El judaísmo se encuentra con el cristianismo por primera vez... nuevamente
Irwing Greenberg
Con la publicación de "Dabru Emet", por primera vez en más de 1900 años, importantes líderes del judaísmo y del cristianismo se ponen frente a frente, viéndose mutuamente como servidores del mismo Dios, incluso como miembros de un pueblo de Alianza, independientemente de las diferencias irresueltas que existen entre ellos. La transformación religiosa que dio origen a una "Declaración judía sobre los cristianos y el cristianismo" es asombrosa; sus raíces se encuentran más de dos mil años atrás.
En el primer siglo, el pueblo judío sufrió la mayor tragedia de su historia (hasta el siglo XX): la destrucción del sagrado Segundo Templo. Durante el largo exilio de la Tierra de Israel que tuvo lugar a continuación, los rabinos modelaron y remodelaron el judaísmo. La religión transformada cumplió una hazaña casi increíble: sostener una minoría sin tierra y perseguida, a través de una impresionante sucesión de vicisitudes históricas.
En aquel tumultuoso primer siglo, un pequeño grupo de judíos trabó relación con un notable, aunque oscuro maestro judío. No tuvieron demasiado éxito entre los judíos, pero cuando comenzaron a predicar a los gentiles, alcanzaron un sensacional nivel de aceptación, y con el tiempo, sus doctrinas, creencias y prácticas se fueron transformando en la religión que se conoce como cristianismo.
Después de triunfar entre los gentiles, el profundo arraigo del cristianismo en la Biblia y la tradición judías lo llevó paradójicamente a una tenaz hostilidad hacia los judíos. Como judíos creyentes, los primeros cristianos se apoyaban en la autoridad religiosa y los valores del judaísmo bíblico, una versión más temprana del judaísmo que se practicaba en esa época. Al basarse en la autoridad religiosa de un judaísmo más temprano, los cristianos se volvieron rivales de los judíos, luchando por controlar la verdadera interpretación de la tradición judía y sus pretensiones.
Los cristianos tenían que contestar una pregunta candente: si la gran mayoría de los judíos originales que conocieron a Jesús personalmente, no aceptaron la fe ahora predicada en su nombre, ¿no minaba eso las pretensiones religiosas del cristianismo? Los cristianos pudieron haber repudiado al judaísmo y sus textos religiosos. Pero para obtener crédito, la mayoría de los cristianos adhirieron a la validez de la Alianza abrahámica, sosteniendo así la eternidad de las promesas de Dios. Sin embargo, no podían concebir que Dios se ofreciera en forma plural, es decir, que la palabra de Dios se revelara a los judíos a través del judaísmo, y a los gentiles a través del cristianismo. Más bien entendían que uno de los dos, el judaísmo o el cristianismo, era la verdadera continuación del pasado, y la otra fe era, por lo tanto, una impostura.
Los cristianos resolvieron ganar el conflicto deslegitimando a los judíos y al judaísmo. ¿Los judíos rechazaron a Jesús? La explicación cristiana era que los judíos se habían vuelto arrogantes por su experiencia de ser el pueblo elegido; eran espiritualmente ciegos y religiosamente decadentes. Los judíos "no comprendían" el nuevo mensaje, y en cambio vivían una vida de legalismo, y de rituales y actos vacíos. Con el correr de los años, se empezó a pintar el comportamiento judío de colores más oscuros: se describió a los judíos como asesinos de Cristo, un pueblo culpable de deicidio; eran hijos del diablo que practicaban crímenes rituales de niños, etc. Estas percepciones cristianas llevaron a intentar convertir a los judíos, expulsarlos, o incluso, en variados arranques, matarlos. La versión cristiana más "moderada" consistía en encerrar a los judíos en ghettos, tratarlos como parias, hacerlos sufrir, pero mantenerlos vivos, hasta que finalmente se arrepintieran y se hicieran cristianos.
El judaísmo retribuyó la enseñanza del desprecio. El cristianismo fue desechado como una religión practicada por gentiles moral y culturalmente inferiores, basada en conceptos increíbles (un Dios de carne, nacimientos virginales), que degeneraba en idolatría (en las estatuas de santos o en las representaciones de la encarnación de Dios en Jesús). Dos religiones emparentadas se volvieron enemigas. Desde ese momento, cada una de ellas consideró y trató a la otra como enemiga.
Fue necesaria una extraordinaria confluencia de fuerzas para modificar esa implacable hostilidad. Un factor fue la cultura moderna, que difundió los principios de igualdad y dignidad de todas las personas. Se hizo más difícil predicar el desprecio hacia otro pueblo y tratar a su religión como intrínsecamente inferior, sin perder la propia credibilidad dentro de una cultura de dignidad humana universal.
La segunda fuerza fue el monstruoso Holocausto, con su golpe devastador a todas las creencias religiosas, combinado en el caso del cristianismo con la presunción de que las enseñanzas cristianas habían expuesto a los judíos a esa terrible crueldad y al genocidio. La tragedia desencadenó un torrente de autocríticas cristianas. Las Iglesias cristianas exhibieron una voluntad cada vez mayor de confrontar y revisar las enseñanzas clásicas que incitaban al odio hacia otros, principalmente hacia el judaísmo. Paradójicamente, la autorrectificación cristiana fue una demostración de la vitalidad espiritual del cristianismo: la autocrítica profética es una señal de fortaleza religiosa.
La tercera fuerza fue el poder cada vez mayor del secularismo, que iba erosionando las posiciones de todas las religiones. Muchos líderes religiosos llegaron a la conclusión de que era más importante establecer alianzas religiosas para derrotar al secularismo, el materialismo y la anomia, que luchar y herirse entre sí. El resultado fue la intensificación del diálogo entre las religiones, la disposición para escucharse y aprender mutuamente.
En el diálogo judeo-cristiano, la articulación del nuevo respeto del cristianismo por el judaísmo necesariamente vino primero. La pretensión cristiana de sustituir al judaísmo se encontraba en el corazón de la religión. Los estereotipos negativos estaban instalados en el mismo Nuevo Testamento y habían provocado una sistemática persecución de los judíos, al principio en las sociedades cristianas, y luego, en las seculares. La actitud de la minoría judía tuvo consecuencias mucho menos graves.
Pero el proceso mismo del diálogo, con la comunicación bidireccional que le es propia, inevitablemente condujo a los judíos a una nueva apreciación de las cualidades positivas del cristianismo. El testimonio personal, por ejemplo. Bajo el influjo del Holocausto, yo entré en el diálogo judeo-cristiano para exigir que los cristianos dejaran de propagar odio hacia los judíos invocando un Evangelio de Amor. Llegué para increpar, pero impactado por el encuentro con cristianos arrepentidos y sus testimonios religiosos, empecé a valorar al cristianismo por su autopurificación ejemplar y la vitalidad de su vida religiosa.
Ahora tenemos una "Declaración judía sobre los cristianos y el cristianismo", la más positiva manifestación sobre el cristianismo jamás realizada por un grupo judío comprometido. Declara en forma inequívoca que los cristianos adoran al Dios de Israel y se nutren legítimamente de la Biblia Hebrea, a pesar de nuestras diferencias. La declaración afirma la ética cristiana y celebra la posibilidad de una asociación entre judíos y cristianos por la justicia y la paz. Evalúa la culpa cristiana en el Holocausto, y separa correctamente al cristianismo del nazismo.
Los autores tuvieron la valentía de anular el miedo a una creciente asimilación, a los matrimonios mixtos y a una actividad misionera cristiana, que pudieran tener lugar por causa de esas manifestaciones positivas. Esta Declaración será resistida por los ortodoxos y otros judíos tradicionales que se han opuesto al diálogo teológico y siguen manteniendo el rechazo judío a las pretensiones anteriores del cristianismo. Será resistida por muchos judíos seculares, cuya memoria judía residual les provoca una reacción repentina de temor y cólera hacia el cristianismo. Esos dos grupos llevan las heridas abiertas de los dos milenios pasados. Esta Declaración puede ser aprovechada por fundamentalistas cristianos para avanzar en sus esfuerzos misioneros, o los puede asustar, porque su subtexto es una afirmación pluralista de la Alianza eterna del judaísmo, que la mayoría de los cristianos tradicionales son todavía incapaces de imaginar.
De todos modos, esta Declaración es histórica, un gesto inaugural. Paradójicamente, esta afirmación sobre el cristianismo muestra que la vitalidad del judaísmo no ha decaído; también él puede autorrectificarse. Finalmente, la piedra de toque de la integridad del judaísmo en respuesta al Holocausto reside en su capacidad de autodepurarse de actitudes que revelen odio, y neutralizar textos clásicos que puedan generar desprecio hacia otros. El hecho de que los judíos y los cristianos puedan superar siglos de recelo, ira y odio, constituirá un importante testimonio del poder de purificación y paz que poseen en su interior. Seguramente, el Dios de Israel y del mundo, cuya voluntad fue (así lo creo) llegar a los gentiles directamente (aunque no exclusivamente) por medio de un judío llamado Jesús, estará complacido.