El virus mutante: para entender el antisemitismo

Discurso del ex gran rabino de Gran Bretaña y de las United Hebrew Congregations of the Commonwealth, Lord Jonathan Sacks, en la Conferencia “El futuro de las comunidades judías en Europa”, organizada por el Parlamento Europeo.

27 de septiembre de 2016

El odio que empieza con los judíos nunca termina en los judíos. Eso es lo que quiero que entendamos hoy. No fueron solo los judíos quienes sufrieron bajo Hitler. No fueron solo los judíos quienes sufrieron bajo Stalin. No son solo los judíos quienes sufren bajo ISIS o Al Qaeda o la Yihad islámica.

Cometemos un gran error si pensamos que el antisemitismo solo es una amenaza para  los judíos. Es, antes que nada, una amenaza para Europa y para las libertades que nos llevó siglos conseguir.

El antisemitismo no tiene que ver con los judíos. Tiene que ver con los antisemitas. Tiene que ver con personas que no pueden aceptar la responsabilidad de sus propios fracasos y necesitan culpar a otros por eso. Históricamente, si usted fuera un cristiano de la época de las Cruzadas, o un alemán posterior a la Primera Guerra Mundial, y viera que el mundo no marcha en la dirección que usted deseaba, culparía por ello a los judíos. Eso es lo que sucede en la actualidad. Y es muy peligroso. No solamente para los judíos sino para todos los que valoran la libertad, la misericordia y la humanidad.

El surgimiento del antisemitismo en una cultura es el primer síntoma de una enfermedad, una temprana señal de advertencia de un colapso colectivo. Si Europa permite que prospere el antisemitismo, será el principio del fin de Europa. Y lo que quiero hacer con estos breves comentarios es simplemente analizar un fenómeno lleno de imprecisiones y ambigüedades, porque necesitamos precisión y discernimiento para saber qué es el antisemitismo, por qué se produce y por qué los antisemitas están convencidos de que no son antisemitas.

En primer lugar, permítanme definir “antisemitismo”. No simpatizar con los judíos no es antisemitismo. Todos tenemos gente con la que no simpatizamos. Eso es natural, es humano, no es peligroso. En segundo lugar, criticar a Israel no es antisemitismo. Hace poco estuve hablando con unos colegiales en Gran Bretaña y me preguntaron: ¿criticar a Israel es antisemitismo? Respondí que no y expliqué la diferencia. Les pregunté: ¿Ustedes creen que tienen derecho a criticar al gobierno británico? Todos levantaron la mano. Entonces pregunté: ¿Quién de ustedes cree que Gran Bretaña no tiene derecho a existir? Ninguno levantó la mano. Ahora entienden la diferencia, les dije. Y todos entendieron.

Antisemitismo significa negarles a los judíos el derecho a existir colectivamente como judíos con los mismos derechos que todos los demás. Adoptó distintas formas en distintas épocas. En la Edad Media, odiaban a los judíos por su religión. En el siglo XIX y principios del siglo XX, los odiaban por su raza. Hoy los odian por su Estado nacional, el Estado de Israel. El antisemitismo adopta distintas formas pero sigue siendo lo mismo: la idea de que los judíos no tienen derecho a existir como seres humanos libres e iguales a los demás.

Si hay algo que yo y mis contemporáneos no esperábamos era que resurgiera el antisemitismo en Europa, con la memoria viviente del Holocausto. No lo esperábamos porque Europa había realizado el mayor esfuerzo colectivo de toda la historia para garantizar que el virus del antisemitismo nunca volviera a infectar el cuerpo político. Fue un esfuerzo magnífico de legislación antirracista, educación sobre el Holocausto y diálogo interreligioso. Y a pesar de todo eso, el antisemitismo volvió.

El 27 de enero de 2000, representantes de 46 gobiernos de todo el mundo se reunieron en Estocolmo para emitir una declaración colectiva sobre el recuerdo del Holocausto y la lucha permanente contra el antisemitismo, el racismo y los prejuicios. Luego vino el 11 de septiembre y en pocos días se inundó internet con teorías conspirativas que afirmaban que había sido obra de Israel y su servicio secreto, el Mossad. En abril de 2002, en Pésaj, yo estaba en Florencia con una pareja judía de París cuando ellos recibieron una llamada telefónica de su hijo, que les dijo: “Mamá, papá, debemos irnos de Francia. Ya no estamos seguros aquí”.

En mayo de 2007, en una reunión privada aquí en Bruselas, les dije a los tres líderes de Europa de ese momento, Angela Merkel, presidenta del Consejo Europeo, José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, y Hans-Gert Pöttering, presidente del Parlamento Europeo, que los judíos de Europa estaban empezando a preguntarse si había un futuro para los judíos en Europa.

Pasaron más de nueve años. Desde entonces, las cosas empeoraron. Ya en 2013, antes de algunos de los peores incidentes, la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea observó que casi un tercio de los judíos de Europa estaba pensando en emigrar por el antisemitismo. En Francia eran el 46 %, y en Hungría, el 48 %.

¿Se quedarían ustedes en un país en el que sus hijos necesitaran protección armada en la escuela?

Permítanme preguntarles eso. Sean ustedes judíos o cristianos o musulmanes: ¿se quedarían en un país en el que necesitaran que la policía los cuidara mientras rezan? ¿O sus hijos necesitaran que guardias armadas los protegieran en la escuela? ¿O corrieran el riesgo de ser atacados por llevar el signo de su fe en público? ¿O, al ir a la universidad, sus hijos fueran insultados e intimidados por cosas que pasan en alguna otra parte del mundo? ¿O, al expresar su propio punto de vista sobre la situación, fueran abucheados y silenciados?

Esto les pasa a muchos judíos en Europa. En todos los países de Europa, sin excepción, los judíos temen por su futuro o el de sus hijos. Si esto sigue así, los judíos seguirán abandonando Europa, hasta que, salvo los más débiles y los ancianos, Europa quede finalmente judenrein.

¿Cómo sucedió esto? Sucedió del modo en que los virus derrotan al sistema inmune humano: mutando. El nuevo antisemitismo es diferente al viejo antisemitismo, de tres maneras. Ya mencioné una. En una época, odiaron a los judíos por su religión. Luego los odiaron por su raza. Ahora los odian por su Estado nacional. La segunda diferencia es que el epicentro del viejo antisemitismo era Europa. Hoy es el Medio Oriente, y se transmite a todo el planeta a través de los nuevos medios de comunicación electrónicos.

La nueva justificación para el antisemitismo son los derechos humanos

La tercera diferencia es particularmente inquietante. Permítame explicarlo. Odiar es fácil, pero justificar el odio públicamente es difícil. A través de la historia, cuando las personas trataron de justificar el antisemitismo, lo hicieron con recurso a la más alta fuente de autoridad que había en la cultura. En la Edad Media, era la religión. Así hubo un antijudaísmo religioso. En la Europa post-Ilustración era la ciencia. Y surgió la doble base de la ideología nazi: el darwinismo social y el presunto estudio científico de la raza. En la actualidad, la más alta fuente de autoridad en todo el mundo son los derechos humanos. Por eso, el Estado de Israel — la única democracia en pleno funcionamiento del Medio Oriente, con una prensa libre e independencia judicial — es regularmente acusado de los cinco pecados cardinales contra los derechos humanos: racismo, apartheid, crímenes contra la humanidad, limpieza étnica y tentativa de genocidio.

El nuevo antisemitismo ha mutado tanto que quien lo practica puede negar que es  antisemita. Después de todo, dirá, no soy racista. No tengo ningún problema con los judíos ni con el judaísmo. Sólo tengo un problema con el Estado de Israel. Pero en un mundo con 56 naciones musulmanas y 103 naciones cristianas, hay un solo Estado judío, Israel, que constituye un cuarto del uno por ciento de la superficie del Medio Oriente. Israel es el único de los 193 países miembros de las Naciones Unidas al que se le impugna con frecuencia su derecho a existir, además de que un Estado, Irán, y muchos, muchos otros grupos buscan su destrucción.

Antisemitismo significa negarles a los judíos el derecho de existir como judíos con los mismos derechos que los demás. Hoy tiene la forma del antisionismo. Por supuesto, hay una diferencia entre sionismo y judaísmo, y entre judíos e israelíes, pero esta diferencia no existe para los nuevos antisemitas. Eran judíos, no israelíes, los que fueron asesinados en los ataques terroristas de Toulouse, París, Bruselas y Copenhague. El antisionismo es el antisemitismo de nuestro tiempo.

En la Edad Media, acusaban a los judíos de envenenar pozos de agua, propagar la peste y matar niños cristianos para usar su sangre. En la Alemania nazi, los acusaban de controlar tanto a los Estados Unidos capitalistas como a la Rusia comunista. Hoy los acusan de manejar a ISIS y también a los Estados Unidos. Se reciclaron todos los antiguos mitos, desde el libelo de sangre hasta los Protocolos de los Sabios de Sion. Las caricaturas que inundan el Medio Oriente son idénticos a las que se publicaban en Der Stürmer, uno de los principales difusores de la propaganda nazi entre 1923 y 1945.

El arma más reciente del nuevo antisemitismo es brillante en su simplicidad. Consiste en este argumento: el Holocausto nunca debe volver a suceder. Pero los israelíes son los nuevos nazis; los palestinos son los nuevos judíos; todos los judíos son sionistas. Por lo tanto, los verdaderos antisemitas de nuestro tiempo no son otros que los propios judíos. Y estas no son ideas marginales. Están ampliamente difundidas en el mundo musulmán, incluyendo a comunidades en Europa, y están infectando lentamente a la extrema izquierda, a la extrema derecha, a los círculos académicos, a los sindicatos e incluso a algunas Iglesias. Después de haberse curado del virus del antisemitismo, Europa está siendo infectada por partes del mundo que nunca realizaron el examen de conciencia que emprendió Europa cuando se conocieron los hechos del Holocausto.

El antisemitismo es una distorsión cognitiva de algunos grupos

¿Cómo llegaron a creerse semejantes absurdos? Este es un tema vasto y complejo, y escribí un libro sobre eso, pero la explicación más sencilla es esta. Cuando a un grupo le pasan cosas malas, sus miembros pueden hacerse una de estas dos preguntas: “¿Qué hicimos mal?” o “¿Quién nos hizo esto?” Todo el destino del grupo dependerá de la pregunta que elija.

Si pregunta “¿Qué hicimos mal?”, habrá iniciado la autocrítica fundamental para una sociedad libre. Si pregunta “¿Quién nos hizo esto?”, se habrá definido a sí mismo como una víctima. Buscará entonces un chivo expiatorio para culparlo por todos sus problemas. Clásicamente, han sido los judíos.

El antisemitismo es una forma de distorsión cognitiva y se produce cuando algunos grupos sienten que su mundo escapa a su control. Empezó en la Edad Media, cuando los cristianos vieron que el Islam los derrotaba en lugares que ellos consideraban suyos, especialmente Jerusalén. Eso sucedió cuando, en 1096, mientras se dirigían a Tierra Santa, los cruzados se detuvieron para masacrar antes a las comunidades judías del norte de Europa. Nació en Medio Oriente en los años 1920 con el colapso del Imperio Otomano. Resurgió en Europa en los años 1870 durante un período de recesión económica y nacionalismos renacientes. Y vuelve a aparecer ahora en Europa por los mismos motivos: recesión, nacionalismo, y una reacción negativa contra los inmigrantes y otras minorías. El antisemitismo ocurre cuando la política de la esperanza es reemplazada por una política del miedo, que pronto se transforma en política del odio.

Esto reduce problemas complejos a simplificaciones.  Divide el mundo en blanco y negro, poniendo toda la culpa en un lado y toda la victimización en el otro. Señala a un grupo entre centenares de ofensores para culparlo. El argumento es siempre el mismo. Nosotros somos inocentes; ellos son culpables. Se llega entonces a la conclusión de que si nosotros queremos liberarnos, ellos, los judíos o el Estado de Israel, deben ser destruidos. Así empiezan los grandes crímenes.

Los judíos fueron odiados porque eran diferentes. Eran la minoría no-cristina más conspicua de la Europa cristiana. Hoy constituyen la presencia no-musulmana más conspicua del  Medio Oriente islámico. El antisemitismo siempre tuvo que ver con la incapacidad de un grupo de darle un lugar a la diferencia. Ningún grupo que lo adopte podrá crear nunca una sociedad libre.

Termino entonces como empecé. El odio que empieza con los judíos nunca termina en los judíos. El antisemitismo tiene que ver solo en forma secundaria con los judíos. Tiene que ver en primer lugar con grupos incapaces de aceptar la responsabilidad de sus propios fracasos y construir su propio futuro con su propio esfuerzo. Ninguna sociedad que fomentó el antisemitismo defendió nunca la libertad ni los derechos humanos ni la libertad religiosa. Una sociedad impulsada por el odio empieza tratando de destruir a sus enemigos, pero termina destruyéndose a sí misma.

La Europa de hoy no es fundamentalmente antisemita. Pero permitió que el antisemitismo entrara a través de los nuevos medios de comunicación electrónicos. No supo reconocer que el nuevo antisemitismo es diferente del viejo.

Ustedes saben dónde termina el camino: no vuelvan allí

Hoy no estamos de vuelta en los años 1930. Pero nos estamos acercando a 1879, cuando Wilhelm Marr fundó la Liga de Antisemitas en Alemania; a 1886, cuando Édouard Drumont publicó La France Juive; y a 1897, cuando Karl Lueger asumió como alcalde de Viena. Hubo momentos clave en la propagación del antisemitismo, y hoy debemos recordar que lo que se ha dicho en esos momentos sobre los judíos se dice hoy sobre el Estado judío.

La historia de los judíos en Europa no ha sido siempre una historia feliz. El trato que Europa les dio a los judíos agregó algunas palabras al vocabulario humano: disputa, conversión forzada, inquisición, expulsión, auto da fe, ghetto, pogrom y Holocausto. Todas estas palabras fueron escritas con lágrimas judías y sangre judía. A pesar de todo eso, los judíos amaron a Europa y le ofrecieron algunos de sus más grandes científicos, escritores, académicos, músicos, formadores de la mentalidad moderna.

Si Europa se deja arrastrar nuevamente camino abajo, esta será la historia que se contará en los tiempos futuros. Primero vinieron por los judíos. Después por los cristianos. Después por los gays. Después por los ateos. Hasta que no quedó nada del alma de Europa, salvo una memoria distante, agónica.

Hoy he tratado de darles voz a los que no tienen voz. Hablé en nombre de los gitanos, los gays, los disidentes, los discapacitados físicos y mentales asesinados, y del millón y medio de niños judíos asesinados por la religión de sus abuelos. En su nombre, les digo: ustedes saben dónde termina el camino. No vuelvan allí.

Ustedes son los líderes de Europa. El futuro de Europa está en sus manos. Si no hacen nada, los judíos se irán, la libertad europea morirá y habrá una mancha moral sobre el nombre de Europa que no se borrará en toda la eternidad.

Detengan esto ahora, mientras aún hay tiempo.

Editorial remarks

Traducción del inglés: Silvia Kot.