Protección de la libertad religiosa y los santos lugares

17ª Reunión New York, 1-3 de mayo de 2001

Una declaración del Comité Internacional de Enlace Católico-Judío

17ª Reunión

New York, 4 de mayo de 2001

Protección de la libertad religiosa y los santos lugares

Ataques a la libertad religiosa

En los últimos años, ha aumentado la violencia interreligiosa y antirreligiosa. En algunos lugares, fueron muertas miles de personas, y otras miles quedaron sin hogar, convirtiéndose en refugiados. El asesinato de líderes religiosos y trabajadores laicos se ha vuelto un hecho frecuente. Santuarios, monumentos y lugares de culto fueron atacados, dañados o destruidos. Los derechos de muchos cientos de miles de creyentes fueron violados. A veces, los atacantes son individuos. Más a menudo han sido grupos: turbas y organizaciones terroristas, o personas con autoridad, como policía, personal militar e incluso gobiernos.

Estamos preocupados por las violaciones a la libertad religiosa, dondequiera que ocurran. Nos angustia aún más cuando los causantes son miembros de nuestras propias comunidades religiosas. Reunidos en este encuentro del Comité Internacional de Enlace Católico-Judío, afirmamos una vez más ante Dios y la comunidad mundial nuestro compromiso común por la protección de la libertad religiosa y la seguridad de los santos lugares.

Respetar los santos lugares

Desde los albores de la conciencia humana, los hombres y las mujeres han experimentado la presencia de la santidad en sitios que designaron como sagrados. A través de la historia, grupos diversos sintieron un apego especial por lugares que consideraban santos. Los textos sagrados de las grandes religiones históricas incluyen relatos sobre lugares específicos en los que individuos o grupos experimentaron encuentros significativos con Dios.

Los lugares santos preservados en memoria de esos encuentros con lo divino forman parte del carácter de todas las tradiciones religiosas. Los fieles son atraídos a ellos en razón de su reverencia hacia los grandes hechos o personalidades que evocan, y como lugares de oración especialmente ferviente. Cada una de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad tiene lugares a los que atribuye una especial santidad. Los santos lugares constituyen una característica común a todas las tradiciones religiosas de la humanidad, igual que las celebraciones y la oración.

Paradójicamente, uno de los efectos de la identificación de ciertos lugares como sagrados es que esos lugares pueden volverse focos de las tensiones entre los miembros de diferentes comunidades religiosas. Un lugar considerado santo por un grupo puede ser reclamado por adherentes a otra tradición. En consecuencia, los santos lugares pueden convertirse en fuentes de conflictos al mismo tiempo que de manifestación espiritual.

Trágicamente, cuando las comunidades caen en el distanciamiento o en el antagonismo, los lugares santos de cada comunidad se transforman a menudo en blancos de violencia o venganza, en vez de veneración y reverencia. La gente exterioriza su desprecio y su ira a través de diversas formas de violación: ocupación, profanación, incluso destrucción. Así también, cuando los santos lugares son usados con fines militares, su carácter sagrado es mancillado. Un grupo puede tomar posesión física del lugar santo de otro y aniquilar todo rastro de su anterior identidad. Pueden quedar mutilados objetos de veneración. Algunos lugares santos han sido reducidos a escombros.

Como personas de fe, conocemos la importancia que tienen nuestros propios lugares santos en nuestras vidas religiosas y comunitarias. Cada una de nuestras comunidades de fe ha experimentado también la profanación de espacios para nosotros sagrados. Conocemos el intenso dolor que provoca esta experiencia. Por causa de esta historia, condenamos toda violencia dirigida contra lugares santos, incluso la causada por miembros de nuestras propias comunidades.

Proteger la libertad religiosa

La libertad de religión y de conciencia, incluyendo los derechos de las comunidades religiosas dentro de la sociedad, deriva de la libertad de las personas ante Dios, y se origina en ella. Como cristianos y judíos, encontramos las raíces religiosas de ese respeto en la dignidad de todas las personas, creadas "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26). La libertad religiosa se realiza a través del ejercicio de derechos específicos. Entre ellos: la libertad de culto, la libertad de manifestar públicamente las propias creencias y la práctica de su religión, la libertad de las comunidades religiosas para organizarse y conducir sus asuntos sin interferencias, el derecho de mostrar las implicancias que tienen las propias creencias para la sociedad, el derecho de llevar a cabo reuniones, y el derecho de fundar organizaciones educativas, de caridad, culturales y sociales, de acuerdo con la orientación religiosa de la propia tradición religiosa.

Proteger la libertad religiosa requiere el esfuerzo de muchas partes. En cuanto a nuestra propia tarea, como líderes religiosos debemos hacer más para enseñar a los creyentes de nuestra comunidad el respeto hacia las personas que pertenecen a otras tradiciones religiosas. Los líderes religiosos también deberán tomar iniciativas para fomentar un clima de respeto. Deberán estar dispuestos a manifestarse contra las violaciones a la libertad religiosa cometidas contra personas de otras religiones.

Exhortamos a los organismos religiosos a establecer programas regulares de educación interreligiosa, diálogo e intercambio. Solicitamos a las personas de buena voluntad que, ante ataques a miembros de otras religiones, en especial las minoritarias, se manifiesten en defensa de la libertad religiosa y los derechos humanos de la minoría, les ofrezcan apoyo y den señales públicas de solidaridad con ellos. Los líderes religiosos nunca deberán usar sus declaraciones para incitar, ni transformar los santuarios o lugares de culto en refugios para acciones políticas hostiles.

Pedimos a todos los creyentes que trabajen amistosamente con otros creyentes para resolver las disputas religiosas y seguir juntos los caminos de la paz. Los reclamos por violaciones a la libertad religiosa, a la libertad de conciencia o a la sacralidad de los santos lugares, serán cuidadosamente analizados y nunca deberán ser motivo de recriminación o difamación. Por el contrario, debemos esforzarnos siempre por crear un clima de franqueza y ecuanimidad en el que puedan resolverse los conflictos.

Los gobiernos y las autoridades políticas tienen una especial responsabilidad en la protección de los derechos religiosos humanos. Quienes son responsables por la ley, el orden y la seguridad pública deberán sentirse obligados a defender a las minorías religiosas y usar los medios legales disponibles contra aquellos que cometan crímenes contra la libertad religiosa y la sacralidad de los santos lugares. Así como no les está permitido realizar actos antirreligiosos, los gobiernos también deberán estar alertas para no caer en una inacción que tolere el odio religioso o dé impunidad a los que perpetran acciones antirreligiosas.

Las fuerzas armadas deberán mantenerse vigilantes para evitar las acciones violentas contra minorías religiosas y los ataques contra las casas de culto y los lugares santos. En el interés de asegurar la libertad religiosa en tiempos de conflictos, el personal militar debe ser formado para respetar los derechos de las minorías religiosas y los santos lugares, y responsabilizarse por sus acciones. Cuando surgen conflictos entre las legítimas necesidades de defensa y la inmunidad religiosa, deben encontrarse maneras de impedir, o al menos, minimizar, el menoscabo de los derechos religiosos.

Conclusión

Como representantes de las comunidades de fe católica y judía, nos unimos para exhortar a los hombres y las mujeres de todas las religiones a honrar la libertad religiosa y tratar con respeto los lugares santos de los demás. Convocamos a todos a repudiar los ataques a la libertad religiosa y la violencia contra los santos lugares como formas legítimas de expresión política.

Esperamos, en la oración, que llegue el tiempo en que todas las personas gocen del derecho a vivir su vida religiosa sin obstáculos y en paz. Anhelamos que llegue el tiempo en que los santos lugares de todas las tradiciones religiosas estén a salvo y cada uno trate el lugar santo del otro con respeto.

Editorial remarks

Traducción del inglés: Silvia Kot

www.bc.edu/bc_org/research/cjl/articles/joint_communique_01.htm