Fortalecer la cohesión social para que la diversidad sea una ventaja, no una amenaza

A continuación se reproducen las palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, en la ceremonia del Día Internacional de la Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, en Nueva York, el 27de enero de 2017.

Hoy es un día para recordar, reflexionar y mirar hacia adelante. Estamos aquí para honrar a las víctimas del Holocausto, una tragedia sin parangón en la historia de la humanidad. Estamos juntos para llorar la pérdida de tantas personas y tantas cosas.

El mundo tiene el deber de recordar que el Holocausto fue una empresa sistemática para eliminar al pueblo judío y a muchas otras personas.

Me siento honrado por la presencia de sobrevivientes del Holocausto. Gracias por dar testimonio a lo largo de siete décadas para que otros puedan vivir con dignidad. No hay mejor educación para el futuro que la garantía de que siempre recordaremos el pasado y honraremos a las víctimas de las tragedias de ese pasado.

Quisiera rendir homenaje a un sobreviviente en particular, Elie Wiesel, que falleció el año pasado. Él fue una de las voces más apasionadas del mundo por la aceptación y el respeto mutuos, y fue un orgullo para las Naciones Unidas tenerlo como uno de sus Mensajeros de la Paz.

Sería un peligroso error pensar que el Holocausto fue un simple producto de la locura de un grupo de criminales nazis. Por el contrario, el Holocausto fue la culminación de milenios de odio y discriminación contra los judíos: lo que ahora llamamos antisemitismo.

La Roma imperial no solo destruyó el Templo de Jerusalén, sino que convirtió a los judíos en parias de diversas maneras. Los ataques y los abusos aumentaron con el triunfo de la Cristiandad y la propagación de la idea de que la comunidad judía debía ser castigada por la muerte de Jesús: un absurdo que provocó masacres y otros crímenes tremendos contra judíos en todo el mundo durante los siguientes siglos.

Eso también sucedió en mi país, Portugal, y llegó al punto máximo con la orden del rey Manuel I, en el siglo XVI, para expulsar a los judíos que se negaron a convertirse. Este fue un horrible crimen y un acto de enorme estupidez. Le causó un tremendo sufrimiento a la comunidad judía y privó a Portugal de gran parte de su dinamismo. Muy pronto, el país inició un largo ciclo de empobrecimiento.

Muchos judíos portugueses se radicaron en los Países Bajos. La pérdida de Lisboa fue ganancia para Ámsterdam, ya que la comunidad judía portuguesa desempeñó un papel clave en la transformación de los Países Bajos en el gran centro económico mundial del siglo XVII.

El ejemplo portugués también demuestra que el antisemitismo es, más que una cuestión de religión, una expresión de racismo.  La prueba de esto es que los judíos convertidos, llamados “cristianos nuevos”, sufrieron discriminación por parte de los cristianos viejos y una permanente persecución de la Inquisición portuguesa.

Cuando asumí como primer ministro [de Portugal] en 1995, sentí que era absolutamente  necesario demostrar, aunque fuera con un gesto simbólico, el rechazo y el arrepentimiento de Portugal por sus despiadados ataques contra la comunidad judía.

En 1996, el Parlamento revocó la orden de expulsión. En esa época tuve el honor de visitar la Sinagoga Portuguesa de Ámsterdam para presentar formalmente una copia del decreto y pedir perdón en nombre de mi país.  Trágicamente, esa hermosa sinagoga estaba casi vacía, porque la comunidad expulsada de Portugal había sido casi completamente aniquilada en el Holocausto.  El antisemitismo siempre tiende a volver.

Portugal adoptó recientemente una ley que les permite recuperar la nacionalidad portuguesa a los descendientes de los expulsados en el siglo XVI.  El año pasado, más de 400 personas aprovecharon este ofrecimiento.

También estoy muy orgulloso de decir que, hace algunas semanas, mi esposa firmó, en nombre de la Municipalidad de Lisboa, un acuerdo con la Comunidad Israelita de Lisboa para crear el Museo Judío de Lisboa. Será una manera de rendir homenaje a los judíos tan maltratados por mi país.

La historia avanza, pero el antisemitismo siempre vuelve. El renombrado historiador Simon Schama ha señalado que, en el siglo XIX, los judíos incluso fueron acusados por desastres de las finanzas internacionales, a pesar de estar ellos mismos entre sus primeras víctimas.

Schama también dijo que los judíos debieron enfrentar a menudo situaciones que eran siempre desfavorables para ellos. Cuando algunos se integraban exitosamente y llegaban a “parecerse” a todos los demás, eran objeto de sospecha. Otros, que tenían un aspecto diferente a los demás, también eran acusados por eso. Ambos grupos terminaron juntos en los crematorios nazis.

Después del Holocausto, el mundo parecía estar ávido por encontrar un camino de mayor cooperación. La creación de las Naciones Unidas fue una expresión de ese momento. La Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio consagraron un compromiso con la igualdad y los derechos humanos.

La humanidad se atrevió a creer que las identidades tribales disminuirían en importancia. Fue un error. Los que crecimos en la época de la posguerra nunca imaginamos que deberíamos enfrentar nuevamente ataques contra judíos en nuestra parte del mundo, en Europa.

El antisemitismo goza de buena salud. La irracionalidad y la intolerancia están de regreso. Y a pesar de los hechos, aún existe la negación del Holocausto. Además hay una nueva corriente de revisionismo del Holocausto, que reescribe la historia e incluso honra a oficiales desacreditados de aquella época.

Los discursos de odio y la imaginería antisemita proliferan en Internet y en las redes sociales. Grupos extremistas violentos usan apelaciones antisemitas para incitar a sus fuerzas y reclutar nuevos seguidores. Todo esto contradice absolutamente la tolerancia, la primacía de la razón y los valores universales. Además, como dijo el año pasado el ex gran rabino del Reino Unido, Lord Jonathan Sacks, “El odio que empieza con los judíos nunca termina en los judíos”.

En la actualidad, vemos el antisemitismo, junto con el racismo, la xenofobia y la islamofobia y otras formas de intolerancia, fomentados por el populismo. Estoy sumamente preocupado por la discriminación que sufren las minorías, los refugiados y los inmigrantes en todo el mundo.

Me parece muy inquietante estereotipar a los musulmanes.  Se ha impuesto un discurso público que da lugar al prejuicio y abre la puerta a un odio más extremo.

A pasos de esta sala, verán ustedes una exhibición de propaganda nazi. Es un producto de nuestra fructífera colaboración con el Museo Estadounidense Conmemorativo del Holocausto.

Como lo muestra esta exhibición, la propaganda contribuyó a erosionar los vínculos de la humanidad. La palabra “judío” se usaba permanentemente en asociación con los males de la sociedad.  Las dificultades y la inestabilidad crearon un terreno fértil para buscar chivos expiatorios. Es cierto que muchos ciudadanos desaprobaban la discriminación. Pero una mayoría aceptó esas actitudes, aun en forma pasiva.  Finalmente prevaleció la indiferencia y la deshumanización, y rápidamente se descendió a la barbarie.

Esto también constituye una lección para nuestro tiempo. Debemos estar alerta. Debemos invertir en educación y en la juventud. Debemos fortalecer la cohesión social para que la gente sienta que la diversidad es una ventaja, no una amenaza.

Las propias Naciones Unidas deben hacer más para fortalecer su mecanismo de derechos humanos y bregar para que se haga justicia con los perpetradores de crímenes graves. Nuestra campaña “Juntos” se centra en países que reciben refugiados e inmigrantes. Nuestro Programa de Divulgación del Holocausto funciona en todos los continentes.

En el Holocausto hubo también grandes actos de heroísmo, desde personas comunes que protegían a otras personas, hasta diplomáticos que, corriendo graves riesgos personales, desafiaron a los nazis para que miles de personas pudieran escapar a una muerte segura. Algunos de ellos son muy conocidos: el sueco Raoul Wallenberg y el japonés Chiune Sugihara. Otros son menos conocidos: el iraní Abdol Hossein y, me enorgullece decirlo, el cónsul de Portugal en Bordeaux, Aristides de Sousa Mendes.

Hoy nos inspiran muchos esfuerzos cooperativos para unir a diversos grupos. Debemos profundizar esa solidaridad.

Después de los horrores del siglo XX, no debería haber lugar para la intolerancia en el siglo XXI. Les aseguro que, como secretario general de las Naciones Unidas, estaré en la vanguardia de la batalla contra el antisemitismo y todas las demás formas de odio.

Esta es la mejor manera de construir un futuro de dignidad e igualdad para todos, y la mejor manera de honrar a las víctimas del Holocausto: nunca permitiremos que sean olvidadas.

Editorial remarks

Traducción del inglés: Silvia Kot