Judíos y cristianos en busca de una base religiosa común para contribuir a un mundo mejor. 1 de marzo de 1993

El siguiente documento fue redactado por la Comisión de Teología del Consejo Internacional de Cristianos y Judíos (ICCJ). Presenta por separado perspectivas judías y perspectivas cristianas concernientes a la comunicación y cooperación mutuas, así como una visión conjunta de una base religiosa común para que los judíos y los cristianos trabajen juntos por un mundo mejor.

Consejo Internacional de Cristianos y Judíos

Judíos y cristianos en busca de una base religiosa común para contribuir a un mundo mejor

1 de marzo de 1993

Introducción

El siguiente documento fue redactado por la Comisión de Teología del Consejo Internacional de Cristianos y Judíos (ICCJ). Presenta por separado perspectivas judías y perspectivas cristianas concernientes a la comunicación y cooperación mutuas, así como una visión conjunta de una base religiosa común para que los judíos y los cristianos trabajen juntos por un mundo mejor.

Esta comisión fue creada para ayudar a quienes trabajan en el marco del ICCJ y sus organizaciones afiliadas promoviendo la cooperación y el diálogo entre judíos y cristianos, a reflexionar acerca de los principios básicos sobre los que se apoya nuestro compromiso en este trabajo.

Estas consideraciones no son "los" fundamentos teológicos, filosóficos e ideológicos del ICCJ y sus organizaciones miembros, sino que constituyen una invitación a pensar en qué consiste nuestro trabajo. Sólo tienen autoridad dentro de su mundo intrínseco. Un primer borrador de estas consideraciones fue sometido a los representantes de las organizaciones miembros del ICCJ que participaron en la consulta teológica organizada por el ICCJ en Eisenach (en el territorio de la ex República Democrática Alemana), entre el 12 y el 15 de julio de 1992, y fue modificado a la luz de las discusiones de aquella consulta. Luego se invitó a las organizaciones miembros a ofrecer sus comentarios. Muchas de ellas respondieron directamente a nuestra invitación, o pidieron a teólogos experimentados de sus países que examinaran nuestras consideraciones. Al preparar el texto final de esta declaración, hemos analizado cuidadosamente las respuestas recibidas. Pero ¿qué significa "final" en este contexto? Obviamente, la discusión sobre los temas examinados proseguirá. Sólo confiamos en que nuestra declaración resulte útil para todos los que están comprometidos con nuestro trabajo, y los inspire para perseverar en sus esfuerzos con aún más energía y coraje. Nos complacerá recibir sugerencias y comentarios, mientras continuamos con nuestra tarea en la Comisión Teológica del ICCJ.

Un pasado traumático

En nuestro tiempo, los cristianos y los judíos están cada vez más involucrados en un proceso de encuentro, diálogo y cooperación. Llegan a él desde diferentes experiencias y perspectivas. Este proceso se intensificó y se aceleró a partir de la Shoah, la destrucción casi total de la comunidad judía de Europa.

Los cristianos empezaron a darse cuenta de que la Shoah, que tuvo lugar en una cultura profundamente influenciada por el cristianismo, no fue un accidente de la historia sino que en gran medida fue originado y promovido por percepciones y actitudes antijudías inveteradas. Estas debían ser expurgadas del cristianismo, en aras de su integridad moral y religiosa, y de su responsabilidad ante los judíos y ante el mundo en general. De hecho, los cristianos habían tomado conciencia de que si se alejaba de sus raíces judías, el cristianismo se despojaba de una dimensión fundamental de su identidad. Convencidos de que no es posible emprender un proceso de rectificación y reconstrucción sin adquirir una mayor comprensión de la religión, la cultura y la historia judías, los cristianos han buscado el encuentro y el diálogo con los judíos. Los judíos entraron en este proceso con la idea de que esta clase de encuentro y diálogo puede ayudar a contrarrestar el prejuicio, la discriminación y la persecución, y con el deseo de responder positivamente a los esfuerzos realizados por aquellos cristianos que procuraban crear un clima de mutuo respeto y cooperación.

Por la carga de trágico conflicto, trauma y culpa que tiene la relación entre judíos y cristianos, algunos de ellos no pueden o no quieren entrar en un verdadero diálogo. Sin embargo, una cantidad considerable tanto de cristianos como de judíos han persistido y han alcanzado un nivel de entendimiento y confianza que les posibilitó encarar, y en cierta medida, enmendar las distorsiones pasadas y mirar más allá del pasado, con el fin de ejercer una responsabilidad conjunta hacia el mundo de hoy y de mañana.

Hacia un mundo mejor

El diálogo entre los judíos y los cristianos puede tener una cantidad de objetivos, pero su fin último es contribuir a un mundo mejor, un mundo en el que se cumpla la voluntad de Dios, un mundo de justicia y paz. En el ICCJ somos profundamente conscientes de que Europa, donde tanto antagonismo y tanta tragedia marcaron las relaciones entre judíos y cristianos, constituye un ejemplo de advertencia. Creemos que, como judíos y cristianos, podemos ofrecer una contribución conjunta a la nueva Europa que se enfrenta al desafío de reconstruir su estructura moral y espiritual en una situación de desorientación provocada por el derrumbe de los sistemas comunistas y por la aguda crisis de valores de Occidente. Recientes manifestaciones de intolerancia, xenofobia, nacionalismo extremo y antisemitismo en Europa y en otras partes, nos han recordado cuán frágil es aún hoy nuestra civilización.

También nos inquietan aquellos que pretenden contrarrestar esas tendencias negativas convocando a la restauración de una "Europa cristiana". En respuesta a esto, debemos subrayar que la cultura europea no puede ni debe ser reducida a sus componentes cristianos. Muchos otros factores, entre ellos la religión y la cultura judías, han desempeñado un papel fundamental en la civilización europea: un hecho que es irrefutable.

Este documento fue presentado por primera vez en nuestra consulta de 1992, quinientos años después de la expulsión de los judíos y los musulmanes de España, y del comienzo de la "cristianización" de América Latina, que incluyó la opresión de los pueblos indígenas.

El reconocimiento de aquel abuso de la religión también debe servir como un ejemplo de advertencia. La responsabilidad en la construcción de un mundo mejor es de todos. Sólo puede lograrse a través de la discusión en todos los niveles. Debe llevarse a cabo, además, sin amenazar las tradiciones ni los sistemas de creencias y valores de los participantes. Todos son llamados a profundizar en sus propias tradiciones para dar respuestas adecuadas al desafío de los problemas del mundo moderno, y al mismo tiempo reconocer y respetar los puntos de vista provenientes de otras tradiciones religiosas y otros sistemas de valores.

Dentro de esta conversación multifacética y multilateral, hay necesidad y espacio para una variedad de diálogos bilaterales. Uno de ellos es el diálogo cristiano-judío. Durante muchos siglos, esto fue casi imposible, pero ahora, superando las trágicas divisiones pasadas, los cristianos y los judíos –cada uno desde su perspectiva particular– pueden encontrar, en su propia tradición, las bases para desarrollar una comunicación y una cooperación religiosa. De este modo, también reconocen un cimiento religioso común a partir del cual pueden hacer una contribución religiosa conjunta a la discusión más amplia entre todos aquellos que buscan valores capaces de guiar y dirigir a Europa y al mundo en su conjunto.

Debemos hacer notar que en la relación entre el judaísmo y el cristianismo existe una obvia asimetría, que indudablemente no significa desigualdad. La asimetría se expresa en las perspectivas diferentes desde las cuales los judíos y los cristianos consideran la comunicación y la cooperación con el otro. Mientras que el cristianismo reconoce que sus raíces se encuentran primordialmente en el judaísmo, obviamente no existe tal relación por parte del judaísmo hacia el cristianismo. Al mismo tiempo que reconocemos este hecho, afirmamos la necesidad de una agenda común que tome en cuenta las necesidades de cada una de nuestras comunidades.

Perspectivas religiosas judías concernientes a la comunicación y la cooperación con los cristianos

Actitudes en el judaísmo hacia los no-judíos y los cristianos

  1. De acuerdo con la alianza que Dios estableció con Abraham, Isaac y Jacob, y ratificó en el Sinaí, Israel es llamado a santificar el nombre de Dios en todo el mundo, dando testimonio de la Divina Presencia a través de su misma existencia como pueblo particular, y sirviendo como luz para las naciones. El pueblo judío es llamado a ser bendición para todos los pueblos, con el objeto de que todos los hombres y mujeres vivan según la Voluntad Divina, no convirtiéndose al judaísmo, sino en el contexto de su particular identidad histórica y cultural.
  2. Toda la humanidad está incluida en la alianza de Dios con Noé, con la prescripción de vivir según los siete mandamientos considerados la quintaesencia de la moral universal: las prohibiciones del asesinato, la idolatría, el robo, el incesto, la blasfemia, la crueldad contra los animales, y el mandato de establecer tribunales de justicia. Quienes viven según esta alianza son llamados "los justos entre las naciones, que tienen una parte en el mundo por venir".
  3. Las actitudes rabínicas hacia el cristianismo han variado considerablemente, desde percibirlo como idólatra, o al menos, como un "monoteísmo defectuoso", hasta verlo como un medio para ayudar a la humanidad a acercarse a la redención universal (Maimónides) y ver a los cristianos como "un pueblo comprometido con la vida religiosa" (Rabino Menahem Ha-Meiri) y como personas que creen en la Creación y el Éxodo y en los principios fundamentales de la religión, cuyo propósito integral es servir al Hacedor del Cielo y de la Tierra" (Rabino Moshe Rivkes/el Be’er Ha-Golah).

En esta forma de entender al cristianismo hay un reconocimiento implícito de que tiene una relación especial con el judaísmo. Esto no sólo se expresa en términos de una colaboración ético-religiosa, sino que también se basa en el patrimonio religioso común de las Escrituras hebreas.

Bases para que los judíos entren en relación con los cristianos

  1. La necesidad de una resistencia común contra la ignorancia, el prejuicio, la intolerancia y sus manifestaciones violentas, sobre la base de la afirmación –compartida con los cristianos y otros pueblos de fe– de la Divina Presencia en el mundo.
  2. La existencia de una agenda común marcada por aquellos principios y valores (por ejemplo, la creencia en Dios como Creador, el compromiso con los mandamientos noánicos, los Diez Mandamientos, así como la esperanza en el gobierno de Dios sobre todo el mundo) que los judíos y los cristianos comparten por sus comunes raíces bíblicas e históricas.
  3. La santificación del nombre de Dios en cooperación con todas las personas que vivan conforme a los caminos de Dios; y la posibilidad de una colaboración con los cristianos en la santificación del Nombre de Dios ante la sociedad en general.
  4. La oportunidad de conocer y amar a Dios más profundamente buscando a Dios en todo lugar, especialmente donde el conocimiento de Dios es experimentado en la vida y la espiritualidad de personas pertenecientes a otras comunidades religiosas. En los encuentros religiosos con los justos de entre las naciones, los judíos se enfrentan a otras perspectivas del Omnipresente que no están íntegramente encapsuladas en una sola Tradición; así, adquieren una experiencia más profunda de lo Divino.

Perspectivas religiosas cristianas concernientes a la comunicación y la cooperación con los judíos

Superar obstáculos originados en las raíces comunes

Puesto que el cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo, gran parte de las imágenes, los símbolos, las ideas y el vocabulario de ambas religiones derivan de una fuente común. Paradójicamente, esta base religiosa común es de hecho la mayor piedra de tropiezo para la comunicación y la cooperación, ya que, al adoptar una actitud de superioridad con respecto al judaísmo, el cristianismo se consideró a sí mismo el único y verdadero heredero y exponente de esa base religiosa, calificando a la interpretación judía de anticuada, equivocada y caracterizada por un obstinado rechazo de la verdad. Es lo que el cristianismo tiene de común con el judaísmo lo que tradicionalmente conspiró contra el respeto hacia la interpretación judía de esas raíces comunes. Los principales obstáculos teológicos para reconocer una base religiosa común para la comunicación y la cooperación con los judíos son los siguientes:

  1. La enseñanza de que la Torah ha sido reemplazada por Jesucristo como revelación última de Dios.
  2. La proclamación de Jesús de Nazareth como el Mesías prometido a Israel.
  3. La denigración del carácter nacional de la Alianza de Dios con Israel, considerando que ha sido reemplazada por una alianza divina con todos los que "están en Cristo".
  4. El rechazo de la Tierra prometida a Israel como una categoría teológica significativa para el pueblo judío.

El pensamiento teológico cristiano actual que trata de superar estos obstáculos, aclara que:

  1. La Torah, como expresión de la alianza del Sinaí, sigue siendo válida para los judíos como un don para ellos, nunca revocado (Romanos 9, 4; 11, 29). La Torah tampoco fue abolida para los cristianos, sino que sigue formando parte de la revelación de Dios, aunque con una nueva interpretación a través de la persona de Cristo (Mateo 5, 17; Juan 10, 35). Los dos principales mandamientos que Jesús describe como los más importantes (Marcos 12, 28-31) son mandamientos de la Torah (Deuteronomio 6, 4-5 y Levítico 19, 18), y los Diez Mandamientos otorgados al pueblo de Israel en el Sinaí (Éxodo 20 y Deuteronomio 6) son centrales para la ética cristiana.
  2. Uno de los aspectos fundamentales de la promesa del Mesías para Israel incluye –también en el Nuevo Testamento– la liberación de Israel de la opresión extranjera. Esa liberación, sin embargo, no tuvo lugar a través de Jesús de Nazareth. Por lo tanto, designarlo como "Mesías prometido a Israel" no sería una descripción adecuada de su persona. A lo largo de la tradición cristiana, la Iglesia ha enriquecido la denominación "Cristo" (que deriva de la traducción griega de "Mesías") que la comunidad cristiana primitiva había dado a su Señor, Jesús de Nazareth, con muchas asociaciones y atributos para describir la plenitud de su ser. Estos conceptos expresan misterios de la fe cristiana (como están contenidos en los conceptos de la Encarnación y la Trinidad) que no encuentran una adecuada expresión en la palabra "Mesías". Por consiguiente, los cristianos deberían ser prudentes al usar este término que no es apropiado para describir la persona de Jesucristo, aunque muestra vigorosamente las raíces judías del cristianismo.
  3. La alianza de Dios con Israel como pueblo no ha sido derogada con el advenimiento de Cristo. La Iglesia como cuerpo de Cristo no es la sucesora o heredera de la alianza de Dios con Israel, sino un nuevo camino para que hombres y mujeres entren en comunión con el Dios de Israel, junto al pueblo de Israel. Por lo tanto, una acción proselitista hacia los judíos, comúnmente llamada actividad misionera entre los judíos, es teológicamente insostenible. El advenimiento de Cristo no ha cambiado el propósito de la Torah de dar forma a la vida de Israel como pueblo particular con una vocación particular.
  4. Existe una íntima relación entre el pueblo judío y la Tierra de Israel, vinculada con la alianza de Dios con ese pueblo, una realidad que no siempre es bien comprendida por los cristianos. Estos deberían esforzarse por entender ese vínculo, así como la fuerte adhesión de la gran mayoría de los judíos a la Tierra de Israel, y por lo tanto, al Estado de Israel.

Para los cristianos no es obligatoria la observancia de todo el modo de vida prescripto en la Torah, porque la Iglesia Cristiana es diferente al pueblo judío. Lo que ellos pueden y deben hacer como discípulos de Jesucristo, que fue fiel a la Torah –la expresión de la voluntad de Dios– y contribuyó a su interpretación, es inspirarse en sus valores y paradigmas para configurar los múltiples elementos de su vida nacional, social, económica, cultural y política a la luz de la Torah.

Por ejemplo, un país o un grupo oprimido puede ver su propia lucha por la liberación a la luz del Éxodo de Israel. También podrían tomarse los mandamientos bíblicos a Israel sobre el uso de su tierra (por ejemplo, el precepto del año sabático, que reivindica la propiedad en última instancia divina de la tierra, la liberación de los esclavos y la cancelación de las deudas) como paradigmas para la propia actitud hacia la tierra y las personas. O se pueden usar los mandamientos concernientes a los derechos y a la dignidad de los no-judíos que viven entre el pueblo de Israel, como orientación para la manera en que deben ser tratados los extranjeros en nuestras sociedades. Pero al hacerlo, debemos ser conscientes de que esta aplicación de los mandamientos bíblicos sólo puede hacerse en un sentido paradigmático o analógico, sin agotar, cambiar o suplantar su contexto y significado original como mandamientos entregados al pueblo de Israel.

La base religiosa común del judaísmo y del cristianismo

Sobre la base del patrimonio compartido de las Escrituras, del que emergen sus creencias y valores comunes, los judíos y los cristianos comparten:

Una particular perspectiva sobre la humanidad, el mundo y Dios, que incluye:

  • la creencia en que el mundo es creación del Dios Único;
  • la creencia en que Dios está más allá de todo ser, poder o idea del mundo (considerar cualquiera de estos como absoluto, es idolatría);
  • el reconocimiento de que el mundo es entregado al cuidado y la administración de la humanidad, llamada a servirlo y protegerlo de acuerdo con el designio divino, y a actuar en colaboración con Dios;
  • el reconocimiento de que cada ser humano es creado a imagen de Dios, y por lo tanto, le es infinitamente precioso a Dios;
  • el reconocimiento de que cada ser humano es responsable por el otro;
  • el reconocimiento de la potestad de Dios en misericordia y justicia sobre la humanidad y el mundo;
  • el reconocimiento de que Dios está presente en la historia y en la vida de los hombres y las mujeres;
  • la esperanza en el establecimiento del Reino de Dios de justicia, paz y amor en la tierra.

Un particular ethos o conjunto de valores derivado de esta perspectiva sobre Dios, el mundo y la humanidad, que incluye:

  • la protección y preservación de la creación de Dios, cada cosa en su tipo, mediante una administración responsable;
  • la afirmación de la santidad de la vida humana;
  • la protección de la dignidad de cada ser humano sin distinción de origen, raza, género, características o capacidades;
  • la protección de la familia;
  • la búsqueda de justicia para todos, especialmente para los pobres y los indefensos;
  • la búsqueda de mutua solidaridad y paz en las relaciones entre las personas: en la familia, en la sociedad, en la nación y entre las naciones;
  • rechazo de la esclavitud, la opresión y el autoritarismo;
  • la aspiración a la humildad como equilibrio exacto entre el orgullo y el servilismo.

Una literatura rica –las Escrituras hebreas–, integrada por narrativas, poesía, himnos, literatura profética, enseñanzas sapienciales e historiografía, que reflejan la forma de entender a Dios, la humanidad y el mundo, como también el ethos y los valores mencionados anteriormente. Todo esto tiene un gran significado espiritual, moral, social y cultural para el presente.

Una importancia particular tiene el mensaje contenido en el Sabbath, que enseña que la vida humana debe alternar entre lo sagrado y lo profano, entre la actividad y la pasividad, entre el dominio y la dependencia, entre crear y ser criatura entre otras criaturas. El cristianismo ha aplicado algunos elementos del Sabbath en su celebración del Domingo, pero el significado pleno de este aspecto de la enseñanza de la Torah para la vida humana en sociedad y para la relación entre los seres humanos y el mundo no-humano pocas veces es entendido.

Límites del pluralismo

Como la expresión del encuentro humano con lo Divino es limitada por su misma naturaleza, siempre se necesita reflexión y análisis, purificación y renovación. En una palabra, se necesita humildad teológica, una de cuyas partes esenciales es la autocrítica religiosa.

Es inapropiado y ofensivo que quienes son ajenos a una comunidad religiosa particular juzguen qué es verdadera o falsa religión dentro de ella. Los que son ajenos al lenguaje simbólico religioso por el cual una comunidad expresa su encuentro con lo Divino, no tienen un acceso adecuado a los santuarios interiores de esa religión. El derecho a la autodefinición es privativo de los miembros de cada comunidad.

Sostenemos que se han tocado los límites del pluralismo para judíos y cristianos cuando:

  1. las consecuencias de las creencias amenazan el bienestar de los seres humanos y sus sociedades;
  2. las creencias ocasionan injusticia, opresión, persecución o asesinatos;
  3. las creencias no respetan la dignidad y la integridad de cada ser humano creado a imagen de Dios;
  4. las creencias no respetan la dignidad y la integridad de la Creación.

Al contribuir a la construcción de un mundo mejor, los judíos y los cristianos juntos deberán sacar las consecuencias prácticas de aquellas enseñanzas de la Torah que constituyen su base común. Al mismo tiempo, deberán estar abiertos a las ideas y experiencias que otras tradiciones y comunidades religiosas tienen para ofrecer en lo referente a su encuentro con lo Divino.

Judíos y cristianos y pluralismo

Desde su base común, los judíos y los cristianos hacen su contribución a la discusión sobre la futura condición moral y espiritual de nuestro mundo. En este contexto, es esencial la humildad teológica.

Los miembros de cada comunidad religiosa deberán admitir que Dios puede tener otras maneras para relacionarse con las personas y las comunidades humanas, diferentes a las que tuvo para revelarse a su propia comunidad. Deberán tener conciencia de que existen expresiones válidas del encuentro con lo Divino diferentes de las propias. Cuando el encuentro con lo Divino tiene lugar en otra comunidad religiosa, también allí los hombres y las mujeres pisan terreno sagrado.

Martin Buber House, Heppenheim, Alemania, 1 de marzo de 1993

Editorial remarks

Traducción del inglés: Silvia Kot