Interpretación textual e identidad

Este es un intento de analizar la relación entre historia, memoria y religión, todos ellos, elementos de lo que llamamos identidad. Creo que hacemos elecciones personales cuando interpretamos un texto religioso, y que nuestra memoria es una lectura personal de la historia.

La identidad como una noción sociológica se entiende como una concepción de la persona sobre sí misma. “¿Cuál es mi identidad?” Esta pregunta es formulada hoy a menudo como una forma de introspección. Se traduce en la siguiente pregunta: ¿cómo reúno las diferentes partes de lo que es sustancial para mí y constituye una especie de unidad? El latín “identitas”, del que proviene la palabra, significa “igualdad”. Cuando se refiere a uno mismo, esa igualdad tiene más bien el sentido de “totalidad”. Cuando se refiere a otros, está contenida en una simple pregunta: ¿cuánto de esa identidad es compartida con un grupo? ¿Cómo afecta mi relación con ese grupo y con otros grupos? En muchos países, hay quienes consideran que la identidad es una manera de diferenciarse uno mismo del grupo mayoritario, del que a menudo se supone que no tiene ninguna identidad o que tiene una identidad tan difusa que corre el riesgo de desaparecer.

Edmund De Waal, autor de “The Hare with Amber Eyes” (“La liebre con ojos de ámbar”), un extraordinario libro de memorias de familia, es también un famoso ceramista. Nadie expresa mejor que él el significado y la importancia de los fragmentos de cerámica que juntos constituyen una obra de arte y sin embargo siguen siendo fragmentos, y cada uno de ellos existe por derecho propio.

En primer lugar, intentaré enumerar  todos los “fragmentos” que forman mi identidad y luego analizaré la “identitas” o igualdad a través de la interpretación textual. Soy consciente de que al hacer esto, hablo por mí misma, pero creo que no me alejo de la tradición judía de la interpretación, sobre todo porque soy un producto de esa tradición y siempre viví impregnada de ella de un modo natural.

Como una judía masortí francesa, nacida en la parte flamenca de Bélgica, educada por padres que provenían respectivamente de familias judías tradicionales y bastante religiosas de Alemania y Polonia, mi elemento de unidad es similar al de muchos judíos centroeuropeos, es decir, la diáspora, casi nunca vivieron durante más de tres generaciones en el mismo país, tenían unos pocos parientes diseminados por diferentes países, hablaban muchos idiomas, entre ellos, dos idiomas  judíos, el ídish y el hebreo. Estos dos idiomas me daban un sentido de pertenencia, como una especie de código íntimo, y lo hablaba junto con el idioma vernáculo y el idioma que hablaban mis padres inmigrantes. Además, expresaban una manera de “estar en el mundo” y en ese sentido, eran existenciales.

Un elemento adicional y muy importante de esa identidad  es que, a pesar de estar en un pie de igualdad con los demás ciudadanos europeos, siempre tuve una fuerte sensación de ser percibida como el “otro” por muchos de mis vecinos y amigos no judíos. Esa sensación de ser igual pero diferente impregnó mi infancia.

Incluso en mi niñez, cuando tenía un fuerte anhelo de “ser igual”, sabía que la “otredad” era inevitable. Cuando me enseñaban en la escuela que mis ancestros eran valerosos galos que lucharon valientemente contra los invasores romanos, yo ansiaba pertenecer, quizá más que mis amigos, y sentirme orgullosa. Pero mi historia familiar era diferente y mi imaginación estaba llena de historias bíblicas, con sus fabulosos personajes y milagros, y no por los relatos de las guerras gálicas  de Julio César. La Biblia siempre fue parte de mi identidad, de la manera en que percibía mi pertenencia a un grupo más grande.  Mi historia familiar y el modo en que esta se relacionaba con un contexto histórico más amplio también eran fundamentales.

Por eso, la interpretación textual debía ser un acto consciente de abrir el texto bíblico y las palabras del texto de un modo que permitiera reconciliar el elemento “tribal” y la aspiración al universalismo. Era una apropiación  personal de la tradición y de la hermenéutica, pero eso era fácil, porque yo sentía que la literatura rabínica trataba a menudo esa clase de temas. Es lo que me llevó también al camino del diálogo entre judíos y cristianos. Siempre creí que eso me impediría sentir que poseía alguna clase de verdad absoluta.

Para mí, el elemento central de la narrativa bíblica fue y es la revelación del Sinaí: en ella se ancla el verdadero origen de mi identidad judía. Es un acto de fe, pero un acto consciente. Resuelvo esta aparente contradicción reconociendo la historicidad no de la revelación en sí misma sino del grupo de gente que a continuación eligió creer en ella. El Midrash me lo facilita cuando dice que todos nosotros estuvimos presentes en ese acontecimiento, incluyendo a las futuras generaciones. Tiene también una innegable cualidad universal.

El segundo elemento central de mi identidad que procede de la interpretación textual es mi relación con la tierra de Israel. Lo diré con las palabras de mi amigo el Dr. Peter Pettit: siempre supe que Israel era la tierra específica mencionada en la Torah, no cualquier otra tierra, no necesariamente con fronteras claras, pero definitivamente una tierra con una historia y un lenguaje e incluso con mitzvoth, leyes que se vinculan directamente con ella y la hacen más real aún. Esta parte en especial parece más difícil de reconciliar con la articulación universal, sobre todo porque es tomada como rehén de interpretaciones textuales radicales por muchos en todos los bandos. Por otra parte, parece que el mundo occidental olvidó o quizás incluso suprimió la idea de que el vínculo con una tierra es intrínseco al concepto de identidad. Creo que todo esto es un enorme desafío para el diálogo interreligioso actual. Más que nunca corro el riesgo de ser el inevitable “otro” a través de esta concepción judía de uno mismo, de mi identidad. El diálogo interreligioso necesita que la voz del humanismo religioso suene más fuerte que las voces estridentes de los extremistas.

Como hacemos elecciones cuando interpretamos un texto, y lo hacemos en el ámbito de nuestra tradición religiosa, es esencial que hagamos elecciones  sustentables….

Editorial remarks

Esta exposición fue presentada en el marco de la Conferencia del ICCJ 2014 realizada en Buenos Aires, Argentina. Es un anticipo de la edición completa de las ponencias de la Conferencia que se publicará en 2015.

Traducción del inglés: Silvia Kot.