Auschwitz: la perversión de la humanidad

En el 60º aniversario de la liberación de Auschwitz, el historiador David Cesarani sostiene que la humanidad todavía no se ha hecho cargo de su verdadero significado, que incluye sus raíces en la cultura cristiana de Europa.

Auschwitz: la perversión de la humanidad

David Cesarani

Sesenta años después de que las tropas libertadoras del Ejército Rojo entraran en el complejo de los campos situados en las afueras de la ciudad polaca de Oswiecim, más conocida como Auschwitz, el lugar ha adquirido un significado universal casi único. Algunas de las razones para esto son casi obvias. Pero en otro nivel, Auschwitz resuena tan profunda y persistentemente porque el hecho de su creación constituye un desafío a las creencias fundamentales sobre la naturaleza humana, la civilización y el progreso, y a nuestros ideales encarnados en ideologías seculares, así como en la religión.

Auschwitz sacude nuestras sensibilidades, ante todo, porque es el lugar en el cual por lo menos 1.100.000 de personas fueron asesinadas a sangre fría. Eso solo alcanzaría para conferirle notoriedad a un lugar para siempre. Pero la evolución del campo y su propósito, que hasta ahora no había sido enteramente analizado ni entendido, convierten a las estadísticas de la muerte en algo aún más insidioso.

El campo principal original, Auschwitz I, no fue construido para llevar a cabo un genocidio. Adquirió esa función por azar. Inicialmente fue fundado como instrumento de terror dirigido contra la población de la Polonia conquistada por los alemanes. Luego atrajo la atención de los industriales alemanes, quienes vieron su potencial para suministrar mano de obra esclava. Desde el principio, Auschwitz fue un ejemplo de la capacidad del capitalismo industrial moderno para coexistir alegremente con un sistema bárbaro de esclavitud, y aprovecharlo.

En marzo de 1941, Himmler decretó el establecimiento de un nuevo campo, Auschwitz II (también llamado Birkenau), para alojar a 100.000 prisioneros de guerra que esperaban capturar en la guerra contra la Unión Soviética. Como los prisioneros de guerra soviéticos no se materializaron (la mayoría murió de hambre en manos del ejército alemán en Rusia), enviaron allí a judíos eslovacos y franceses. Los primeros judíos deportados a Auschwitz a comienzos de 1942 fueron usados como fuerza de trabajo. El campo no había sido proyectado para formar parte de un aparato de aniquilamiento sistemático de los judíos europeos.

Cuando Auschwitz-Birkenau fue incorporado a la “Solución Final de la Cuestión Judía”, lo hizo en forma improvisada. Sin embargo, los SS del campo hicieron una cantidad de importantes descubrimientos sobre métodos para matar y tomaron decisiones fundamentales. En primer lugar, se dieron cuenta de que el gas Zyklon-B, un pesticida, podía ser usado para matar personas. En segundo lugar, elaboraron un sistema para mandar diariamente a centenares de judíos a las cámaras de gas, matarlos y disponer de sus cuerpos como si hicieran funcionar una línea de producción en serie.

Mientras los planes para construir depósitos subterráneos de cadáveres y los crematorios adyacentes estaban todavía en estado de preparación, la administración SS ordenó que fueran convertidos en inmensas instalaciones para destruir y matar. Dibujantes, diseñadores, arquitectos y técnicos trabajaron en el proyecto durante meses. Personas “decentes”, no psicópatas, planearon una matanza masiva a escala industrial.

Al mismo tiempo, se instalaron fábricas alrededor de Auschwitz. La más grande, en Monowitz, tenía su propio campo. El complejo Auschwitz suministraba ahora mano de obra esclava para minas de carbón, huertas y fábricas de municiones. No sólo proveía mano de obra barata: proporcionaba los medios para disponer de los trabajadores que dejaban de ser útiles. El genocidio y el asesinato estaban integrados al sistema de producción administrado por compañías que tenían juntas directivas, ejecutivos y gerentes intermedios.

Auschwitz era tan importante para los planes alemanes de instalarse en los territorios conquistados del este y generar recursos y riqueza para el Tercer Reich, que absorbió una enorme inversión. Se hicieron muchos esfuerzos para mantener las empresas en funcionamiento. Auschwitz fue diferente a otros campos de la muerte, como Chelmno, Belzec, Sobibor y Treblinka. Éstos eran estructuras ligeras, provisorias, con un solo objetivo: la muerte masiva. En muchos sentidos, Treblinka fue más escalofriante que Auschwitz-Birkenau. Sin disimular su propósito, fue responsable del aniquilamiento de unas 800.000 personas entre 1942 y 1943. Si se comparan en ese mismo período, Auschwitz-Birkenau era un equipo de segunda. Pero gracias a sus variadas funciones, siguió operando mucho después de que otros campos fueron desmantelados.

Conocemos menos sobre Chelmno, Belzec, Sobibor y Treblinka porque literalmente desaparecieron, y casi nadie vivió para contar qué sucedió en ellos. Es relativamente fácil hacer un documental sobre Auschwitz porque hay cientos de sobrevivientes entre la marea de seres humanos, mayormente judíos, que atravesaron sus puertas en 1943-1944. Pocas películas documentaron los otros porque es tan duro recordarlos.

Auschwitz es considerado el más letal de los centros de exterminio porque se convirtió en el foco central del genocidio. En 1944 fue equipado con medios para matar en forma masiva, y cuando los alemanes ocuparon Hungría en marzo de 1944, encontró su misión. En dos meses, 437.000 judíos húngaros fueron deportados a Auschwitz-Birkenau. Todos, menos una pequeña cantidad considerada “apta para el trabajo”, fueron asesinados en forma inmediata.

Esto no fue sólo un genocidio por sí mismo. Auschwitz actuó como una agencia de mano de obra esclava. Miles pasaron por allí, y después de asistir al asesinato de sus seres queridos y permanecer algunas semanas en el “campo de cuarentena”, eran enviados a los diversos campos de trabajos forzados de Alemania. Como esto ocurrió en una etapa tardía de la guerra, muchos judíos, y otros, pudieron sobrevivir para dar su testimonio y hacer preguntas incómodas sobre por qué ni siquiera en ese momento se hizo nada para detener la matanza.

Aviones británicos y norteamericanos volaron en misiones de reconocimiento sobre el campo durante 1943. En marzo de 1944, los Aliados sabían qué estaba pasando allí, y pudieron haber intervenido. Eligieron no hacerlo. La intersección de la política de guerra de los Aliados con la matanza masiva nazi es otra razón de la notoriedad de Auschwitz.

Los prisioneros también fueron usados para experimentos médicos. Auschwitz no fue el único campo de concentración donde se practicaron, pero el papel de los médicos –personificados por Josef Mengele– y la escala de perversión de la ciencia médica fue mayor que en otros lados. Experimentos con razones dudosas, a menudo diseñados para fundamentar teorías raciales pseudocientíficas, fueron impuestos a personas –a menudo niños– sin su consentimiento y en las circunstancias más crudas. De este modo, Auschwitz se cierne como una nube negra sobre la historia de muchos países y arroja una sombra sobre los más elevados ideales y logros de la humanidad en su conjunto. La aspiración de orden y progreso que produjo burocracia y regulaciones administró allí la extinción de la vida. El deseo de prosperidad que encontró su expresión en la producción industrial en serie fue puesto al servicio de fines bárbaros. La ciencia médica, destinada a mejorar la condición humana, y regulada a su vez por códigos éticos, fue pervertida.

Para algunos pensadores de la posguerra, como Theodor Adorno, Auschwitz impugnó a la Ilustración. Adorno afirmaba que el anhelo de valores universales y una uniformidad racional llevaron al aniquilamiento de los que eran considerados “diferentes”. Más recientemente, Zygmunt Bauman dijo que el deseo de orden que caracteriza a la modernidad produjo el genocidio contra un pueblo que no encajaba en las categorías corrientes.

Sin embargo, Auschwitz no fue un producto, por no decir la encarnación, de la modernidad. Fue barbarie al servicio de un Estado moderno, del capitalismo industrial y de la guerra racial. El asesinato masivo por asfixia y envenenamiento con gas utilizó la ciencia moderna, pero cualitativamente no fue diferente de la actitud de Roma, que crucificó a miles de esclavos rebeldes en la Via Appia.

El afán de descargar la responsabilidad por Auschwitz sobre la “modernidad” es marcadamente evidente en algunas Iglesias cristianas. La declaración vaticana de 1998 “Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah” sostenía que los católicos que participaron en el genocidio o permanecieron inactivos mientras se desarrollaba, se habían apartado en cierto modo de los preceptos de la Iglesia. La declaración culpaba a las ideologías seculares de socavar la santidad de la vida y proveer razones que legitimaron la matanza masiva.

Como para demostrar la naturaleza no santa del lugar, la Iglesia Católica polaca creó santuarios para Maximiliano Kolbe y Edith Stein, que fueron asesinados allí. Se erigieron cruces al lado de las cámaras de gas y sobre los pozos donde se arrojaban las cenizas. De este modo, un lugar en el que los judíos fueron entregados a la muerte, en parte como resultado de siglos de polémica antijudía y una cultura de desprecio, se volvía una afirmación del verdadero cristianismo que en general colaboró en su exclusión y consintió su destrucción.

Esta paradoja es un signo tanto del sentido cósmico de Auschwitz como del fracaso, todavía hoy, en entender qué significa el lugar. La humanidad todavía no asumió del todo a Auschwitz. Preferimos no “hacernos cargo”, para usar la jerga moderna, sino, por el contrario, empujarlo bien lejos y poner la responsabilidad en personas o ideologías distantes de nosotros.

La verdad es que Auschwitz surgió de la historia y la cultura europeas, incluyendo al cristianismo. La fascinación con el campo y la repugnancia que inspira son las dos caras de la lucha con esta herencia.

Editorial remarks

David Cesarani es profesor investigador de historia en Royal Holloway, Universidad de Londres, y fue asesor de la serie de la BBC, Auschwitz: Los nazis y la Solución Final.

Este artículo apareció, en su versión original, el 22 de enero de 2005, en el semanario The Tablet (www.thetablet.co.uk). Agradecemos su autorización para traducirlo y publicarlo en nuestro sitio.

Traducción del inglés: Silvia Kot