Los Estados Unidos se enfrentan a la mayor crisis de antisemitismo público desde hace un siglo. Personalidades eminentes - artistas, atletas, personalidades de los medios, políticos - usan las tecnologías del siglo XXI para difundir mentiras y conspiraciones antisemitas a millones de personas. Nacionalistas que se dicen “cristianos” declaran abiertamente que los verdaderos cristianos detestan a los judíos. Los judíos son agredidos verbal y físicamente en las calles, vilipendiados en las redes sociales, atacados en los campus, asaltados y tiroteados en sus sinagogas. “La trágica realidad es que la comunidad judía es la única que sufre ataques de odio de todas partes”, declaró recientemente Christopher Wray, director del FBI, y agregó que 63 % de los crímenes de odio religioso cometidos en el país son contra los judíos, que solo representan el 2,4 % de la población estadounidense.
Como un centro compuesto por universitarios y educadores judíos, cristianos y musulmanes dedicados al estudio de la historia de las relaciones entre judíos y cristianos, y a la promoción del enriquecimiento y la solidaridad interreligiosos, el Consejo de Centros para las Relaciones Judeo-Cristianas (CCJR) está cada vez más alarmado por el hecho de que parece haber una normalización del antisemitismo en el discurso estadounidense, y esto recuerda los acontecimientos que se produjeron en Alemania cuando los nazis llegaron al poder en los años 1930. La historia muestra también que la deshumanización de un grupo minoritario suele estar acompañada por la deshumanización de otras minorías, como sucede en la actualidad.
Mucha gente ignora que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las Iglesias cristianas afirman que los judíos siguen siendo amados por Dios porque “los dones y el llamado de Dios son irrevocables” (Romanos11, 29). En muchos documentos oficiales, esas Iglesias han reconocido a los judíos como hermanos y hermanas en la alianza con Dios y han exhortado al diálogo y a la colaboración (véase la biblioteca online Dialogika del CCJR en www.ccjr.us). Vivimos una época extraña en la que coexisten una bendecida y creciente amistad entre los cristianos y los judíos, y un resurgimiento del antisemitismo y del neonazismo.
El CCJR lanza unánimemente este urgente “Llamamiento a las Iglesias” para que emprendan acciones concretas en este momento crítico. Aunque afirmamos el carácter religiosamente plural de los Estados Unidos, también reconocemos que el cristianismo es el telón de fondo cultural de las cuestiones religiosas en este país.
Imploramos a todas las Iglesias que redoblen sus esfuerzos para denunciar públicamente el antisemitismo, que es contrario a la esencia misma del cristianismo. Les pedimos a los predicadores y a los profesores que reafirmen que el odio a los judíos es un pecado contra Dios y la humanidad, que viola la exhortación de Jesús a amar al prójimo como a uno mismo (Marcos 12, 31): significativamente, un mandamiento de la Torá (Levítico 19,18). Las exhortamos a alentar a sus comunidades a pronunciarse enérgicamente contra el antisemitismo cuando lo encuentren y a proporcionarles estrategias para hacerlo. Les pedimos a las Iglesias y a los cristianos individualmente que profundicen o desarrollen la cooperación con los judíos y las comunidades judías para promover la solidaridad interreligiosa. Apoyamos un culto cristiano que haga hincapié en la misión común de judíos y cristianos de dar testimonio de Dios en el mundo.
Existe otra razón profunda por la cual todo esto es moralmente obligatorio para los cristianos. La historia nos enseña que las raíces del antisemitismo moderno y de las teorías conspirativas asociadas a él nacieron de las calumnias cristianas perpetuadas contra los judíos en la Europa medieval y de los siglos de enseñanza religiosa cristiana del desprecio hacia los judíos. En la Alemania nazi, ciertos teólogos llegaron hasta el punto de proponer la “desjudaización del cristianismo”, y algunos sostenían incluso que el propio Jesús no era realmente judío, sino “ario”. Como lo señalaron muchas declaraciones oficiales recientes de la Iglesia, ese legado antijudío ha debilitado la resistencia al nazismo incluso entre los cristianos que han discernido la naturaleza sacrílega del antisemitismo.
Como la costumbre de denigrar a los judíos calificándolos como ciegos o incrédulos no se pierde rápidamente, el CCJR considera que los cristianos de hoy deben hacer un examen de conciencia: lo que la antigua tradición judía llama jeshbon ha-nefesh, un balance del alma. En este período crucial, como en el pasado, existe el peligro de que los predicadores y los profesores refuercen inadvertidamente una imagen de un Jesús “ajeno” al judaísmo o, peor aún, opuesto a las tradiciones espirituales de su propio pueblo. Esto podría hacer susceptibles a las congregaciones cristianas a la propaganda antijudía que las divide y resuena a su alrededor. Por eso proponemos las siguientes preguntas para la autorreflexión de las comunidades cristianas:
- ¿Consideramos a Jesús como ajeno al judaísmo o como un judío devoto de la Torá y su correcta interpretación?
- ¿Contraponemos las enseñanzas de Jesús con las del Antiguo Testamento como si su propia espiritualidad no estuviera inspirada en esos textos sagrados?
- ¿Concebimos la crucifixión como motivada principalmente por personajes judíos o como la ejecución por parte de los romanos de un judío más entre los miles de judíos crucificados por Roma?
Contemplar estas preguntas centrándose en la exactitud histórica pone de relieve la identidad judía de Jesús. Esto contrarresta eficazmente la subversión de la fe cristiana por parte de autoproclamados “cristianos” que odian a los judíos.
Exhortamos a las Iglesias a mirar hacia adentro con el fin de analizar su predicación, su enseñanza y su teología, para eliminar todo rastro de sentimientos antijudíos, y mirar hacia afuera para actuar y expresarse contra todas las formas de antisemitismo que encuentren. Les pedimos a los cristianos que les tiendan la mano a sus vecinos judíos con un espíritu de solidaridad y amistad, siguiendo así la admonición de la Escritura: “Apártate del mal, haz el bien, busca la paz y síguela” (cf. Salmo 34,15; 1 Pedro 3,10-11).