El carácter histórico de la "revelación bíblica"

El encuentro entre las religiones es un problema fundamental de la civilización mundial. Pero hay que señalar inmediatamente que la "revelación bíblica" debe distinguirse de todas las demás religiones, sea cual sea su diversidad. Porque la "revelación bíblica" se diferencia por su historicidad. La revelación se cumple en la historia y a través de la historia.

El carácter histórico de la "revelación bíblica"

Jean-Marie Lustiger

El encuentro entre las religiones es un problema fundamental de la civilización mundial. Pero hay que señalar inmediatamente que la "revelación bíblica" debe distinguirse de todas las demás religiones, sea cual sea su diversidad. Porque la "revelación bíblica" se diferencia por su historicidad. La revelación se cumple en la historia y a través de la historia.

Con la expresión "revelación bíblica" me refiero al judaísmo -no solamente el de la Antigüedad, sino también toda la tradición rabínica- y al cristianismo en la multiplicidad de sus formas antiguas y contemporáneas. Incluir al islam en este vocablo llevaría a un debate complejo en el que no entraré, por falta de tiempo.

Al afirmar las diferencias entre la tradición bíblica y todas las demás religiones, tomo distancia del enfoque más difundido de la ciencia de las religiones, construida como saber universitario desde el siglo XIX. Esta Religions Wissenschaft elabora un concepto genérico de la religión. Busca los elementos constitutivos de todas las religiones, por ejemplo : "el mito y el rito", o "lo sacro y lo profano". También estudia el papel de la religión en el funcionamiento de las sociedades, etc. Este método plantea como hipótesis inicial, no sometida a la crítica, y por lo tanto, tampoco establecida, que la categoría de "religión" tiene une validez universal independientemente del contenido de cada una de ellas. El análisis del contenido de las religiones que reivindican la "revelación bíblica" muestra su diferencia con todas las demás religiones. Propongo que analicemos una de las características de esa diferencia: su historicidad.

Detengámonos en dos momentos decisivos de la "revelación bíblica":

  • la creación del mundo
  • el don de la Ley a Moisés.

 

1. La creación del mundo

¿Qué significa ese "comienzo", ese bereshit, ese "encabezamiento" en el cual Dios Elohim crea el cielo y la tierra?

Esas primeras palabras describen el encuentro de lo Increado con su criatura a la que le dará la existencia. Un encuentro literalmente inimaginable, pues está más allá de lo que pueda concebir el hombre. Pero lo más extraordinario de ese relato es que el acto creador de Dios se desarrolla en una cronología rigurosa y significativa: los siete días.

Todas las demás cosmogonías, los relatos de génesis del mundo y del hombre, encadenan acontecimientos míticos que tienen un valor de explicación causal. En el relato bíblico, los días sólo obedecen a la necesidad de un orden numérico: "primer día", "segundo día". Ésta es la manera hebrea de nombrar los días, que conservan los evangelios en griego cuando hablan del "primer día de la semana" (Mt 28, 1; Mc 16, 2. 9; Lc 24, 11; Jn 20, 1), que nosotros llamamos "domingo".

Además, así como a cada día se le atribuye una obra en particular, el séptimo es presentado como el día en que Dios Elohim completa su obra, el séptimo día en el cual descansa, el séptimo día que Él bendice y consagra.

El tiempo es estructurado así por el encuentro entre Dios y el hombre a quien Él creó "a su imagen y semejanza" en el sexto día: el tiempo está habitado en común por Dios y el hombre. El séptimo día aparece como la eternidad presente en el tiempo, ya que ese día Dios descansa, y como el tiempo presente en la eternidad, ya que Dios introduce al hombre en la eternidad cuando le ordena compartir su descanso.

La característica de este relato es unir el tiempo y la eternidad -la eternidad en el tiempo y el tiempo en la eternidad-, unir a la criatura nacida del acto creador con lo Increado.

La manera numérica, y por lo tanto, abstracta de denominar a cada uno de los días es marcado por la palabra del Creador increado. Su acto se enuncia en presente, y esto significa su eternidad en el tiempo. Dios-Elohim crea -"Bara" en presente-, mientras que el orden que pronuncia a continuación está en futuro.

De este modo, la "revelación bíblica" inscribe en el tiempo de la historia el comienzo surgido de la eternidad de Dios.

Más aún, a partir de esas primeras líneas de la Biblia, Dios, desde su eternidad, le da al hombre un mandamiento, que éste, "creado a imagen y semejanza" de Dios, deberá cumplir libremente. Por eso, en su docilidad a esa palabra que escuchó y entendió, el hombre participará humanamente en la acción divina que le dio la existencia, y que lo invita a compartir el descanso de Dios.

Una vez más, el tiempo se convierte en el lugar donde el hombre se santifica mediante el libre cumplimiento del mandamiento recibido, y así se hace semejante a Dios, el Único Santo: "Sed santos, porque yo soy santo" (Lv 19, 2). Desde el comienzo, el hombre debe escuchar y actuar: así cumple su vocación humana e inaugura el tiempo de la historia. En el transcurso de esta historia, Dios no dejará de revelarse a través de lo que Él hace por el hombre; y en el transcurso de esta historia, el hombre no dejará de descubrir a Dios, al cumplir lo que Dios le ordena.

Lo que se lee desde la primera página de la Biblia, se manifiesta, pues, plenamente, a través de la salida de Egipto y del don de la Ley.

 

2. El don de la Ley

Al revelarse, Dios transforma a aquél a quien elige revelarse.

Debemos reflexionar sobre ese otro momento decisivo de la "revelación bíblica": cuando Dios le entrega sus mandamientos a su pueblo. Aquí tocamos otra esfera de la naturaleza humana, que se llama comúnmente "conciencia moral". El don de la Ley en el Sinaí retoma dentro de la Alianza el mandamiento entregado al hombre desde el origen como luz para su vida. Al darle a Israel la totalidad de sus mandamientos, Dios despliega la revelación de su santidad.

Esto ilumina el carácter histórico de la "revelación bíblica" en varios sentidos: señalaré dos, basándome en las palabras del Levítico que he citado: "Sed santos, porque yo soy santo".

- Estos mandamientos son entregados a Israel como una misión de santidad. ¿Es una misión particular? Sin duda. ¿Es una misión exclusiva ? Lo es, hasta cierto punto, puesto que convierte a Israel en un pueblo sacerdotal. Esa misión lo destina a cumplir para todo el mundo, para toda la humanidad, a lo largo de los siglos, la intercesión sacerdotal. Se puede decir que en el origen Adán recibió de Dios, su Creador, la misión de ser el sacerdote del mundo mediante el "dominio" sobre toda la creación. Adán deberá glorificar a Dios por toda la creación, darle gracias, hacer su voluntad. Pero por causa del pecado, los hombres se sustraen a esta misión.

Al llamar a Israel, Dios instituye entonces a su pueblo como sacerdote para el mundo y en el mundo. Así, la singularidad de este pueblo es el instrumento del designio universal de Dios.

Al entregar los mandamientos, Dios pone en manos de su pueblo su designio de salvación. Ésta es la trama oculta de la historia de los hombres, que con toda justicia se llama "historia sagrada".

- La frase "Sed santos, porque yo soy santo", también nos lleva a la conclusión de que los mandamientos nos revelan quién es Dios, ya que Él le ordena al hombre actuar como actúa Él mismo. Podemos preguntarnos entonces legítimamente cómo el hecho de cumplir les mandamientos le permite al hombre descubrir a Aquel que se los entrega.

Tomaré un solo ejemplo : "No matarás". Puede parecer ingenuo formular la pregunta: "¿Cómo observa Dios mismo su propio mandamiento?". En todo caso, podemos decir que Dios entrega este mandamiento en función de lo que Él es y de lo que Él hace por el hombre. En efecto, Dios crea, da la vida. No es el autor de la muerte. Por eso da el mandamiento: "No matarás". La causa de la muerte es el hombre, al rechazar la vida, es decir, la obediencia a la ley divina. Al hombre le falta descubrir todavía qué significa para él "dar la vida" negándose a matar.

Así, al obedecer a la Ley en su forma de actuar, el hombre de fe manifiesta en la historia quién es Dios. Este carácter histórico le confiere una importancia singular a la dimensión moral de la vida de los hombres "creados a imagen y semejanza de Dios". Aquí aparece claramente el significado del actual debate sobre las cuestiones éticas: este debate, iniciado en el origen por la fascinación ejercida por el Árbol del conocimiento del bien y del mal, no tiene salida a menos que el camino sea trazado por la obediencia a los mandamientos.

La estructura de la revelación que acabo de describir es la de la fe de los cristianos. Las enseñanzas del Nuevo Testamento se inscriben en la línea de la "revelación bíblica". Bastaría mencionar el Prólogo del Evangelio de San Juan, que reúne, en una misma meditación, la creación del mundo, la obra de la Redención, y la luz que confiere a los hombrees la Palabra de Dios.

El carácter histórico de la fe de los cristianos, tal como está expresada en el Nuevo Testamento, es aún más sorprendente por su tensión hacia el cumplimiento escatológico de la historia que nutre su esperanza.

La revelación que se inscribe en la historia de los hombres pasa por las opciones personales de los creyentes. Se desarrolla en la atormentada historia de la fidelidad de Dios y de la infidelidad de aquellos a quienes Dios eligió. Esta historia revela una infinita misericordia, la que llega a los oídos de Moisés cuando le pide a Dios que le revele su Nombre: "Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado" (Ex 34, 6-7).

Por eso, son inevitables los malentendidos cuando la revelación histórica se cruza con los caminos mediante los cuales los hombres, justamente a causa del don recibido de la creación, buscan el significado de su existencia y del mundo del que toman posesión. Esos innumerables e interminables malentendidos son muy trágicos sobre todo cuando no dejan de tentar a los mismos a quienes Dios llama a ser los testigos de su Alianza.

Quienes han recibido la "revelación bíblica" reconocieron y tratan de reconocer en las demás experiencias religiosas las maneras en que el hombre expresa su semejanza con Dios, de quien es imagen. Pero allí pueden reconocer también su propia resistencia a lo que Dios les pide, y sus propias tentaciones de idolatría.

Así miden su proximidad y su distancia con respecto a las demás religiones, mientras, por la fe que les ha sido dada, mantienen la seguridad de que Dios ama a todos los hombres. Él los creó por amor "porque es eterno su amor" (Sal 136).

New York, 28 de febrero de 2005

Editorial remarks

Traducción del francés: Silvia Kot