Interpretación textual e identidad religiosa

Quiero agradecerle al rabino Yafé por su estimulante descripción de la manera en que los rabinos abordan creativamente los textos autoritativos de la tradición judía. Me impactó particularmente su descripción de las diferentes interpretaciones de la revelación en la tradición judía, incluyendo el reciente giro hacia el papel humano en la transmisión del testimonio humano del encuentro con Dios. ¡Sus comentarios invitan a muchos posibles caminos de reflexión!

 Dados los límites de una respuesta breve, me centraré en una sola idea que su presentación me ha generado como teólogo católico. Me impresiona hasta qué punto el desarrollo de la interpretación bíblica en mi propia comunidad católica durante los últimos 75 años resuena en lo que ha presentado el rabino.  Permítanme explicarlo.

Comenzando con una declaración papal de Pío XII en 1943 y continuando en las décadas posteriores al Concilio Vaticano II de los primeros años de la década de 1960, la enseñanza eclesial católica sobre temas bíblicos se desarrolló con las instrucciones de la Pontificia Comisión Bíblica (PCB). La Comisión emitió un documento fundamental en 1993, titulado “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”. Entre sus afirmaciones más significativas estaba la siguiente:

El método histórico-crítico es el método indispensable para el estudio científico del sentido de los textos antiguos. Puesto que la Sagrada Escritura, en cuanto "palabra de Dios en lenguaje humano", ha sido compuesta por autores humanos en todas sus partes y todas sus fuentes, su justa comprensión no solamente admite como legítima, sino que requiere la utilización de este método.[1]  

Desarrollaré la referencia a los métodos críticos más adelante. Por ahora, quiero destacar la idea de que en la Biblia, la palabra de Dios está expresada en palabras humanas. Esto toca un aspecto fundamental del cristianismo. El cristianismo es una religión encarnacional. Los cristianos no solo creen que la palabra de Dios en su forma textual está encarnada en la literatura humana, sino particularmente que la Palabra de Dios se hizo carne en Jesús de Nazareth. Precisamente porque la palabra (o Palabra) de Dios está encarnada, el lector debe prestar atención a la manera en que la palabra bíblica se encarna en la historia y el lenguaje humanos. Sostener que la palabra bíblica de Dios no se ve afectada por el desorden de la vida humana es decir que la Biblia es tan divina que se podría suprimir de la experiencia humana. Si no se aprecian suficientemente los orígenes humanos de la Biblia, aunque algunos seres humanos hayan sido honrados con la inspiración divina, se corre el riesgo de convertir una colección tangible de escritos en un ídolo, violando así el corazón encarnacional del cristianismo.  Esta perspectiva es la razón por la cual los católicos rechazan lo que se suele llamar lecturas fundamentalistas de la Biblia.

Hay otra idea de “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” que es muy significativa para nosotros en la actualidad: “La Sagrada Escritura está en diálogo con las comunidades creyentes, porque ha surgido de sus tradiciones de fe”. [2]  Cuando los cristianos y los judíos leen hoy las Escrituras, están leyendo el testimonio de fe de los ancestros de sus actuales comunidades de fe. En cierto sentido, entablan un diálogo con las experiencias de Dios en las vidas de personas que vivieron mucho tiempo atrás, vinculándolas con las experiencias actuales de Dios en las vidas del presente de sus comunidades de fe. Se desarrolla un proceso de ida y vuelta.

Por lo tanto, el esfuerzo de comprender las Escrituras en su contexto histórico y literario es solo un paso en el proceso de la interpretación bíblica. También debemos preguntarnos qué significan las ideas de los autores bíblicos para el mundo de hoy. Los autores bíblicos tenían que lidiar con sus propios problemas, pero no incluyeron los que debe confrontar el siglo XXI, como el calentamiento global o la manipulación genética. 

En la enseñanza católica, la interpretación bíblica es, entonces, un  proceso dialógico o dialéctico. A veces, los lectores pueden considerar que los testimonios bíblicos son inadecuados o inconsistentes. Por ejemplo, el Estados Unidos del siglo XIX estaba desgarrado por la cuestión de la esclavitud. En la Biblia hay opiniones contradictorias sobre ese tema, como se ve en el hecho de que tanto los dueños de esclavos como los abolicionistas la citaban para apoyar sus puntos de vista diametralmente opuestos. Algunos cristianos citaban el Nuevo Testamento cuando dice que los esclavos deben obedecer a sus amos (Col 3,22; Ef 6,5), mientras que otros argumentaban que como todos los seres humanos fueron hechos a imagen de Dios (Gen 1,26), todos merecen la libertad. De modo que el diálogo interpretativo entre los lectores actuales y los autores bíblicos puede criticar el testimonio bíblico porque refleja el desorden de la existencia humana.

Por otra parte, el testimonio bíblico puede, y debe, desafiar a los lectores modernos. Puede mostrarnos que quizá no vivamos según la perspectiva o los ideales valorados por los escritores bíblicos. ¿Cómo no contrastar la idea de Isaías de un mundo en el que prevalece la paz de Dios incluso entre animales depredadores y sus presas (Is 11, 6) con nuestro conflictivo mundo de violencia e injusticia?

Desde un punto de vista católico, entonces, la interpretación bíblica es como una especie de lucha cuerpo a cuerpo entre las comunidades religiosas de la actualidad y las del pasado. Y por supuesto, esta metáfora resuena como la interpretación que le dan los judíos al significado de la palabra Isra-el: “luchar con Dios”.

Pero antes de analizar los paralelos interpretativos judeo-cristianos, debemos mencionar una idea de un documento posterior de la Pontificia Comisión Bíblica. “El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana”, publicado en 2001, usa con frecuencia el término “relectura”. Como la palabra lo sugiere, esto significa leer textos antiguos a través de lentes nuevos, como cuando los primeros seguidores judíos de Jesús empezaron a releer las Escrituras  del antiguo Israel a través de los lentes de la resurrección. Dentro del propio “Antiguo Testamento”/ Tanaj, es evidente que los autores de libros posteriores hacen una relectura de libros anteriores. Crónicas es una relectura del Deuteronomio, por ejemplo. El texto  de 2001 de la PCB destaca particularmente la relectura cristiana de las Escrituras de Israel:

En el judaísmo, se estaba habituado a hacer ciertas relecturas. Lo específico en la relectura cristiana es que se hace a la luz de Cristo. La nueva interpretación no anula el sentido original. … El Antiguo Testamento posee en sí mismo un inmenso valor como Palabra de Dios. Leer el Antiguo Testamento como cristianos no significa querer encontrar en cada rincón referencias directas a Jesús y a las realidades cristianas. … Se trata de una percepción retrospectiva, cuyo punto de partida no se sitúa en los textos como tales, sino en los acontecimientos del Nuevo Testamento proclamados por la predicación apostólica.[3] 

El texto de 2001 procede inmediatamente a elaborar una conclusión de gran importancia para las relaciones entre cristianos y judíos: “No se debe, pues, decir que el judío no ve lo que estaba anunciado en los textos, sino que el cristiano, a la luz de Cristo y en el Espíritu, descubre en los textos una plenitud de sentido que estaba escondida en él. [II, A, 6]. 

Durante siglos, los cristianos han acusado a los judíos de ceguera, o de obstinación deliberada, e incluso de servir a Satán por negarse a ver que sus propias Escrituras señalaban en forma tan evidente (para los cristianos) a Jesús. La Comisión repudia estas ideas explicando que ver significados cristológicos en los textos bíblicos de Israel exige como prerrequisito la fe en la resurrección.  Esa perspectiva de fe le permite al lector extraer del texto un “excedente de significado” que estaba escondido. [II, A, 6].

Además de estas observaciones sobre las relecturas cristianas del “Antiguo Testamento”,  el texto de la PCB también comenta las diferentes relecturas judías del Tanaj:

Los cristianos pueden y deben admitir que la lectura judía de la Biblia es una lectura posible, en continuidad con las Sagradas Escrituras judías de la época del Segundo Templo, una lectura análoga a la lectura cristiana, que se desarrolla paralelamente. Cada una de esas dos lecturas es coherente con la visión de fe respectiva, de la que es producto y expresión. Son, por tanto, mutuamente irreductibles. En el campo concreto de la exégesis [la interpretación escritural], los cristianos pueden, sin embargo, aprender mucho de la exégesis judía practicada desde hace más de dos mil años; de hecho, han aprendido mucho de ella a lo largo de la historia. Por su parte, pueden confiar en que también los judíos podrán sacar partido de las investigaciones exegéticas cristianas. [II, A, 7].

Estas palabras ofrecen una fuerte evidencia adicional del cambio efectuado en los últimos cincuenta años por la Iglesia Católica en la interpretación bíblica y en sus actitudes hacia el judaísmo. No solo se perciben como retrospectivas las lecturas cristológicas del “Antiguo Testamento”, sino que también las tradiciones judías de los rabinos, especialmente las que están contenidas en el Talmud, se consideran como interpretaciones retrospectivas. Más significativamente, las propias relecturas judías son consideradas legítimas al ser “análogas” a las interpretaciones cristianas retrospectivas. Las diferencias residen en sus respectivos e irreducibles “puntos de partida”: Cristo en el caso de los cristianos y los escritos rabínicos en el caso de los judíos.

En 2011, el papa Benedicto XVI reiteró este punto con vigor cuando escribió: “Después de siglos de antagonismo, hoy consideramos que nuestra tarea es hacer que dialoguen entre sí las dos formas de relectura de los textos bíblicos— la cristiana y la judía —, para entender verdaderamente la voluntad y la palabra de Dios”.[4]

La esperanza de la Comisión de que el estudio de la Escritura judía y cristiana pueda ser mutuamente beneficioso se está cumpliendo actualmente en los ámbitos académicos. Cada vez hay más expertos judíos en Nuevo Testamento y más especialistas cristianos en Talmud. El primer caso está magníficamente ejemplificado por la publicación, en 2011, del libro The Jewish Annotated New Testament, en el cual alrededor de sesenta académicos judíos comentan los libros del Nuevo Testamento cristiano y ofrecen una gran cantidad de ensayos temáticos relevantes.[5] 

Permítanme concluir repitiendo algo que dijo el rabino Yafé. “El proceso interpretativo... operará a partir del mensaje de antaño recibido y de su adecuación a las demandas vitales de aquella generación a la cual se busque servir”. Esta es exactamente la misma dinámica que actúa hoy en las comunidades católicas y otras comunidades cristianas, cuando entienden que el proceso de la interpretación bíblica es un diálogo entre el pasado y el presente. O, para decirlo de otro modo, un diálogo entre la explicación del texto en sus propios términos y la actualización de sus significados para los creyentes de la actualidad.

Muchos judíos y muchos cristianos están comprometidos en un proceso que podría llamarse “tradicionando”.[6]  La acción continua del verbo expresa mejor la actual interacción entre continuidad, discontinuidad y reforma que desafía a cada generación de judíos y cristianos. Creo que particularmente los judíos y los católicos pueden tener una relación especial en términos de tratar de crecer y desarrollarse, permaneciendo dentro de ciertos parámetros de sus respectivas tradiciones.

Hace algunos años, el rabino Daniel Lehmann usó la tradicional práctica judía de estudio javrutá—dos amigos que comparten y debaten juntos textos sagrados—como una metáfora para describir la interrelación entre cristianos y judíos. La presentación del rabino Yafé sugiere algo similar. Todos hemos sido bendecidos por vivir en estos tiempos tan interesantes y sin precedentes, en los que podemos enriquecernos mutuamente estudiando juntos en un ambiente de respeto, confianza y amistad.

[1] PCB, "Interpretación de la Biblia en la Iglesia" I, A.

[2] Ibid., III,A,3.

[3] Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Bilbia cristiana (24 de mayo de 2001),  II,A,2,6. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_20020212_popolo-ebraico_sp.html

[4]Jesus of Nazareth, Part Two, Holy Week: From the Entrance into Jerusalem to the Resurrection  (San Francisco: Ignatius Press, 2011),  35.

[5] Amy-Jill Levine and Marc Zvi Brettler, eds. The Jewish Annotated New Testament, (Oxford University Press, 2011).

[6] Tomé la palabra "traditioning" del libro de Mary Elizabeth Moore, Education for Continuity and Change: A New Model for Christian Religious Education (Nashville: Abingdon, 1983).

Editorial remarks

El Dr. Philip A. Cunningham es el presidente del ICCJ. Esta exposición fue presentada en el marco de la Conferencia del ICCJ 2014 realizada en Buenos Aires, Argentina. Es un anticipo de la edición completa de las ponencias de la Conferencia que se publicará en 2015.

Traducción del inglés: Silvia Kot