía ser considerada una amenaza en otro sentido. Ya vimos cómo el hecho de que los cristianos fueran bienvenidos en las sinagogas podía ser interpretado como una insidiosa amenaza, el equivalente antiguo del sabotaje religioso. Algunos estudiosos describieron literalmente cómo la sinagoga podía ser una amenaza para las primeras comunidades cristianas. Las personas que visiten Cafarnaúm, en la costa noroeste del mar de Galilea, verán las ruinas de una magnífica sinagoga "a tiro de piedra" de la iglesia cristiana de San Pedro, pero con una notable desventaja visual para la sinagoga: ésta permanece en ruinas, mientras que las ruinas cristianas están cubiertas por una enorme construcción de vidrio; tal vez una representación visual de aquella antigua idea del triunfo del cristianismo y la muerte del judaísmo. Pero si intentamos representarnos a ambas construcciones cuando existían, en el cuarto siglo o tal vez antes, ¿parecen amenazar la riqueza y el esplendor de la sinagoga a la comunidad cristiana? La magnífica sinagoga de Sardes en Asia Menor/Turquía es una clara expresión de la prosperidad y la confianza en sí misma de la comunidad judía; el edificio se encontraba al lado de las áreas públicas de la ciudad de Sardes, y eso demuestra que se trataba de una comunidad que era aceptada y aceptaba su lugar en la ciudad. Cuando los escritores cristianos de la región inician una encarnizada polémica contra los judíos, algunos académicos cristianos lo interpretan como la respuesta de un pequeño grupo minoritario a quienes consideran no sólo una amenaza social, sino una amenaza ideológica: ¿cómo podían sostener los cristianos que ellos, y no los judíos, eran los verdaderos herederos de las promesas de Dios y la bendición de Dios frente a la magnificencia de esa sinagoga?

Conclusión

Hemos analizado cinco posibles y a veces superpuestas maneras en las cuales la sinagoga desempeñó un papel en el surgimiento de lo que llegaría a ser el cristianismo. Oímos sólo voces cristianas que nos permiten pensar en una dirección única: los cristianos visitan a veces la sinagoga, aprenden allí el lenguaje de la oración y el estudio, consultan las Escrituras, tal vez las copian o las piden prestadas, reconocen las bases que tienen en común, especialmente en el contexto de un modelo cultural y social muy diferente, y, como siempre, donde hay proximidad, también hay hostilidad y rechazo. Lo que hemos visto es que lo local siempre es mucho más complejo que los patrones universales simplistas que tratamos de imponer en la historia.

Sin embargo, deberíamos plantear también preguntas con respecto a este cuadro: ¿suena demasiado parecido a un contexto moderno de diálogo ecuménico, como una transposición del Consejo de Cristianos y Judíos a la antigüedad? Cuando tratamos de entender el surgimiento del judaísmo y del cristianismo como los conocemos hoy, debemos enfrentar el tema de la semejanza y la diferencia. ¿Cuándo pesa más la diferencia que la semejanza? Las diferencias y las semejanzas que nosotros vemos ¿habrán sido vistas también por aquellos a quienes tratamos de entender? Los relatos más antiguos sobre la separación entre el judaísmo y el cristianismo tienden a acentuar la diferencia; actualmente, prestamos más atención a la semejanza: escritos sagrados en común, un lenguaje y un vocabulario compartidos que proceden de esos escritos, un conjunto compartido de principios morales, una comprensión compartida de Dios y de cómo habría que abordar y conocer a Dios. Tal vez, como parte de todo esto, los patrones que hemos analizado también tendían a ver a la sinagoga y a la iglesia en términos de semejanza: un encuentro entre mentes sólo es posible entre quienes se consideran, a ellos mismos y a su tarea, en términos similares. Esto funciona en el mundo moderno: un cristiano puede visitar una sinagoga y sentirse razonablemente en casa. En parte, esto es consecuencia del desarrollo histórico paralelo y la interacción entre la sinagoga y la iglesia en los siglos siguientes.

¿Eran la sinagoga y la iglesia cosas paralelas en los primeros siglos? Es interesante observar con qué rapidez los cristianos llegaron a usar el término "iglesia"/ecclesia, casi exclusivamente para ellos mismos, y "sinagoga" para los judíos. Los cristianos no sólo usan "iglesia" para la comunidad local, sino también para la comunidad universal, trascendiendo las barreras de tiempo y espacio. En Mateo, Jesús le dice a Pedro: "Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", y es improbable que Mateo se refiera a una comunidad en un lugar particular (16,18). En Efesios, que Cristo ama a su Iglesia, y se presenta a sí mismo sin mancha ni arruga (5,25-33); Colosenses describe el lugar de Jesús en el orden cósmico como "cabeza del cuerpo, que es la Iglesia" (1,18). Todas estas expresiones aparecen en el primer siglo. Con el tiempo, los cristianos dirán: "Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica", generando la "eclesiología" como un departamento del estudio sistemático de la teología cristiana: "ecclesia", la Iglesia, tiene significado como concepto, como idea. Creo que no hay un equivalente a esto en el pensamiento judío sobre "la sinagoga". Son algunos cristianos quienes actúan como si lo hubiera: cristianos que, como las oponen, implícitamente también igualan a la "Iglesia" y la "Sinagoga". De modo que podemos terminar con un problema y una precaución: el problema de saber qué eran la "Sinagoga" y la "Iglesia" en el mundo antiguo; y la precaución de evitar presuponer que ambas eran "la misma clase de cosa".

Editorial remarks

Judith Lieu es profesora de Nuevo Testamento en el departamento de Teología y Estudios Religiosos del King’s College, Londres. Ésta es una versión abreviada de una conferencia pronunciada en el Museo Judío de Melbourne, en abril de 2002, patrocinada por el Museo Judío, el Consejo de Cristianos y Judíos de Victoria, y el Centro para el Estudio de la Civilización Judía y Centro de Estudios de Teología y Religión de Monash University.

Traducción del inglés: Silvia Kot.