Espiritualidad y deberes éticos

La filosofía de las Luces provocó una verdadera revolución copernicana en el mundo occidental; hasta entonces, las religiones dominaban los Estados y las naciones, se repartían los territorios y las poblaciones (Un rey, un Estado, una religión), estableciendo así un modo de vida conforme a las prácticas impuestas por la religión de Estado.

Espiritualidad y deberes éticos

René-Samuel Sirat

I

La filosofía de las Luces provocó una verdadera revolución copernicana en el mundo occidental; hasta entonces, las religiones dominaban los Estados y las naciones, se repartían los territorios y las poblaciones (Un rey, un Estado, una religión), estableciendo así un modo de vida conforme a las prácticas impuestas por la religión de Estado. Esta situación fue en gran parte la causa de las guerras de religión: entre la Cristiandad y el Islam por la posesión de los Santos Lugares (Cruzadas); entre el Cristianismo triunfante y la Sinagoga de ojos vendados, contra la cual se puso en práctica la enseñanza del desprecio (y cuya consecuencia trágica fue el resultado que ya conocemos...); entre los papistas y los calvinistas (en Francia, el edicto de Nantes vivió "lo que vive una rosa"). Podríamos agregar a esta lista el violento enfrentamiento entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente a partir del cisma del siglo XI: la acogida brindada al papa Juan Pablo II en su reciente visita a Atenas muestra que las secuelas de ese enfrentamiento están lejos de haber desaparecido del todo. Actualmente, los talibanes afganos muestran cuál es su concepto de tolerancia religiosa cuando dinamitan los Budas, vestigios de una civilización anterior a la fundación del Islam por parte de Mahoma. En cuanto al conflicto árabe-israelí, podría transformarse -D.ios no lo permita- en un conflicto judeo-musulmán, cuyos efectos dramáticos son imposibles de predecir...

En este contexto, ¿qué lugar se le ha reservado a la libertad individual: la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de acción? Ninguno o casi ninguno.

En Europa, el siglo XIX ha sido el siglo de la progresiva toma de conciencia de los Derechos del Hombre, que incluyen la reivindicación del hombre de su propia autonomía de pensamiento. En Francia, el gran conflicto entre la Iglesia y el libre pensamiento concluyó con la victoria del laicismo y la Ley de la Separación entre las Iglesias y el Estado (1905). Sin embargo, es necesario señalar que los húsares de la República y todos los defensores de un laicismo puro y rígido también estaban formados por la cultura judeo-cristiana, y que las fuentes de los valores laicos que sostenían se hallaban indudablemente en la filosofía griega, pero sobre todo en el sustrato bíblico difundido por el judaísmo y por el cristianismo.

Si preguntáramos hoy a las personas religiosas de Francia si les gustaría volver al statu quo anterior, estoy seguro de que la casi totalidad optaría libremente por el laicismo, siempre que este pudiera evolucionar de un laicismo excesivamente detallista y mezquino -que a menudo linda con la anti-religión-, y el deseo de molestar a las personas religiosas, hacia un laicismo más abierto y amistoso. Además, el vacío espiritual que caracteriza a las nuevas generaciones de este principio del siglo XXI, debería interpelar en primer lugar a los que se encuentran en el bando laico, ya que se trata de sus hijos: véase la influencia de los gurúes de todo tipo, la convocatoria casi irresistible de las religiones orientales, los viajes a Katmandú o las visitas a los monasterios budistas, sin hablar de los horrores de la “Orden del Templo Solar“ o de la Secta Moon.

II

Si las Iglesias cristianas de Occidente han aceptado progresivamente otorgar derecho de ciudadanía a la libertad de pensamiento, al laicismo, a la decidida afirmación de los derechos humanos, lamentablemente no ocurre lo mismo, al menos hasta ahora, en el judaísmo y en el Islam.

Por cierto, en el judaísmo tuvo lugar -muy tardíamente- la aparición de la Haskalá (las Luces) y la lucha entre los Maskilim (adeptos a la Haskalá) y los religiosos. Esta lucha continuó y se produjo la gran victoria de la Haskalá, que se halla en gran medida en el origen del sionismo y de la voluntad del pueblo judío de llegar a ser un pueblo como los demás, libre en la tierra de sus antepasados. Y sin embargo... El profeta Ezequiel escribió sobre este tema una página inolvidable: todos deberían releer el capítulo 20, y especialmente los versículos 32 y siguientes. Pero los dirigentes sionistas no supieron, o no quisieron, resolver la cuestión como lo hicieron los gobernantes franceses de principios del siglo XX. El Estado de Israel, que volvió a existir tras diecinueve siglos de ausencia en la escena de la Historia, se definió a sí mismo como un Estado judío ydemocrático (ley fundamental del Estado). Pero ¿cómo resolver la cuestión cuando parece haber oposición entre el carácter judío y el carácter democrático del Estado? Esta es la esencia misma del durísimo conflicto que vive actualmente la sociedad israelí, donde a laicos y religiosos les resulta cada vez más difícil coexistir pacíficamente. Por otro lado, el concepto simplista de los fundadores del sionismo: un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo, se estrelló contra la existencia de un pueblo palestino al que los dirigentes sionistas, hasta Golda Meir, se empeñaron en negar. Claro que hasta la década del 70 no existía un pueblo palestino, pero sí palestinos que vivían en Tierra Santa -muchos de ellos ya habían emigrado en el momento mismo de las primeras oleadas sionistas- y esto les confería naturalmente derechos en el Estado de Israel que se estaba construyendo. Es lo que proclama admirablemente, por otra parte, la declaración de la Independencia del Estado de Israel en 1948. Además, el sistema electoral obsoleto que tiene el Estado de Israel desde su fundación (e incluso desde antes, en el marco de las instancias dirigentes de la Agencia Judía), la representación proporcional integral, ha creado la situación que conocemos en la actualidad, en la que los partidos políticos religiosos constituyen el fiel de la balanza.

El distanciamiento de los hombres de religión de todo lo que se refiera a la política, distanciamiento que constituye un progreso espiritual innegable, todavía no se produjo en Israel. Esta amalgama entre lo espiritual y lo político lleva a ciertos compromisos, que lamentablemente a veces degeneran en componendas.

En cuanto al Islam, la situación es más o menos análoga e incluso más grave, ya que en algunos países como Irán, los hombres políticos están sometidos a las leyes de los hombres de religión, que se arrogaron todos los poderes del Estado. El Presidente electo debe someterse a los decretos del jefe religioso: así volvemos al tiempo remoto en que el Emperador fue a Canosa para humillarse ante el Papa.

III

Podemos preguntar legítimamente cuál es la fuente del deber ético. Todos conocemos la afirmación: si D.ios no existe, todo está permitido, lo que permite suponer que la fuente de la ética está en la Trascendencia o, en otras palabras, que es D.ios quien ordena observar las leyes éticas. No soy especialista en teología cristiana o musulmana, y por lo tanto no puedo entrar en ese terreno. En lo que concierne a la teología judía, una reflexión elemental nos lleva a conclusiones mucho más matizadas. En efecto, si bien hay grandes autores que afirman solemnemente el origen divino de las leyes éticas y morales,* otros afirman con vigor que la ley ética es un valor en sí, y hasta llegan afirmar que el mismo D.ios se somete a la ley del bien y de la virtud.

Los textos bíblicos fundadores son absolutamente elocuentes en este sentido: Abraham intercede en favor de los criminales de Sodoma, y apostrofa a D.ios: “Tú no puedes hacer tal cosa: dejar morir al justo con el malvado, y que corran parejas el uno con el otro. Tú no puedes. El juez de toda la tierra ¿va a fallar una injusticia?” (Génesis 18, 25).

Quisiera detenerme ahora en otro texto que nos interpela con mucha fuerza. Se trata de la exigencia de los gabaonitas de vengarse en los descendientes del rey Saúl, quien los había perseguido injustamente. El rey David trata desesperadamente de ofrecerles una compensación: oro, plata... Los gabaonitas lo rechazan y reclaman la aplicación de la ley de lasangre. El Talmud es muy consciente de este conflicto absolutamente dramático: dos leyes éticas fundamentales están en contradicción. Si bien es cierto que se faltó a lapalabra dada a los gabaonitas por el Rey Saúl ( y sus predecesores), y que, por lo tanto, el pedido de reparación presentado por los perseguidos se funda en derecho, no es menos cierto que los nietos del rey Saúl no son para nada culpables de la falta cometida por su abuelo. Finalmente, el rey David resuelve entregar a los Gabaonitas siete jóvenes príncipes descendientes de la familia real destituida, que son asesinados por razones de Estado. El Talmud se cuestiona seriamente esta infracción del rey David al deber ético, y su dolorosa decisión, en la que privilegia la palabra empeñada por encima del respeto a la vida de inocentes.

No creo que la decisión del rey David pudiera considerarse hoy una opción ética válida. ¡Todo lo contrario ! Y no porque los valores fundamentales de la espiritualidad hayan cambiado, sino porque algunos de ellos han tomado un lugar preponderante en la idea general que tienen los adeptos a la religión judía de la ética del judaísmo.

IV

Indudablemente, puede parecer presuntuoso permitirse juzgar hoy la actitud del rey David -el Rey-Mesías- frente a los gabaonitas. Es evidente que los deberes éticos siguen basándose en los principios difundidos por la Biblia hebrea, pero nuestra concepción ha evolucionado mucho.

Quisiera ilustrar mis palabras con la posición de las religiones del Libro frente a la pena de muerte. En muchas circunstancias, la Biblia hebrea se pronuncia a favor de la pena de muerte como sanción de un crimen (asesinato, violación, idolatría...). Sin embargo, ya en el siglo II, Rabi Akiba dijo que la pena de muerte debía ser teórica, y que si él hubiera sido convocado a integrar los tribunales penales de la historia del pueblo hebreo, jamás unacondena a muerte habría sido dictada, y menos aún, ejecutada (Mishná tratado Maccot, fin del capítulo 1; Talmud de Babilonia, tratado Maccot 7 A). Para su honor, el Estado de Israel se ha mantenido fiel a esta enseñanza talmúdica, a pesar del terrorismo ciego que sigue castigando a ese Estado. Desde la proclamación de su Independencia en 1948, no se dictó ninguna condena a muerte, con excepción de la de Adolf Eichmann por crímenes imprescriptibles contra la humanidad.

No obstante, durante largos siglos, las sociedades civiles, al igual que las religiones monoteístas (salvo el judaísmo), han admitido que la pena de muerte era el justo castigo para un crimen, sin que esto haya interpelado sus conciencias. En Francia, la guillotina era un espectáculo al que se invitaba a asistir al pueblo, y sólo en 1981 se votó la abolición de la pena de muerte. Los Estados Unidos se interrogan con justa razón sobre el mantenimiento de la pena de muerte. Tanto el Papa como otras autoridades religiosas han intervenido recientemente para intentar, lamentablemente en vano, salvar a condenados a muerte cuya culpabilidad no era del todo segura. Sumemos nuestras voces a estas eminentes personalidades, y exijamos todos juntos la abolición de la pena de muerte en todo el mundo.

¿Podemos decir que los deberes éticos han cambiado? No, no lo creo. Por el contrario, podemos afirmar que algunos sucesos de la conciencia colectiva nos llevan - por desgracia, con demasiada lentitud- al cumplimiento de la profecía de Isaías: “Serán vecinos el lobo y el cordero” (Is 11, 6). Esto no significa que el lobo se volverá cordero o el tigre un cabrito, sino que, según el versículo que sigue, la violencia será erradicada de toda la Montaña Santa, porque “la tierra estará llena de conocimiento de D.ios, como cubren las aguas el mar”. En ese momento, por supuesto, la pena de muerte no será más que un vestigio obsoleto de una humanidad librada a la violencia, que adoptaba lo que suponía una actitud de legítima defensa.

Quisiera dar un ejemplo más: como sabemos, Hillel el Viejo ( siglo I antes de la era cristiana) instituyó el Prusbul. El mandato bíblico ordena perdonar las deudas al séptimo año (Deuteronomio 15, 1 ss.) y recomienda : “Cuida de no abrigar en tu corazón estos perversos pensamientos: ‘Ya pronto llega el año séptimo, el año de la remisión’, para mirar con malos ojos a tu hermano pobre y no darle nada; él apelaría al Señor contra ti y te cargarías con un pecado. Cuando le des algo, se lo has de dar de buena gana, que por esta acción te bendecirá el Señor tu D.ios en todas tus obras y en todas tus empresas” (Dt 15, 9-10).

Y sin embargo, a pesar de todo, las personas necesitadas no encontraban almas suficientemente generosas que les prestaran dinero el sexto año arriesgándose a perder ese dinero al séptimo año. Por eso Hillel inventó un sistema que sometía las deudas a la autoridad del tribunal rabínico que, al no ser más que un intermediario, podía exigir el reembolso después del séptimo año, enfrentando de este modo la ley de hierro impuesta por los ricos a los pobres, y permitiendo a estos últimos encontrar una ayuda material para poder sobrevivir con sus familias.

V

En la misma línea, siguiendo las reflexiones que acabo de resumir, quisiera subrayar una conclusión que es evidente: el papel decisivo, hoy aún más que antes, del hombre de religión. Cada vez que se menosprecia la dignidad del hombre, cada vez que se violan los derechos humanos, tenemos el deber de hacer oír nuestras voces, de gritar nuestra indignación.

Ahora querría referirme al comentario rabínico de la profecía de Malaquías. Esto nos dice el profeta: “Sabréis así que yo os dirigí esta orden para que subsistiera mi alianza con Leví, ha dicho el Señor de los ejércitos. Mi alianza era con él vida y paz... La ley de verdad estaba en su boca, e iniquidad no se hallaba en sus labios; en paz y en rectitud caminaba conmigo, y a muchos recobró de la culpa. Pues los labios del sacerdote guardan la ciencia, y la Ley se busca en su boca, porque él es el mensajero del Señor de los ejércitos” (Malaquías 2, 4 ss.).

El Midrash interpreta así este último versículo: Si el Levita, o sea el hombre que fue investido con el sacerdocio, mantiene todos esos valores éticos, si la Torá de la verdad está en su boca y ninguna palabra de iniquidad sale de sus labios, si camina con D.ios en paz y en rectitud y trae a muchos pecadores al camino de la salvación, entonces es digno de ser el Levita -el hombre de D.ios-, y en eso se parece al ángel del Señor Sebaot. Pero si no se parece al ángel del Señor Sebaot, es decir que su conducta ética deja que desear, si su boca no dice siempre la ley de la verdad, y sus labios formulan palabras perversas, entonces no es digno de sufunción (Talmud de Babilonia, tratado Haguiga 15 B).

En la actualidad, cuando muchos miembros de nuestras sociedades se preguntan seriamente cuáles son los deberes éticos y el sentido de su compromiso espiritual, los hombres de religión deben efectuar un examen de conciencia fundamental. Somos interpelados en lo más profundo de nuestro ser, porque tomamos conciencia de nuestra extrema debilidad. No disponemos, en efecto, de ningún poder. Pero precisamente de esa debilidad última debemos extraer las fuerzas para llevar a cabo una verdadera revolución espiritual, pues existe a nuestro alrededor mucha gente que cumple, aun sin saberlo, la profecía de Amós:

“He aquí que vienen días, oráculo del Señor,

en que yo mandaré hambre a la tierra,

no hambre de pan, ni sed de agua,

sino de oír la palabra del Señor.” (Am 8,2)

También debemos tener el coraje de decir a aquellos de nosotros que se han alejado del recto camino, que deben sacar de ello consecuencias definitivas. Recordemos aquí la regla de oro que estableció Maimónides, inspirada en los textos talmúdicos: “un Sabio versado en la ciencia del judaísmo, o un Príncipe, o un Presidente del Tribunal Rabínico, que ha cometido actos contrarios a la ley, no debe ser condenado públicamente, a menos que haya cometido una profanación del Nombre, como lo hizo Jeroboam cuando murió el rey Salomón. Pero, tiene que recibir -discretamente- el castigo correspondiente a su falta... Sus colegas deben decirle: “ no profanes el honor que es el tuyo; de ahora en adelante quédate en tu casa”, es decir: hay que prohibirle ejercer sus funciones e incluso enseñar... (Maimónides, "Leyes relativas al estudio de la Tora" cap.7, § 1).

Si tenemos ese coraje, si nuestro espíritu de cuerpo no es más fuerte que la búsqueda de la verdad y la necesidad de ser un ejemplo luminoso para el conjunto de la comunidad, podemos confiar en un porvenir radiante dentro del respeto de los deberes éticos y la alegría de servir a D.ios, el Señor de la misericordia.

Además, como no tenemos ningún poder -fuera del que proviene de nuestra misión-, nos corresponde interpelar, cuando a conciencia lo consideremos necesario, a los dirigentes de nuestros países, y a través de ellos, a los dirigentes de todo el mundo. Quisiera rendir homenaje al testimonio de un amigo eminente, prematuramente desaparecido: el cardenal Eyt, arzobispo de Burdeos. Durante el proceso Papon -ese siniestro secretario general de la Prefectura de Gironde que entregó a los judíos de Burdeos para ser deportados-, el cardenal dijo y repitió en voz alta e inteligible: “Existe, por encima de todo -por encima de las leyes- una ley moral que obliga a la objeción, en ciertos casos a la desobediencia, e incluso a la resistencia...”

Permítaseme decir, para finalizar, que el papel del diálogo interreligioso en la definición de nuestros deberes éticos y nuestra afirmación de la espiritualidad, es primordial: si no hay diálogo, algunos criminales, o gurúes improvisados, tratarán de introducirse entre las fallas e intersticios que puedan existir entre las nuestras respectivas enseñanzas. Este es quizás el momento de proclamar: "Hombres de espiritualidad de todos los países y de todas las religiones, uníos para dar el ejemplo de la paz, de la fraternidad, del amor al prójimo y del respeto a la imagen de D.ios que todo ser humano lleva dentro de sí". Aquí, esta noche, cristianos y judíos fraternalmente unidos, tratemos de dar el ejemplo.

Entonces se cumplirá la profecía de Zacarías:

“Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión

pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo del Señor.

Muchas naciones se unirán al Señor aquel día:

serán para mí un pueblo y yo moraré en medio de ti...

Poseerá el Señor a Judá, porción suya en la Tierra Santa,

Y elegirá de nuevo a Jerusalén.

¡Silencio toda carne delante del Señor,

porque él se despierta de su santa Morada!” (Za 2,14 ss.)

*) Véase el excelente artículo de Daniel Teitman y Avi Sagui (Schweitzer) titulado : Dependencia de la moral con respecto a la religión en la tradición judía, en una colección que acaba de aparecer, Universidad Bar Ilan, 2001 (1ª edición: 1993), pp. 115-144.

Editorial remarks

El gran rabino René-Samuel Sirat ofreció esta conferencia el 8 de julio de 2001, en la apertura del encuentro anual del Consejo Internacional de Cristianos y Judíos (ICCJ), realizado en Montevideo, Uruguay.
Traducción del francés: Silvia Kot