La Iglesia y más allá: Hans Küng y las relaciones interreligiosas

Hans Küng es conocido sobre todo por sus análisis sobre la Iglesia Católica, tanto en el aspecto teológico como en el institucional. Pero también debemos apreciar sus significativas contribuciones al nuevo encuentro interreligioso generado por el Concilio Vaticano II.

Un análisis de las contribuciones de Küng al surgimiento del diálogo interreligioso como un eje posconciliar del catolicismo debe destacar importantes aspectos de su trabajo. Son los siguientes: 1) su insistencia en el encuentro interreligioso como una pieza fundamental de la identidad eclesial católica; 2) sus reflexiones sobre el judaísmo y el islam como socios de la Iglesia en una comunidad de fe abrahámica; y 3) la creación de una ética mundial global como parte integrante de la promoción de la justicia y la paz en la comunidad mundial emergente.

Aunque la mayor parte de la cobertura mediática de la obra de Küng se ha centrado en sus esfuerzos por reformular y revitalizar nuestra visión del catolicismo en colaboración con nuestros hermanos y hermanas de las otras iglesias cristianas, desde muy temprano, Küng reconoció que la creciente globalización del cristianismo requeriría iniciar un estudio y una conversación con otras comunidades de fe más allá del cristianismo. Para Küng, esa expansión no significaba simplemente un esfuerzo por establecer una armonía y una cohesión, sino que era una parte vital de la reconstrucción de la identidad de la Iglesia a la luz del Concilio. Esto fue evidente en su fuerte apoyo a la creación del Journal of Ecumenical Studies, fundado por Leonard y Arlene Swidler. Al principio, la revista se ocupó del diálogo intercristiano, pero finalmente se centró también en el diálogo cristiano-judío, así como en las comunidades de fe de Asia y África. El profesor Swidler escribió sobre las sustanciales contribuciones de Küng al lanzamiento exitoso de esa revista, que adquirió un estatus icónico en el terreno de las relaciones interreligiosas.

Küng también desempeñó un papel importante en la creación de la serie de volúmenes Concilium dedicada a la implementación y la expansión de los puntos de vista del Concilio Vaticano II. Algunos de esos ejemplares mostraron una clara tendencia ecuménica e interreligiosa, tanto en el contenido como en sus autores. Uno de esos números se dedicó a las implicancias morales y teológicas del Holocausto nazi.

Hace algunos años, cuando fui profesor invitado de la Universidad Católica de Lovaina, tuve la oportunidad de visitar a Küng en su casa de Tubinga. Él acababa de recibir una  copia de una nueva obra en alemán que analizaba la relación cristiano-judía a la luz del Holocausto. Pasamos varias horas analizando ese nuevo volumen y sus implicancias para una comprensión de la Iglesia de hoy. Küng estaba convencido de que repensar las relaciones cristiano-judías era fundamental para la revitalización de la eclesiología. Más tarde, proseguimos esta conversación en un desayuno privado cuando ambos asistimos a una conferencia sobre la ética mundial en la Universidad de Georgetown.

Küng sostenía que repensar las relaciones cristiano-judías, así como los vínculos de la Iglesia con el islam, era vital para el futuro de la autocomprensión de la Iglesia en el nuevo milenio. Por eso, emprendió esa revisión de ambas relaciones en sus propios escritos. En el frente cristiano-judío, su perspectiva no fue tan avanzada como las de algunos teólogos cristianos de vanguardia como Rosemary Ryether o Paul van Buren, que abordaron el significado dialógico para la comprensión de la cristología y la eclesiología de la Iglesia. Pero su contribución no fue menos importante. Como un teólogo posconciliar de primer nivel, colocó esas dos relaciones en el centro de la agenda de la reforma eclesial, contribuyendo así a establecer una importante validación teológica de esas cuestiones. En cuanto al diálogo musulmán-católico, fue uno de los primeros teólogos en convertirlo en una prioridad para la reflexión eclesiológica. El único inconveniente de su punto de vista sobre la inclusión de ambos diálogos en el estudio de la Iglesia consistió en sus reflexiones sobre la situación política en Israel-Palestina: en este aspecto, sus escritos parecieron estar demasiado influidos por perspectivas marginales.

La tercera contribución fundamental de Küng, la elaboración de una ética mundial, podría ser considerada su contribución más perdurable. Küng había empezado a desarrollar una concepción de esa ética en conexión con su actividad en el Concilio Vaticano II. Al principio de los años 1990, empezaron a surgir planes para realizar una conferencia celebratoria por el centésimo aniversario del Parlamento de las Religiones del Mundo que se realizó en Chicago en el marco de la Exposición Universal. El comité de planificación para el Parlamento de 1993 decidió elaborar un documento de ética mundial como pieza central de la celebración. Se eligió a Küng para preparar el borrador de esa declaración, que sería firmada por los representantes de las religiones mundiales presentes en la conmemoración de Chicago.

Küng hizo muchas consultas mientras redactaba el texto, que, tras un considerable debate, fue aprobado y firmado por los representantes de las diversas comunidades religiosas. El difunto cardenal Joseph Bernardin de Chicago firmó en nombre de la comunidad católica. Küng estuvo convencido hasta el final de su vida de que la concepción general surgida del Concilio Vaticano II no podía sostenerse sin estar arraigada en una ética mundial. Esa ética no podía reflejar solamente la ética católica ni tampoco, en un sentido más amplio, la tradición cristiana. Por eso, insistió en que era necesario expresarla en un lenguaje básicamente secular.

La ética mundial permaneció como tema del Parlamento después de la reunión de 1993. El propio Küng estableció una Fundación por una Ética Mundial en su casa de Tubinga. Esa fundación se concentró en la implementación de la ética mundial sobre todo en Europa. En 2018, en el Parlamento de Toronto, se agregó una quinta directiva a las cuatro originales, basada en el creciente desafío ecológico.[1]

Sin duda, la ética mundial se seguirá refinando a la luz de algunas críticas según las cuales es demasiado occidental y le faltan elementos de perspectivas feministas, liberacionistas y poscoloniales. Pero la necesidad de esta ética sigue siendo un legado permanente de la contribución de Hans Küng al entendimiento religioso contemporáneo.

[1] Cf. Declaration on Global Ethics of the Parliament of Religions (1993, actualizada en 2020): https://parliamentofreligions.org/documents/towards-global-ethic-initial-declaration.

Editorial remarks

Publicado en Berkeley Forum, 19 de abril de 2021. Con la gentil autorización del autor.
Traducción del inglés: Silvia Kot)