El antisemitismo nunca se detiene en los judíos

Discurso del presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF), en respuesta a la entrega, por parte de la Conferencia Episcopal de Francia, de la declaración “Luchar juntos contra el antisemitismo y el antijudaísmo será la piedra de toque de toda fraternidad real”, el 1º de febrero de 2021 en París.

Con el corazón y con la razón recibo la declaración del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Francia que proclama con solemnidad y fuerza su rechazo al antisemitismo.[1]

Con la razón, porque al recibir este texto, compruebo que es un avance importante e histórico que, estoy convencido, tendrá repercusión tanto nacional como internacional. Esta declaración entrará en la historia de la amistad judeo-cristiana como entró la Declaración de Arrepentimiento de los obispos de Francia entregada al CRIF en Drancy, el 30 de septiembre de 1997. Sus palabras se inscriben en la línea de los primeros mensajes del Episcopado francés que en pocas décadas abrieron el camino para la transformación radical de la relación entre judíos y cristianos.

Con el corazón, porque soy profundamente sensible a este testimonio de amistad, solidaridad y fraternidad. Su declaración expresa pública y solemnemente el compromiso fuerte y determinado de la Iglesia de Francia en la lucha contra el antisemitismo, ese mal solapado que prospera a menudo por el silencio culpable o por otra cobardía que se llama indiferencia.

El antisemitismo nunca es una abstracción. Penetra por nuestras paredes, desfigura nuestros edificios y nuestras calles, se arrastra, serpentea y se revuelca en el silencio de la noche. El insulto es fácil, cobarde y casi siempre anónimo. El antisemitismo no está circunscripto ni localizado: puede atacar en cualquier parte. Nosotros lo sabemos desde hace muchos años: no muestra un único rostro. Sus formas cambian, se combinan, se refuerzan y pueden avanzar enmascaradas, incluso entre algunos que se autodenominan humanistas y antirracistas.

Tiene muchos mecanismos. Uno de ellos es la teoría conspirativa. Presenta la Shoá como una mentira o como una artimaña de los judíos para obtener un Estado. Otro modo de acción es la caricatura y la demonización. El principio es conocido: el objeto se deforma, se desnaturaliza, se lo vuelve detestable y así uno puede justificar su obsesión y luego su odio. En Francia, algunos están obsesionados con los judíos por la caricatura que hacen de ellos. Los mismos y muchos otros están obsesionados con el Estado de Israel. Lo consideran la causa de todos los problemas del mundo. Por lo tanto, bastaría suprimirlo para que desaparecieran los problemas. Odian tanto a los judíos y a Israel que atacan incluso a los muertos: cobardemente profanan nuestros cementerios, saquean tumbas y pintan esvásticas sobre las lápidas de nuestros difuntos.  

También atacan a los vivos, y quiero dedicar esta declaración del Episcopado a los doce hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados desde el comienzo de los años 2000 por el solo hecho de ser judíos.  

-    Sébastien Sellam, 23 años, asesinado el 20 de noviembre de 2003 en el estacionamiento de su edificio.
-    Illan Halimi, 24 años, secuestrado y asesinado el 13 de febrero de 2006 entre Bagneux y Sainte Geneviève des Bois.
-    Jonathan Sandler, 30 años, Gabriel Sandler, 3 años, Arie Sandler, 6 años, Yriam Monsonego, 8 años, víctimas del ataque terrorista contra la escuela Ozar Hatorah de Toulouse, el 19 de marzo de 2012.
-    Yohan Cohen, 20 años, Yoav Hattab, 22 años, Philippe Braham, 46 años, François Michel Saada, 64 años: los cuatro, tomados como rehenes y asesinados en el supermercado Hypercacher, el 9 de enero de 2015.
-    Sarah Attal-Halimi, 62 años, torturada y asesinada el 4 de abril de 2017 en su domicilio del 11º distrito de París.
-    Mireille Knoll, 86 años, torturada y asesinada el 23 de marzo de 2018 en su domicilio del 11º distrito de París.

En esta letanía de nombres de víctimas del antisemitismo y del terrorismo asesinos, cada destino es singular. Cada vida quebrada es un mandato para recordar. Esos nombres y esos rostros habitan mi mente todos los días. Y me obsesiona una pregunta: ¿qué deberíamos haber hecho para protegerlos?

A menudo me pregunto cómo habrían sido los últimos ocho años si hubiéramos sabido aprender en Francia las lecciones del atentado contra la escuela Ozar Hatorah de Toulouse. Conservo el gusto amargo de una sociedad sorda en ese momento a los gritos del corazón de los judíos franceses y de aquellos, tan pocos, que, a su lado,  siempre comprendieron que eso no era más que el primer acto de una larga serie.

Porque como muchas veces en la historia, aunque el antisemitismo empieza con los judíos, nunca se detiene en los judíos. Este antisemitismo que resurgió hace 20 años ha sido el signo premonitorio de un aumento del odio y la violencia en nuestro país: sexismo, homofobia, odio a Francia, pero también una creciente hostilidad contra los cristianos en Francia y en Oriente.

Al recibir de ustedes esta declaración contra el antisemitismo, permítanme asociar a este momento la memoria de Aurélie Chatelin, muerta en febrero de 2015, en un intento de atentado contra la iglesia de Villejuif, del padre Jacques Hamel, asesinado en su iglesia de Saint-Etienne du Rouvray y de Nadine Devillers, Simone Barreto-Silva y Vincent Loquès asesinados en el atentado a la basílica Notre-Dame en Niza hace solo tres meses. Los dolores de ustedes son también nuestros dolores, sus sufrimientos son también nuestros sufrimientos.

En 2020, como en los años anteriores, los franceses judíos fueron insultados, hostigados, amenazados, robados, agredidos o golpeados por ser judíos. Las palabras son terribles, pero no dicen nada sobre la vida de las víctimas del antisemitismo cotidiano, que ataca en esos barrios difíciles, los “Territorios perdidos de la República”.

Describo a menudo la vida atrincherada de esos franceses judíos que padecen insultos, escupitajos, graffiti, correos anónimos, mezuzot arrancadas y violencias físicas. Se le han dedicado muchos análisis. Todos ellos describen un cerco. Y nosotros los judíos estamos dentro de ese cerco que nos aplasta y nos hace daño. Sí, nos hace daño cuando estamos atrapados entre el antisemitismo tradicional sobrerrepresentado en la extrema derecha y el antisemitismo antisionista sobrerrepresentado en la extrema izquierda. Mientras estamos acorralados entre el antisemitismo musulmán muy presente entre los jóvenes de entre 15 y 25 años y la condición de blanco privilegiado de los terroristas islamistas.  

Esas fuerzas hostiles suelen unirse en su obsesión con Israel y los judíos, en la demonización que hacen de ellos y el consiguiente antisemitismo. También siento una profunda preocupación como ciudadano: temo que ese odio y esa violencia terminen por debilitar la adhesión a los valores que constituyen a Francia. La permanencia del antisemitismo en nuestro país y su ascenso sin complejos, su banalización, es muy preocupante para nosotros, pero también sabemos que más allá del peligro que representa para nosotros los judíos, es una amenaza para toda Francia, para la concordia y la paz en nuestro país.

Resuenan en mí las palabras del presidente de la República durante su viaje a Jerusalén en enero de 2019: “el antisemitismo no es solamente un problema de los judíos. No: es ante todo un problema de los otros, porque siempre, en nuestras historias, precedió al derrumbe, expresó nuestra debilidad, la debilidad de las democracias”.  

“Deplorar ya no es suficiente: es preciso luchar”, nos exhorta monseñor Ravel, obispo de Estrasburgo. A esa lucha están llamando ustedes a los católicos de Francia. Sabemos que podemos contar con las diócesis de Francia para que hagan resonar sus palabras y para que la Iglesia de Francia esté unida en una misma y única enseñanza. Porque debemos luchar tanto contra los actos como contra la indiferencia, y denunciar, con monseñor Ravel, “la inconsciencia de quienes no cometerían esos actos pero no se rebelan contra ellos. Su silencio los avala, su indiferencia los alimenta”.

Termino con las palabras del papa Francisco, que señala “la contradicción absoluta” del antisemitismo con el hecho de ser cristiano, calificándolo como una “negación de sus orígenes” y destacando el diálogo como “un instrumento indispensable para luchar contra el antisemitismo”.

Entonces, sí, continuemos sin descanso el diálogo, iniciado en 1947 por Jules Isaac y los padres fundadores de la Amistad Judeo-Cristiana: ha dado sus frutos y esta declaración del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Francia es una etapa importante.  Gracias por sus palabras valientes y decididas, y gracias por comprometer con este texto a los católicos de Francia a romper el muro del silencio, el muro de la indiferencia. 

[1] Conferencia Episcopal de Francia, « Lutter ensemble contre l’antisémitisme et l’antijudaïsme sera la pierre de touche de toute fraternité réelle». (1o de febrero de 2021).

Editorial remarks

Fuente: Conseil Représentatif des Institutions Juives de France (CRIF)
Traducción del francés: Silvia Kot.