Discurso en el Museo del Holocausto de los Estados Unidos
(Washington, D.C., 29 de marzo de 2006)

Transcripción del discurso del cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo emérito de París, en el Museo del Holocausto de los Estados Unidos, Washington D.C.,  el 29 de marzo de 2006.

 

Discurso en el Museo del Holocausto de los Estados Unidos

(Washington, D.C., 29 de marzo de 2006)

Cardenal Jean-Marie Lustiger

Arzobispo emérito de París

 

 

 

¿Leyeron la novela “El olvidado” de Elie Wiesel, publicada en 1989? Enuncia en términos dramáticos la pregunta que inexorablemente le plantea el olvido a la memoria. Por supuesto, se trata del olvido de la Shoah. Y este Museo trabaja precisamente para preservarla del olvido. Inmediatamente surge una pregunta fundamental: ¿Qué memoria puede guardarse de un crimen tan grande? ¿Y con qué fin, para obtener qué resultado?

 


 

En primer lugar, tenemos que discernir cuidadosamente entre el trabajo de los historiadores y la memoria viva compartida por las generaciones sucesivas.

 

1) Debemos establecer rigurosamente, científicamente, la historia de ese crimen inconmensurable. Señalo aquí la importancia de los recientes descubrimientos debidos al trabajo arqueológico llevado a cabo en Polonia, en Auschwitz, por el profesor Marcello Pezzetti (Milán, Italia), gracias a la tenaz generosidad del Dr. Prasquier (París, Francia). Ellos redescubrieron e hicieron restaurar la Judenrampe, “la plataforma de los judíos”, donde llegaban los trenes y hacían descender a los deportados. Era allí donde los SS efectuaban la primera “selección” y enviaban a la mayoría de los deportados directamente a las cámaras de gas.

 

Además, gracias a un paciente cotejo de fotos aéreas, identificaron con una certeza absoluta el Bunker 1 y el Bunker 2, que fueron las primeras cámaras de gas instaladas en construcciones de granja. El terreno del Bunker 1 se ve hoy como una gran pradera rectangular rodeada por un seto, con una placa conmemorativa. Ese terreno y la construcción del Bunker 1 fueron ocupados nuevamente después de la guerra por los campesinos que había sido sus propietarios. Ellos hicieron reconstruir sus casas en el lugar de la cámara de gas del Bunker 1. Gracias a las pacientes negociaciones y el financiamiento del Dr. Prasquier, fue posible comprar otra vez ese terreno y entregarlo a las autoridades del Museo de Auschwitz.

 

También conocen ustedes el inventario sistemático de los osarios de Ucrania, donde fueron abandonados los cadáveres de un millón a un millón y medio de judíos asesinados por los Einsatzgruppen. Este inventario fue realizado por el padre Patrick Desbois, con el patrocinio de la Asociación Yahad- In Unum.

 

Este trabajo histórico permite comprobar los hechos que las autoridades nazis han ocultado sistemáticamente, y que luego las autoridades comunistas han reinterpretado en beneficio de su ideología. Esos descubrimientos constituyen la mejor y más adecuada respuesta a las teorías revisionistas inspiradas por ideologías neonazis o antisemitas.

 

 

2) La memoria viva de la Shoah es compartida por hombres y mujeres que han sufrido esa persecución demencial: los sobrevivientes de los campos de concentración, y los que han escapado a la deportación a través de la clandestinidad. Los hombres y mujeres de esa generación no necesitaban hablar mucho para entenderse entre ellos al evocar esa época y su horror.

 

Al escuchar a los sobrevivientes, me conmovía profundamente el hecho de que la mayoría de ellos se sentían como interiormente forzados a no hablar sobre esas terribles experiencias. Me emocionaba más todavía la amabilidad, la bondad que manifestaba la mayoría de ellos hacia los seres humanos. Como si, después de haber sufrido las formas más extremas del odio degradante, ahora sólo pudieran vivir y superar la desesperación alejando el odio de sus corazones. Por supuesto, nunca se me ocurrió hacerles preguntas referentes a sus verdugos o sus cómplices. Me bastaba intentar aclarar mis propios sentimientos sobre ese tema. Creo que la bondad de los sobrevivientes es el fruto paradójico de su horrorosa experiencia. Es como si el hecho de sobrevivir hubiera arrancado de su conciencia la capacidad de odiar, el afán de venganza, la fascinación de la muerte.

 

3) De esta experiencia fundamental, hay que sacar una enseñanza en lo concerniente a su transmisión a las generaciones que sólo conocen los hechos a través de los relatos históricos. (Dejo a un lado la situación absolutamente distinta de los hijos de los sobrevivientes.)

 

Aquí se plantea un problema muy difícil, abordado por la novela de Elie Wiesel que mencioné al comienzo. Hay que reconocer que la experiencia del abismo del mal sufrido no es transmisible como experiencia.

 

A propósito de esto, se ha hablado de un deber de memoria, basándose en el imperativo “Acuérdate”, que Dios le dirige a su pueblo en la Escritura. Pero la Biblia siempre aclara de qué hay que acordarse: de Dios, de su amor y su fidelidad, de sus mandamientos, de sus dones y su poder. En cambio, el horror de la Shoah aparece ante los ojos humanos como la peor forma de desmentir la bondad y la omnipotencia de Dios. Es preciso entonces discernir lo que puede y debe ser objeto de memoria transmisible, y no de archivo, lo que puede ser objeto de una transmisión de memoria de generación en generación, de ser viviente a ser viviente, y no del almacenamiento de datos que nuestra civilización sabe hacer de una manera cada vez más perfeccionada y prácticamente ilimitada gracias, por ejemplo, a la digitalización. La memoria humana como archivo, como depósito de hechos y sensaciones, está sometida a la capacidad de recordar o de olvidar. La experiencia humana muestra, y esto es lo que describe la novela de Elie Wiesel, que no se transmite a las generaciones sucesivas la memoria de las tragedias, sino su relato. Al efectuar esa transmisión, siempre se corre el riesgo de nuevas pérdidas. En cada nueva generación, la transmisión dependerá de su voluntad de recordar, y más aún, de querer y poder transmitir esa voluntad.

 

En un sentido, la memoria de la peor tragedia como archivo, como almacenamiento de hechos y sensaciones, no puede identificarse con la capacidad de recordar o de olvidar. Debemos entender entonces y poner en evidencia cómo esa determinación puede y debe ser transmitida en una forma tal que el patrimonio de la conciencia humana no permita que se pierda en el olvido, junto con el horror de los crímenes, el rechazo del odio que los ha provocado. Aquí es donde la Biblia nos da una clave para entender la condición humana.

 

4) La Shoah no pertenece al orden de los desastres naturales, es decir, de acontecimientos cuyas causas escapan al control de los hombres. Sean cuales fueren las circunstancias históricas, culturales, ideológicas, e incluso económicas que se hayan invocado para explicarla, la Shoah se produjo por decisiones humanas, decisiones racionales, tomadas y ejecutadas por seres humanos. La Shoah interroga el misterio de la libertad humana frente a las decisiones que pueden transformar a un ser humano pacífico en un verdugo. La Shoah hace que nos preguntemos también, y sobre todo, cómo es posible que individuos libres sean arrastrados a esos grandes hechos colectivos que constituyen el material relatado por la historia.

 

Aquí se ve qué está en juego en lo que debe transmitirse de una generación a otra: hay que enseñar la capacidad de elegir, la libertad. Hay que despertar el entendimiento de lo que está en juego. Hay que educar la conciencia moral para que sea capaz de evaluar las acciones humanas frente a las presiones colectivas, a las pulsiones y a las ansias ciegas. Frente a este oscurecimiento de la voluntad humana y el avasallamiento de su libertad, el Deuteronomio ofrece una clara alternativa: “Elige la vida o la muerte”. Quiere decir que hay pensamientos y actos que conducen a la muerte del que actúa, y otros que dan acceso a la vida. Esta realidad humana, y específicamente humana, se revela a la luz de Aquel que insta al hombre a elegir, y a quien el hombre no puede concebir ni captar: Dios mismo, Creador y Redentor, el Dios vivo, fuente de la vida del hombre. Sin duda, toda conciencia humana tiene la evidencia de que existe el bien y el mal. Pero la definición del bien y del mal puede tener infinitas variantes según las civilizaciones o las opciones colectivas de los hombres. Una banda de malhechores puede convencerse de que su bien es precisamente lo que la sociedad considera un mal.

 

La originalidad del Deuteronomio consiste en identificar el bien y el mal con la vida y la muerte. Y por lo tanto, definir aquello hacia lo cual se dirige la libertad y dilucidar qué quiere realmente. Porque, si bien hay ambigüedad y variaciones culturales en la definición del bien y del mal, existe un consenso universal cuando se trata de la vida y la muerte.

 

5) Aquí es donde la experiencia de la generación que sufrió la Shoah, el Holocausto, resulta decisiva. Porque la civilización occidental se precipitó a un abismo de muerte. Lo transmisible a la siguiente generación no es tanto el sentimiento de horror del recuerdo de la tragedia y de los errores individuales y colectivos. La transmisión de la memoria será útil y eficaz si ayuda a descubrir cómo, a través de sus opciones, los hombres se volvieron cómplices de la muerte. La Shoah ha sido en este sentido, un salto a la nada de la muerte, un abismo en el que los verdugos terminaron devorados por el envilecimiento y la destrucción de su propia humanidad.

 

Para que el deber de memoria pueda ser transmisible, debería identificarse claramente la elección entre la vida y la muerte, buscando el bien y el mal de toda vida humana y de toda sociedad humana. Así las futuras generaciones podrían tomar como referencia esta experiencia infernal para descubrir, por contraste, la belleza casi divina de la condición humana. De este modo, con la enseñanza de estas trágicas experiencias, querrán trabajar para que la humanidad viva de acuerdo con lo que constituye su dignidad y su grandeza. La generación de los sobrevivientes ha dado testimonio sobre esto: a través de su amor por la paz y su bondad hacia los hombres, han manifestado esa dignidad y esa grandeza de la vida. Porque ellos sabían que el odio lleva a la muerte.

 


 

Para concluir, la persecución de los judíos por parte de la ideología nazi no es un accidente de la historia. Fue provocada por la voluntad de poder que niega o subvierte las exigencias morales fundamentales y universales. Conservar la memoria de las terribles consecuencias de las tentaciones que fascinan a la especie humana, es invitar a la humanidad a reconocer y elegir el camino de la vida.

 

 

 

 

 

 

 


 

Traducción: Silvia Kot