El Vaticano y el Holocausto: un informe preliminar

Presentado ante la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo de la Santa Sede y el Comité Judío Internacional para Consultas Interreligiosas. Octubre, 2000

El Vaticano y el Holocausto: un informe preliminar

Presentado ante la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo de la Santa Sede y el Comité Judío Internacional para Consultas Interreligiosas.

Comisión Histórica Internacional Católico-Judía, Octubre, 2000

Prefacio

La Comisión Histórica Internacional Católico-Judía (Comisión Histórica) está integrada por un grupo de tres investigadores católicos y tres investigadores judíos, designados, respectivamente, por la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo de la Santa Sede (Comisión de la Santa Sede) y el Comité Judío Internacional para Consultas Interreligiosas (IJCIC), ante quienes presentamos este informe preliminar.

Los seis estudiosos elegidos para trabajar en la Comisión Histórica son: la Dra. Eva Fleischner, profesora emérita de Montclair State University de New Jersey; el padre Gerald P. Fogarty, S.J., profesor de la cátedra William R. Kenan, Jr. de Estudios Religiosos e Historia, Universidad de Virginia; el Dr. Michael R. Marrus, profesor de la cátedra Chancellor Rose and Ray Wolfe de Estudios sobre el Holocausto y decano de la School of Graduate Studies, Universidad de Toronto; el reverendo John F. Morley, profesor asociado del Departamento de Estudios Religiosos, Seton Hall University; el Dr. Bernard Suchecky, investigador del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Libre de Bruselas; el Dr. Robert S. Wistrich, profesor de Historia y titular de la cátedra Neuberger de Estudios Judíos Modernos de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Los estudiosos trabajan sin remuneración.

Los coordinadores del proyecto son: el Dr. Eugene Fisher, del Comité Episcopal de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos (USA), en representación de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo de la Santa Sede; Seymour D. Reich, presidente del Comité Judío Internacional para Consultas Interreligiosas (IJCIC); y el Dr. Leon A. Feldman, profesor emérito de Estudios Hebraicos, Rutgers University, y Secretario del IJCIC. Ariella Lang, candidata al doctorado en Italiano de la Universidad de Columbia actuó como asistente investigadora de la Comisión Histórica y colaboró en la redacción de este informe.

Son miembros del IJCIC: el Comité Judío Norteamericano, la Liga Anti-Difamación, B’nai B’rith Internacional, el Congreso Judío Mundial, el Consejo Judío de Israel para las Relaciones Interreligiosas y representantes de las tres ramas principales del judaísmo: Unión Ortodoxa y Consejo Rabínico de Norteamérica (ortodoxos); la Asamblea Rabínica y la Sinagoga Unida del Judaísmo Conservador (conservadores); y la Conferencia Central de Rabinos Norteamericanos y la Unión de Congregaciones Hebreas Norteamericanas (reformistas).

El proyecto fue anunciado en Roma en octubre de 1999 por el cardenal Edward I. Cassidy, presidente de la Comisión de la Santa Sede, y el Sr. Seymour D. Reich, presidente del IJCIC. La Comisión Histórica comenzó su trabajo con el propósito, formulado por el cardenal Cassidy, de examinar en forma crítica los once volúmenes del material de archivo, publicados por la Secretaría de Estado de la Santa Sede (división externa) entre 1965 y 1981, titulados Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la seconde guerre mondiale (ADSS). Cada volumen considera un tópico y un marco temporal diferentes. Se incluye en estos documentos la correspondencia diplomática de la Secretaría de Estado de la Santa Sede con sus representantes en el extranjero, así como también notas y comunicaciones de encuentros con diplomáticos y líderes de la Iglesia de diversos países. Esos documentos están publicados en el idioma en que fueron escritos originariamente (principalmente italiano, francés y alemán, pero hay algunos en latín y en inglés), y cada volumen, salvo el Volumen 3 que está dividido en dos libros, tiene una introducción separada. Estas introducciones han sido recientemente resumidas por el último miembro sobreviviente del equipo de jesuitas editores de ADSS, el P. Pierre Blet, S.J.[1]

El mandato que nos dieron nuestras instituciones patrocinantes consistía en revisar los volúmenes que integran ADSS y plantear preguntas y cuestiones relevantes que, a nuestro juicio, no fueron resueltas en forma adecuada y satisfactoria por la documentación disponible, y emitir un informe sobre nuestras conclusiones. Al pasar revista al material, hemos sentido la necesidad de requerir documentación adicional que podría dar respuesta a preguntas que surgieron como resultado de nuestra investigación. Nos hemos reunido por primera vez en diciembre de 1999 en Nueva York, y luego en Londres en mayo, en Baltimore en julio, y otra vez en Nueva York en septiembre.[2]

Después de revisar los textos de ADSS, hemos preparado este informe preliminar basado en nuestra evaluación de los documentos contenidos en los volúmenes. En cumplimiento de nuestro mandato, la mayor parte de este informe consiste en un conjunto de preguntas surgidas de nuestro estudio de los documentos, después de un breve resumen de las circunstancias que llevaron a la formación de esta Comisión.

Las intensas polémicas en torno a la reputación de Pío XII y el papel desempeñado por el Vaticano durante el Holocausto, se iniciaron a principios de la década de 1960, con la controversia que rodeó a la obra teatral de Rolf Hochhuth El vicario. En ese período varios historiadores publicaron también relatos extremadamente críticos sobre el papa de la época de la guerra, que contrastaban fuertemente con los elogios que había recibido durante y después de la guerra, y hasta su muerte en 1958.

Muchos estudiosos, desde la década de 1960 hasta el presente, tomaron en serio el mandato de objetividad histórica, y escribieron reseñas equilibradas (aunque en muchos casos todavía críticas hacia la Santa Sede). Otros simplemente parecen haber supuesto que si un argumento determinado dañaba la reputación del papa Pío XII, debía de ser verdadero. Por último, otros, como reacción a los cargos contra el papa, desarrollaron defensas apologéticas, algunas de las cuales son altamente polémicas. Como resultado, se han desarrollado a través de los años retratos cada vez más contenciosos, tanto condenatorios como laudatorios, de un hombre cuyo oficio, el papado, es reverenciado por muchos como una institución sagrada.

En 1964, el Vaticano respondió a la controversia y puso en marcha el proceso editorial que llevó a la publicación de ADSS. Al autorizar esa publicación, el papa Pablo VI tomó la decisión sin precedentes de dejar parcialmente de lado la política habitual del Vaticano de no poner en circulación un material de archivo tan reciente.[3] La tarea de publicar esos documentos fue confiada por la Secretaría de Estado a tres jesuitas: el mismo P. Blet, Angelo Martini y Burkhart Schneider. Posteriormente, otro jesuita, el P. Robert Graham, se agregó al equipo.[4] El padre Blet explicó luego que la publicación de ADSS era la respuesta del Vaticano a las “acusaciones” hechas contra Pío XII a principios de la década de 1960.[5]

Los volúmenes de ADSS revelan la complejidad y la variedad de las actividades que llevó a cabo la Santa Sede con respecto a “las víctimas de la guerra”.[6] Una de sus valiosas contribuciones es explicar las prioridades del Vaticano durante ese conflicto. En aquella época, la Santa Sede estaba preocupada en primer lugar por su ministerio sacramental, los derechos institucionales e incluso la supervivencia de la Iglesia Católica, como se vio, por ejemplo, en su polìtica diplomática de confiar en los concordatos.

La variedad de los documentos, y las cuestiones morales que surgen de algunos de ellos, evidencian el serio esfuerzo de parte de los editores que los prepararon, y la inclusión de documentos que entonces, y más adelante, hicieron surgir preguntas sobre el papel de la Santa Sede, habla del afán de objetividad de los editores. Por cierto, el hecho de que tales preguntas hayan sido repetidamente planteadas dentro de la misma Iglesia, demuestra hasta qué punto la comprensión de la Iglesia de su papel en el mundo ha evolucionado drásticamente desde los acontecimientos descriptos en nuestro informe.

Sin embargo, un análisis de esos volúmenes de documentos del Vaticano no aclara suficientemente cuestiones significativas sobre el papel del Vaticano durante el Holocausto. Ningún historiador serio aceptaría que los volúmenes editados y publicados pudieran dar por terminado el tema. Esto no se debe ni a la complejidad, ni a la dificultad de las cuestiones en sí mismas, ni a la calidad editorial de los volúmenes de documentos. Más bien refleja el hecho de que muchos de los documentos admiten diferentes interpretaciones. La interpretación es ineludible en el trabajo de los historiadores, y es particularmente relevante y sensible en este caso, porque la Comisión Histórica está manejando lo que los mismos editores de los documentos reconocen que es sólo una parte de la evidencia disponible.[7] Uno de nuestros objetivos es entender las acciones de Pío XII y del Vaticano durante la segunda guerra mundial, cómo tomaron las decisiones sobre las políticas que adoptaron, y por qué. Pero la capacidad de lograrlo está limitada por el hecho de que nuestra Comisión, y los investigadores en general, sólo tienen a su disposición una selección de los documentos vaticanos. Una de las inevitables consecuencias de esta limitación es que algunos comentaristas confiaron más de lo conveniente en la especulación, y algunos sucumbieron al sensacionalismo.

Los propios documentos publicados suscitan a menudo preguntas a las que no dan respuestas. La mera presencia de un documento, después de todo, no dice nada sobre la forma en que fue recibido, la atención otorgada a su recepción, o el modo en que fue considerado o tratado en los diversos ámbitos de la diplomacia vaticana. Además, los editores de ADSS concibieron su proyecto bajo una luz determinada, como lo hacen todos los investigadores, y de este modo no sólo nos enfrentamos a la tarea de analizar los contenidos de los volúmenes, sino también de examinar el propósito y el enfoque de los editores.

Muchos interrogantes pueden ser contestados leyendo las largas introducciones que acompañan a cada volumen, un sumario realizado por el padre Blet, pero otras preguntas permanecen sin respuesta. En las introducciones, los editores citan muchos documentos: algunos de éstos están reproducidos en los volúmenes, pero otros, a los que se hace referencia, no están reproducidos. En el Volumen 1, por ejemplo, los editores mencionan cartas enviadas al papa por “almas afligidas”, cuyos nombres no figuran, que le suplican que trabaje por la paz, presentándole incluso a veces planes de acción.[8] Pero esos pedidos no están incluidos en el cuerpo de los volúmenes. Del mismo modo, en la introducción al Volumen 2, los editores citan explícitamente en notas al pie algunas cartas de la jerarquía católica alemana al papa. Pero el texto de ese volumen sólo contiene cartas de Pío XII a los obispos alemanes.

Los mismos editores reconocen haber usado determinados criterios al seleccionar los documentos que publicaron. En el Prefacio al Volumen 1, explican que la Secretaría de Estado recibe informes y envía instrucciones que conciernen a la vida interna de la Iglesia Católica y a la vida religiosa de sus fieles, que no tienen nada que ver con las relaciones internacionales. Ése es el motivo por el cual ese volumen se limita a la publicación de documentos que sirven para explicar la actuación de la Santa Sede en cuestiones relacionadas con la guerra de 1939-1945.[9]

Los editores también hacen una salvedad en el Volumen 2, donde señalan que “el papa maneja muchos temas que son estrictamente eclesiales y se refieren a la vida religiosa.”[10] Una generación más tarde, los historiadores pueden considerar relevantes para sus investigaciones ciertos temas que antes parecían ser estrictamente eclesiales o de carácter religioso.

¿Qué aporte, que no hayan hecho otros, podemos hacer, pues, a la discusión? No nos consideramos peritos en todos los temas incluidos en los volúmenes publicados, aunque todos participamos en la investigación permanente y el diálogo en torno a la Iglesia y el Holocausto. Cada uno de nosotros llegó a esta Comisión con distintos puntos de vista basados en investigaciones previas. Esperamos dotar al informe de una dimensión múltiple que refleje las diferencias y opiniones académicas inherentes a toda investigación. Nuestra colaboración y nuestro análisis conjunto de los documentos publicados no sólo fueron mutuamente enriquecedores, sino que también generaron un foro para la investigación y el diálogo. Esto no significa, empero, que hayamos alcanzado un acuerdo unánime sobre la interpretación de cada documento.

De acuerdo con nuestro mandato, comenzamos nuestro trabajo analizando los materiales que habían sido de público dominio por más de dos décadas. Decidimos emprender esta tarea por una variedad de razones. En primer lugar, esos volúmenes han sido poco usados y poco conocidos, fuera de un pequeño círculo de especialistas. En segundo lugar, dada la naturaleza extremadamente polémica y emocional del tema, estuvimos de acuerdo en que sería útil una investigación independiente por parte de tres estudiosos católicos y tres estudiosos judíos, con vistas a promover un nivel más profundo y maduro de discurso histórico entre nuestras dos comunidades y dentro de cada una de ellas. En tercer lugar, creemos que este análisis común de la documentación publicada es un primer paso para lograr el acceso a más documentación de archivo y evidencia histórica.

Al cumplir nuestro cometido, esperamos establecer bases documentales más seguras para analizar las acciones y las políticas de Pío XII y el Vaticano. Nuestra tarea no es juzgar al papa o a sus consejeros. Más bien esperamos que, a través del análisis y el estudio de sus acciones, declaraciones y cartas, podamos contribuir a lograr una comprensión más exacta del papel desempeñado por el papado durante el Holocausto.

Preguntas

A continuación presentamos algunos ejemplos de preguntas que surgieron durante nuestro análisis de los documentos. Por conveniencia, las hemos agrupado en tres categorías: la primera, con preguntas de un carácter muy específico que surgen de documentos particulares de la colección; la segunda, con preguntas de un carácter más general, sobre temas que aparecen en uno o más volúmenes; y la tercera, con preguntas generales que se nos ocurrieron cuando consideramos el cuadro completo.

    a. Preguntas que surgen de documentos particulares

  1. Eugenio Pacelli, entonces Secretario de Estado, y algunos cardenales alemanes, tuvieron un papel central en la redacción de la encíclica de 1937 “Mit brennender Sorge” (“Con ardiente preocupación”), que fue una vigorosa condena del nacional-socialismo. Poco después de haber sido elegido papa, Pacelli se reunió con el mismo grupo de cardenales alemanes para discutir la forma en que tratarían con el nazismo. Para poder entender la evolución de las políticas de Pacelli como Secretario de Estado y como papa, ¿podríamos ver los borradores de Mit brennender Sorge, o cualquier otro material relevante concerniente a esa encíclica o a su encuentro en 1939 con los cardenales alemanes después de su elección?[11]
  2. En 1938, después del pogrom de la Kristallnacht (“La noche de los cristales”), sólo un prominente prelado alemán, Bernard Lichtenberg, rector de la catedral de Santa Eduwiges de Berlín, tuvo la valentía de condenar públicamente los atentados. El nuncio papal en Berlín le entregó a Pacelli un informe detallado,[12] pero parece que no hubo ninguna reacción oficial del Vaticano. Este tema es especialmente importante porque el arzobispo Amleto Cicognani, delegado apostólico en los Estados Unidos, ciertamente informó al Vaticano sobre la pública difusión de la condena de los obispos norteamericanos a la Kristallnacht. ¿Revelan los archivos discusiones internas entre los funcionarios del Vaticano, incluyendo a Pacelli, sobre la reacción apropiada frente a ese pogrom?
  3. En junio de 1938, el papa Pío XI encomendó al padre John LaFarge S.J. que redactara un borrador para una encíclica sobre el racismo y el antisemitismo. Los editores de ADSS afirmaron que no encontraron nada sobre ese tema en los archivos del Vaticano.[13] Sin embargo, en un artículo aparecido en el Osservatore Romano en 1973, el padre Burkhart Schneider, uno de los editores de ADSS, aseguraba que “los textos preparados, así como muchos sobre otros tópicos, terminaron en el silencio de los archivos”.[14] ¿Podríamos revisar los borradores y materiales relativos a ese documento en los archivos?
  4. Una parte sustancial del Volumen 6 está dedicado a los malogrados intentos de obtener visas brasileñas para católicos de origen judío. Han surgido muchas preguntas relativas al fracaso de ese proyecto. Además, es sabido que una parte del dinero destinado a los refugiados provenía de fondos reunidos por el United Jewish Appeal de los Estados Unidos.[15] ¿Existe más documentación sobre por qué ese dinero se asignó al intento de rescate de judíos convertidos, y no de judíos?
  5. Desde el estallido de la guerra, llovieron sobre el Vaticano pedidos de ayuda para la población de Polonia, brutalmente martirizada por una cruel y sanguinaria ocupación. Y desde los más tempranos días de la contienda, algunos observadores, desde el gobierno polaco en el exilio hasta los embajadores de Francia y el Reino Unido ante el Vaticano, transmitieron la opinión de muchos católicos polacos, de dentro y fuera de Polonia, en el sentido de que la Iglesia los había traicionado, y que Roma se mantenía en silencio frente a su desgracia nacional.[16] ¿Existe más documentación, además de la que ya está en los volúmenes, referentes a deliberaciones dentro del Vaticano con respecto a esos insistentes pedidos de ayuda a los polacos?
  6. El 23 de noviembre de 1940, Mario Besson, obispo de Lausana, Friburgo y Ginebra, le dirigió una carta al papa Pío XII, expresando una profunda preocupación por las graves condiciones de miles de prisioneros, incluyendo judíos, en campos de concentración del sudoeste de Francia.[17] En su informe, pedía urgentemente una manifestación pública del papa contra las persecuciones, y una defensa católica más activa de los derechos de todas las víctimas. Sabemos que tuvo que haber sido tomado en serio por el Vaticano, sobre todo porque sus observaciones fueron confirmadas por el nuncio papal en Suiza, el arzobispo Filippo Bernardini, quien envió el mensaje de Besson al papa.[18] Las respuestas siguientes de Luigi Maglione, Secretario de Estado, también indican que él consideraba que esa carta era digna de atención, y que sin duda la había discutido con el Santo Padre.[19] ¿Existe alguna evidencia de que Pío XII, Maglione o cualquier otra autoridad del Vaticano haya considerado reaccionar, en ese momento o más adelante, de la manera que pedía Besson?
  7. En agosto de 1941, el jefe de Estado francés, mariscal Philippe Pétain, le pidió al embajador francés ante la Santa Sede, Léon Bérard, que averiguara la opinión del Vaticano sobre los intentos del gobierno colaboracionista de Vichy para restringir a los judíos por medio de una legislación antijudía. La respuesta llegó, a través de Giovanni Montini, Secretario de Estado suplente, y Domenico Tardini, Secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiales Extraordinarios, diciendo que no había ninguna objeción contra tales restricciones, mientras se las administrara con justicia y caridad, y no restringieran las prerrogativas de la Iglesia.[20] ¿Fue consultado el papa sobre esto? ¿Existe algún material adicional en los archivos con referencia a este tema que no esté contenido en ADSS?
  8. En Rumania, donde los católicos eran una pequeña pero significativa minoría, tanto las autoridades católicas locales como el Vaticano, adhirieron al concordato de 1929 que definía las relaciones entre la Iglesia y el régimen dictatorial del mariscal Ion Antonescu. Durante 1940 y 1941, cuando se intensificó la persecución a los judíos, el Vaticano recibió una enorme cantidad de comunicaciones de parte del nuncio, el arzobispo Andrea Cassulo, que transmitían el perjuicio que las leyes antijudías causaban a lo que la Iglesia veía como sus prerrogativas: entre otras, la protección de los derechos civiles y religiosos de los católicos que se habían convertido del judaísmo. Cassulo informó repetidamente sobre sus esfuerzos para garantizar la “libertad de la Iglesia”, insistiendo sobre la necesidad de eximir a los judíos convertidos de las leyes antijudías, su derecho a asistir a escuelas e instituciones vocacionales.[21] ¿Consideraban Cassulo o sus interlocutores del Vaticano que estas intervenciones eran la única manera práctica en que se podía tender un manto de protección, o al menos cierta protección, sobre los judíos no convertidos? ¿Existen más documentos para aclarar este tema?
  9. Cassulo tenía excelentes relaciones con los dirigentes judíos de las importantes provincias rumanas de Moldavia y Wallachia. Apeló directamente a Antonescu para limitar las deportaciones planeadas para el verano de 1942.[22] Recorrió Transnistria en la primavera de 1943, y visitó uno de los principales campos de muerte para judíos durante el Holocausto. Cassulo le envió un extenso informe de sus actividades a Maglione.[23] Viajó a Roma en otoño de 1942 y fue recibido por el Papa. ¿Registra algún documento qué sucedió en el transcurso de esa visita? ¿Fueron aprobadas sus acciones por la Santa Sede?
  10. A fines de agosto de 1942, el metropolitano greco-católico de Lwow, Andrzeyj Szeptyckyj, le escribió al papa describiendo con total claridad las atrocidades y asesinatos masivos que se cometían contra los judíos y la población local.[24] Por lo que sabemos, ningún otro alto dignatario de la Iglesia Católica ofreció un testimonio ocular tan directo ni expresó preocupación por los judíos en cuantojudíos (y como blancos primarios de la bestialidad alemana) de esta misma manera. Además, le hizo saber al papa que ya había protestado ante el mismo Himmler. Por último, denunció públicamente las masacres de judíos en circunstancias en que algunos católicos ucranianos estaban colaborando con los alemanes en esos asesinatos. ¿Hay evidencias de alguna discusión o alguna respuesta al alegato de Szeptyckyj?
  11. El cardenal arzobispo de Cracovia, Adam Sapieha, en una carta de febrero de 1942 al papa, describía en forma vívida los horrores de la ocupación nazi, incluyendo los campos de concentración que destruyeron a miles de polacos.[25], Pero, por lo que sabemos, ni en esta ni en ninguna otra comunicación a Roma, hizo Sapieha ninguna referencia específica a los judíos. Tampoco sabemos que el Vaticano le haya pedido nunca información alguna sobre este tema. Sin embargo, no cabe ninguna duda de que Sapieha sabía qué estaba pasando en Auschwitz, que se encontraba dentro de su arquidiócesis. ¿Existe alguna comunicación inédita de Sapieha a Roma, en la que aluda al destino de los judíos? ¿Pueden decirnos más los archivos sobre el intercambio entre el Vaticano y las autoridades de la Iglesia polaca sobre esto y sobre otros temas relacionados?
  12. El 18 de mayo de 1941, el papa Pío XII recibió al jefe del Estado fascista croata, Ante Pavelic. Aunque el Vaticano recibió a Pavelic como un católico individual, no como jefe de Estado, ese encuentro tuvo implicancias políticas. Antes de ese encuentro, el delegado yugoslavo ante la Santa Sede advirtió al Vaticano que Pavelic estaba involucrado en atrocidades cometidas contra los serbios, y objetó el hecho de que se lo recibiera en calidad de lo que fuere, por ser el jefe de un Estado “títere” ilegítimo.[26] El régimen de Pavelic fue responsable de la masacre de cientos de miles de serbios, judíos, gitanos y partisanos. No se sabe cómo reaccionó el papa ante estas atrocidades. ¿Existe algún material de archivo que pueda iluminar esta cuestión?
  13. Muchas preguntas sin respuesta rodean también al arzobispo de Zagreb, Aloysius Stepinac, beatificado en 1999. En 1941 recibió inicialmente con beneplácito la creación de un Estado croata, pero luego condenó las atrocidades cometidas contra los serbios y los judíos, y estableció una organización para rescatar judíos. ¿Existen documentos o materiales de archivo del proceso de beatificación que puedan aclarar este tema?
  14. En varias oportunidades, Konrad von Preysing, obispo de Berlín, suplicó en vano al papa que protestara por acciones nazis específicas, incluyendo las que eran dirigidas contra los judíos. El 17 de enero de 1941, le escribió a Pío XII, señalando: “Su Santidad seguramente está informado sobre la situación de los judíos en Alemania y en los países vecinos. Desearía mencionar que me han preguntado, tanto del lado católico como del lado protestante, si la Santa Sede no podría hacer algo con respecto a ese tema, lanzar un llamamiento en favor de esos desdichados.”[27] Este fue un pedido directo al papa, sin la intermediación del nuncio. ¿Qué impresión causaron las palabras de Preysing en Pío XII? ¿Qué discusiones, si es que las hubo, tuvieron lugar sobre la posibilidad de efectuar un llamamiento público, como pedía el obispo alemán? ¿Se buscó más información sobre la política nazi antijudía?
  15. El 6 de marzo de 1943, von Preysing le pidió a Pío XII que tratara de salvar a los judíos de la capital del Reich, quienes enfrentaban una inminente deportación que, como él mismo dijo, los llevaría a una muerte segura: “La nueva ola de deportaciones de judíos, que comenzó poco antes del 1º de marzo, nos afecta particularmente aquí en Berlín con mayor crueldad. Varios millares están involucrados: Su Santidad aludió a su probable destino en su mensaje radial de Navidad. Entre los deportados también hay muchos católicos. ¿No le será posible a Su Santidad intervenir a favor de la gran cantidad de desdichados inocentes? Es la última esperanza para muchos y el profundo deseo de todas las personas de pensamiento recto.[28] El 30 de abril de 1943, el papa le indicó a von Preysing que los obispos locales tenían la potestad de determinar cuándo permanecer callados y cuándo hablar ante al peligro de represalias y presiones.[29] Si bien sentía que debía ejercer una gran prudencia en sus acciones como papa, dejó en claro que le reconfortaba el hecho de que hubiera católicos, sobre todo en Berlín, que ayudaban a los “llamados no-arios” (sogenannten Nichtarier). Destacó particularmente con “reconocimiento paternal” al padre Lichtenberg, que había sido encarcelado por los nazis y moriría poco tiempo después. ¿Existen en los archivos ejemplos anteriores de la solicitud del papa hacia el padre Lichtenberg o alguna referencia a la oposición de los obispos a la persecución contra los judíos, si nos remontamos a 1938? ¿Hay alguna evidencia de discusiones en el Vaticano referidas a las deportaciones desde Berlín?
  16. Aparte de las observaciones directas de von Preysing sobre las deportaciones nazis de judíos desde Berlín, y las noticias que él recibía al respecto, sabemos que se mantuvo permanentemente informado sobre la persecución, a través de su contacto frecuente con Helmut James Graf von Moltke (la fuerza motora del Círculo antinazi de Kreisau). ¿Recibió el papa otras informaciones de von Preysing sobre el Holocausto? ¿Contienen los archivos alguna información adicional referente a los intercambios de von Preysing y otros obispos alemanes con el Vaticano sobre la persecución y el asesinato de los judíos?
  17. La respuesta del papa a von Preysing no muestra ningún compromiso concreto para efectuar un llamamiento público por los judíos. Pero el 2 de junio de 1943, alrededor de un mes después, en un discurso ante el Sacro Colegio de Cardenales, el papa se refirió vagamente a aquellos “destinados a veces, incluso sin culpa de su parte, a medidas exterminadoras.”[30] Esa fue la segunda y última oportunidad en que el papa Pío XII hizo una referencia (indirecta) al Holocausto durante los años de la guerra. La proximidad en el tiempo con su respuesta del 30 de abril de 1943 a von Preysing sugiere que puede haber una conexión, aunque, una vez más, sólo una investigación más exhaustiva de los archivos del Vaticano podría revelar si realmente fue así. ¿Qué documentos inéditos contienen los archivos sobre el discurso del papa y su respuesta a von Preysing?
  18. En una carta a von Preysing en marzo de 1944, el papa afirmaba: “Tengo ante mí sus ocho cartas de 1943 y cinco cartas de 1944.”[31] ¿Están esas cartas en los archivos? ¿Podemos verlas?
  19. Relatos asombrosamente detallados sobre matanzas figuran en el Volumen 8. En una notable circunstancia, el 7 de octubre de 1942, el Vaticano recibió información sobre las masacres de judíos, recopilada por un capellán italiano de un tren hospital, el padre Pirro Scavizzi, que informaba sobre dos millones de muertos hasta ese momento.[32] Se dijo que Scavizzi tuvo cuatro audiencias con el papa, dos de las cuales no son mencionadas en los once volúmenes.[33] Según el cardenal Innitzer de Viena, Scavizzi deploró las reacciones timoratas del arzobispo Cesare Orsenigo, nuncio en Alemania, sobre esta clase de cuestiones, y le escribió directamente al papa en mayo de 1942.[34] ¿Se discutieron alguna vez informes de este tipo en las oficinas de la Secretaría de Estado? ¿Se refirió el papa a esta clase de informes en reuniones u otras conversaciones dentro del Vaticano? ¿Existen materiales de otros capellanes militares italianos en los archivos?
  20. En agosto y septiembre de 1942, hubo enérgicas protestas contra las deportaciones de judíos desde Francia por parte del arzobispo Saliège de Toulouse, el obispo Théas de Montaubon y el cardenal Gerlier de Lyon.[35] Según el New York Times, en un artículo publicado el 10 de septiembre de 1942, el papa “le envió al mariscal Pétain un mensaje personal en el que intimaba su aprobación a las iniciativas de los cardenales y obispos franceses a favor de los judíos y extranjeros entregados a los alemanes. Se entiende que el papa le pidió al jefe de Estado francés que interviniera.”[36] ¿Está confirmada esta noticia periodística en los archivos del Vaticano?
  21. El 28 de abril de 1943, Casimir Papée, el embajador polaco ante la Santa Sede, le envió a Maglione un extracto de un periódico de Zurich, donde se describía el martirio de muchos sacerdotes polacos internados en Dachau. Le recordaba al cardenal los sentimientos que había despertado en todas las naciones civilizadas y cristianas la crueldad de los alemanes en los territorios ocupados, y añadía: “Mis colegas y yo nunca hemos dejado de atraer la atención de Su Eminencia sobre estos dolorosos hechos” Al final de su carta, Papée preguntaba qué podía hacer la Santa Sede “para salvar vidas preciosas para la Iglesia”, y qué medidas se proponía tomar “frente a tanta injusticia”.[37] No hay ninguna evidencia de una respuesta en ADSS, a pesar de que los ultrajes a los polacos se señalaron en varias oportunidades.[38] Reclamos de esta clase habían estado llegando al Vaticano desde 1939. ¿Hay algún material en los archivos acerca de discusiones internas sobre cómo pensaba reaccionar el Vaticano?
  22. Hay cartas de los obispos del nordeste de Italia a la Santa Sede entre 1943 y 1945 (por ejemplo, Giuseppe Nogara, obispo de Udine, Antonio Santin, obispo de Trieste, entre otros obispos).[39] Esas cartas proporcionan un cuadro detallado de la situación político-religiosa de esas diócesis, como la persecución a los judíos, el fusilamiento de rehenes, los peligros presentados por los partisanos, y el sufrimiento de los italianos. ¿Hay más cartas del mismo tipo, de estos u otros obispos italianos en los archivos?
  23. A principios de 1944, el Congreso Judío Mundial le pidió a la Santa Sede, por medio del arzobispo Cicognani de Washington, que interviniera ante las autoridades húngaras, y que aceptara y asistiera a judíos de Polonia. Durante ese período, Hungría era considerada un lugar de refugio para los judíos. Maglione le informó sobre este pedido a Angelo Rotta, nuncio en Hungría, y lo instruyó para que adoptara los pasos que considerara “posibles y oportunos”.[40] Otros nuncios y delegados también recibieron pedidos de diversos grupos judíos.[41] Los nuncios solían enviar resúmenes telegráficos de esos pedidos. ¿Podemos ver los documentos originales para determinar si están correctamente reflejados en los resúmenes?
  24. En febrero de 1944, la Comisión Pontificia del Estado de la Ciudad del Vaticano (Commissione Pontificia per lo Stato della Città del Vaticano), la agencia administrativa de la Ciudad del Vaticano, registró la presencia de judíos y otros que habían recibido refugio dentro del Vaticano.[42] ¿Están disponibles los registros y comunicados de la Comisión Pontificia con respecto al alojamiento de los refugiados? ¿Existen registros de otras personas que hayan encontrado refugio en instituciones pontificias, por ejemplo, en la residencia papal de Castelgandolfo?
  25. En abril de 1944, en vísperas de las deportaciones de los judíos de Hungría, Rotta informó que el jefe del gobierno húngaro le había asegurado que quería mantener relaciones cordiales entre la Santa Sede y Hungría. Esas manifestaciones se produjeron después de ponerse en vigencia nuevas leyes antijudías bajo la influencia alemana. Una nota al pie señalaba que el informe de Rotta había sido leído por el papa, pero esa nota falta en muchos otros documentos similares.[43] ¿Existe algún registro de los documentos que realmente vio el papa? ¿Cuál fue su reacción ante los informes de Rotta? ¿Existió alguna discusión con respecto a la relación del papa con el gobierno húngaro?
  26. Rotta fue el único nuncio que cooperó con los representantes diplomáticos de los estados neutrales: España, Portugal, Suecia y Suiza. En tres oportunidades, hacia fines de 1944, él y sus colegas diplomáticos presentaron protestas ante el gobierno húngaro en defensa de los judíos, y tomaron medidas activas para salvarlos.[44] El Vaticano expresó su aprobación a las acciones de Rotta en esa coyuntura.[45] ¿Existen evidencias de que el Vaticano hubiera aprobado o estimulado con anterioridad las actividades de Rotta?
  27. En 1933, Edith Stein le escribió a Pío XI para pedirle que publicara una encíclica de condena al antisemitismo.[46] Éste parece haber sido el primero de muchos pedidos efectuados al Vaticano para que interviniera a favor de los judíos. Aunque la fecha está fuera de los parámetros de nuestro mandato, el documento es relevante por su contenido. ¿Cómo fue recibida esa carta? ¿Figura la carta en los archivos? En ese caso, ¿podríamos verla?
  28. b. Preguntas que surgen de temas que aparecen en uno o más volúmenes

  29. La espiritualidad de Pío XII estaba moldeada por la época y las circunstancias en las que vivió, y afectó profundamente su perspectiva sobre cuestiones tales como los judíos y otras víctimas de la guerra (como los polacos, serbios, gitanos, civiles alemanes, prisioneros de guerra italianos, y otros). Por ejemplo, en sus cartas a los obispos de Hamburgo y otros lugares, su teología del sufrimiento influyó profundamente en la manera en que respondió a informes sobre persecuciones, bombardeos y otros ataques a poblaciones civiles. ¿Existen más cartas y documentos inéditos que puedan arrojar mayor luz sobre la forma en que el papa percibía el papel de la Iglesia durante la guerra?
  30. La Congregación de Asuntos Eclesiales Extraordinarios (perteneciente a la Secretaría de Estado) se ocupaba de las relaciones entre Estados. En las reuniones de la Congregación se trataban los informes de los nuncios y delegados, y los borradores de las instrucciones que se les enviarían. Las actas de esas reuniones podrían ofrecer información valiosa sobre la reacción del Vaticano con respecto a las actividades de la Iglesia en la Europa dominada por el nazismo. ¿Existen actas de esas reuniones durante el período de la guerra? En ese caso, ¿podríamos tener acceso a ellas?
  31. A veces se mencionan las finanzas en el contexto de llevar un alivio al sufrimiento de los civiles.[47] Por ejemplo, se da cuenta del desembolso de fondos en casos en que algunas organizaciones judías donaban fondos al Vaticano para ayuda y rescate. Sin embargo, los volúmenes no contienen ningún documento de las transacciones financieras del propio Vaticano relativas a esos esfuerzos. ¿Existe en los archivos alguna evidencia que indique cómo recolectaba y distribuía el Vaticano los fondos propios y de otros cuando desarrollaba esas actividades, como la colecta anual del Óbolo de San Pedro?
  32. Durante la guerra, el Vaticano continuó su política tradicional en el sentido de que los judíos que se habían convertido al catolicismo eran considerados miembros plenos de la Iglesia, y por lo tanto, con derecho a su protección. Esa protección era garantizada a veces mediante concordatos, que le otorgaban a la Iglesia los medios para intervenir en casos específicos y generales. ¿El recurso a esas intervenciones derivaba exclusivamente de consideraciones de eficacia, o tenían en cuenta las autoridades del Vaticano consideraciones morales o de otro tipo? ¿Existía una estrategia amplia, políticas definidas, o discusiones teológicas entre funcionarios del Vaticano para determinar qué principios debían aplicarse en esa clase de intervenciones a favor de los judíos convertidos?
  33. En las repetidas intervenciones contra la aplicación de leyes raciales y pedidos a favor de algunos deportados, que aparecen en estos volúmenes, el acento puesto en los “católicos no-arios” o judíos convertidos resulta llamativo para el lector moderno. Esto es así sobre todo a causa del resentimiento que perdura entre los judíos por la incitación a esa clase conversiones. Desde el punto de vista del Vaticano, por supuesto, las presuntas razones para esa especificación son tres: primero, que la Iglesia consideraba su responsabilidad velar por su propia gente: segundo, que el Vaticano creía que las organizaciones judías no se ocuparían de los judíos convertidos al catolicismo; y tercero, que sólo en los casos de esa clase particular de “judíos”, el Vaticano tenía locus standi con regímenes agresivos y dictatoriales, y por lo tanto, alguna probabilidad de éxito. ¿Hasta qué punto era esto último una argumentación para explicar la falta de atención a los judíos en cuanto judíos? Y ¿es apropiado hablar, como muchos suelen hacerlo, de intervenciones a favor de “judíos” cuando este término frecuentemente se refiere a judíos bautizados? ¿Existen documentos que puedan aclarar este uso ambiguo de la terminología?
  34. Mons. Domenico Tardini, principal asistente de Maglione, fue casi el único de los diplomáticos del Vaticano que escribió comunicaciones y notas oficiales sobre una amplia variedad de asuntos, muchas de las cuales están publicadas en ADSS. ¿Escribió otras notas relativas al destino de los judíos que no estén publicadas en ADSS?
  35. El 18 de marzo de 1942, Gerhart Riegner, del Congreso Judío Mundial, y Richard Lichtheim, representante de la Agencia Judía para Palestina, enviaron un memorándum notablemente extenso sobre la suerte corrida por los judíos en Europa central y oriental al arzobispo Filippo Bernardini, nuncio en Suiza, y un día después Bernardini le remitió el documento personalmente a Maglione. Si bien el informe no daba una idea clara de una “solución final” que abarcara toda Europa, su descripción de los horrores organizados a escala continental deja poco librado a la imaginación.[48] ¿Existe alguna indicación en los archivos sobre qué respuesta, si es que hubo alguna, se dio a ese informe? Por ejemplo, ¿notificó la Santa Sede a las jerarquías o a sus representantes diplomáticos acerca del contenido del informe?
  36. Hay evidencias de que la Santa Sede estaba bien informada hacia mediados de 1942 sobre la acelerada matanza masiva de los judíos. Subsisten muchas preguntas sobre la recepción de esas noticias, y sobre qué atención se les prestó. ¿Cuán minuciosamente informado estaba el Vaticano sobre los detalles de la persecución nazi y el exterminio? ¿Cuál fue la reacción de la Santa Sede, y qué discusiones suscitaban los informes que afluían describiendo las evidencias de la “Solución Final”? Más específicamente, ¿cuáles fueron los pasos que llevaron al mensaje del Papa en la Navidad de 1942? ¿Existen borradores de ese mensaje?
  37. A la luz de lo anteriormente dicho, en septiembre de 1942 hubo pedidos de una declaración papal por parte de representaciones diplomáticas británicas, belgas, polacas, brasileñas y estadounidenses en la Santa Sede. En el Volumen 5 de ADSS, sólo se publica la respuesta a Myron Taylor, el representante estadounidense ante el papa. ¿Podrían conocerse las respuestas a los demás representantes?
  38. Han surgido preguntas relativas a la actitud del Vaticano con respecto a un hogar nacional judío en Palestina durante el período del Holocausto. Maglione contestaba generalmente a los pedidos de ayuda para enviar judíos a Palestina, recordando a los peticionantes todo lo que había hecho la Santa Sede para ayudar a los judíos, y su buena disposición para seguir haciéndolo. Pero en notas internas publicadas en los volúmenes, destinadas solamente a los representantes del Vaticano, la Secretaría de Estado y sus colaboradores reafirmaban explícitamente su oposición a una inmigración judía significativa a Palestina, afirmando que “la Santa Sede nunca aprobó el proyecto de hacer de Palestina un hogar judío... Palestina es ahora más sagrada para los católicos que para los judíos.[49] Los documentos también revelan que Angelo Roncalli (el futuro papa Juan XXIII), delegado apostólico en Estambul, ayudó a judíos a llegar a Palestina a pesar de su inquietud sobre las aspiraciones políticas judías en ese lugar.[50] ¿Existe documentación sobre pautas para intentos de rescate y sus implicancias en lo referente a la política del Vaticano con respecto a Palestina?
  39. El 12 de mayo de 1943, una asociación de rabinos de Norteamérica le envió un vehemente mensaje a Maglione describiendo los horrores de Polonia y la liquidación del ghetto de Varsovia, y pidiendo ayuda a Roma.[51] Es curioso que en los volúmenes no exista ninguna referencia al levantamiento del ghetto de Varsovia. ¿Existe algún documento relativo a ese acontecimiento en los archivos?
  40. El encargado de negocios del Vaticano en La Paz (Bolivia) escribió sobre el carácter “invasivo” y “cínicamente explotador” de los judíos, supuestamente involucrados en “negocios deshonestos, violencia, inmoralidad, y hasta falta de respeto por la religión”.[52] Su referencia extremadamente sobrecargada puede haber influido negativamente sobre Maglione, especialmente porque recibió informes similares de otros nuncios, como Aldo Laghi, de Santiago (Chile). Este nuncio sostenía que la inmigración judía a Chile ya había creado “un problema serio”. Los judíos, decía, en vez de hacerse agricultores, como lo habían prometido, optaron por el pequeño comercio y la industria, provocando protestas populares en ámbitos seculares y clericales de Chile. Al manifestarse contrario a la inmigración de católicos “no-arios”, el nuncio tenía en cuenta las reacciones violentas desencadenadas por lo que él llamaba “la invasión de los judíos”.[53] Si existen otros informes de esa clase en los archivos del Vaticano, ¿podríamos verlos? ¿Qué discusiones internas provocaron? ¿Tuvieron influencia esos informes en la política sobre la “cuestión judía” en una época de antisemitismo generalizado?
  41. ¿Con cuánta regularidad informaban Maglione, Tardini y Montini al papa sobre los hechos de la guerra, las actividades de los nuncios papales, y las políticas que ponían en práctica? ¿Existen notas sobre esas discusiones? ¿Pío XII o sus asistentes llevaban un diario que aludiera a esas discusiones?
  42. La radio vaticana realizaba de tanto en tanto transmisiones referidas a la persecución nazi, y algunos extractos de esas emisiones aparecieron en el Tablet de Londres. Se dijo que Pío XII habría escrito o editado los textos de algunas de esas emisiones. ¿Existe evidencia documental sobre el papel de Pío XII, y se pueden conseguir las transcripciones originales de las emisiones? 
  43. c. Preguntas generales

  44. Se ha dicho repetidamente que el miedo del Vaticano al comunismo lo impulsó a guardar silencio y limitar su crítica de las atrocidades y las políticas de ocupación del nazismo. Nos sorprende la escasez de evidencias sobre ese efecto y sobre el tema del comunismo en general. Por cierto, la lectura de los volúmenes nos ofrece un cuadro diferente, especialmente con respecto a la promoción del Vaticano del apoyo de los obispos norteamericanos a la alianza entre los Estados Unidos y la Unión Soviética con el objeto de oponerse al nazismo.[54] ¿Hay más evidencia sobre esta cuestión?
  45. En varios volúmenes, los editores citan centenares de documentos que no están publicados. Por ejemplo, sólo en el volumen 10, los editores registran 700 documentos de ese tipo. En algunos casos, los documentos son brevemente resumidos o citados. Sería útil que esos documentos pudieran ponerse a disposición.
  46. Los polacos se contaron entre las víctimas más importantes de los nazis. Miembros del gobierno polaco en el exilio en Londres, y algunos obispos polacos efectuaron a menudo críticas muy fuertes a la actitud de Pío XII. Se informó que el Vaticano encargó a los jesuitas que prepararan una defensa de su política hacia Polonia.[55] ¿Es esto correcto? De ser así, ¿podemos ver el informe? En un plano más general, el tema de las relaciones entre el Vaticano y Polonia es un elemento esencial para entender el papel de la Santa Sede durante el período del Holocausto, y merece una mayor investigación en los archivos vaticanos. ¿Hay alguna otra información pertinente sobre este tema en los archivos, que no figure en los volúmenes, y podemos verla?
  47. Los volúmenes contienen urgentes pedidos de ayuda al Vaticano, formulados por judíos desesperados. Esas peticiones se expresan frecuentemente en un lenguaje de efusiva alabanza y de gratitud por acciones ya emprendidas.[56] Sin embargo, los volúmenes contienen pocos ejemplos de ayuda ya otorgada que pudieran originar tales expresiones de alabanza y gratitud. ¿Qué información puede obtenerse de los archivos o de otras fuentes, sobre ayuda concreta ya dada que diera motivo a esas expresiones de gratitud?
  48. En países en que los representantes del Vaticano discrepaban con las autoridades locales sobre la aplicación de leyes raciales, hay repetidas referencias a conversiones. Los gobiernos, las autoridades de la ocupación, los nuncios, la Secretaría y las Iglesias locales dudaban de la sinceridad de esas conversiones. ¿Esa clase de conversiones eran un medio para evitar las consecuencias de las leyes y reglamentaciones discriminatorias, o peor aún, la deportación y la muerte? Para cualquiera que conozca la persecución a los judíos en la época de la guerra -y esto deber incluir a los funcionarios del Vaticano cuyas voces están representadas aquí- esas dudas parecen crueles, y hasta ingenuas. A la luz de la acción de algunos funcionarios de la Iglesia, que extendían papeles de identidad falsos a judíos no convertidos, ¿eran esas manifestaciones de preocupación del Vaticano sobre la “sinceridad” de las conversiones un intento de impedir la acción de los oficiales perseguidores y asesinos? ¿O se trataba más bien de un reflejo genuino de las prioridades de la Iglesia, que preservaba celosamente la integridad de su vida sacramental, especialmente del bautismo, y fomentaba sin vacilación, incluso en medio del Holocausto, lo que sentía que era su misión apostólica hacia las almas que tenía a su cargo? ¿Existen documentos que puedan arrojar luz sobre este tema?
  49. ¿Tenía Pío XII serias dudas sobre la sabiduría y la corrección de su política de “imparcialidad”, con respecto a los judíos, los polacos o las otras víctimas de los nazis? Lamentablemente, los documentos publicados ofrecen poca evidencia, aunque el Volumen 2 nos da una valiosa percepción de su pensamiento durante el período de la guerra, especialmente sobre la Iglesia alemana, a la que se sentía particularmente ligado.[57] En su diario, Roncalli informa sobre una audiencia que tuvo el 11 de octubre de 1941 con el papa, quien le preguntó si su “silencio” con respecto al nazismo sería mal juzgado.[58] ¿Existen documentos personales o registros de sus discusiones con sus principales consejeros, diplomáticos o importantes visitantes extranjeros que puedan iluminar este tema? En ese caso, ¿podemos verlos?

Observaciones finales

Nuestra investigación preliminar de los once volúmenes ha generado muchas preguntas significativas. Las que enumeramos en este documento son solamente una selección de las que podrían hacerse. Plantear esta clase de preguntas no pretende quitar méritos al trabajo realizado por quienes editaron esos volúmenes varias décadas atrás. Ninguna colección editada puede agotar definitivamente un tema histórico tan importante. Así como cada historiador elige en su trabajo enfatizar algunos hechos y no otros, presentar ciertas personalidades y no otras, relatar algunos incidentes y no otros, el trabajo de los editores también se basó en sus preferencias, ejercidas individualmente o como parte de un equipo. De hecho, uno de los cuatro editores originales, el padre Robert Graham, mencionó las grandes dificultades que experimentó el equipo para seleccionar “lo que ellos consideraban atinente a Pío XII y su Secretaría de Estado durante la segunda guerra mundial”.[59]

Al reconocer la pertinencia de los once volúmenes para entender el papel del Vaticano durante el Holocausto, no dejamos de tener en cuenta que ninguna historia del papel desempeñado por un gobierno en un tema tan amplio como el Holocausto, puede ser efectivamente encarado sólo sobre la base de intercambios diplomáticos, aun con el aditamento de notas preparadas como memoria u otros registros, como ocurre ocasionalmente en ADSS. Por otra parte, los historiadores necesitan saber qué material no figura en esos volúmenes. Incluso sin un inventario de los archivos de la Santa Sede, es evidente a partir de ADSS, que faltan importantes piezas del rompecabezas histórico de esa colección. Algunas de ellas son los registros diarios de la administración de la Iglesia y la Santa Sede. Además, están las numerosas comunicaciones internas que deja toda administración: diarios, circulares, libros de citas, actas de reuniones, borradores de documentos, etc., que detallan el proceso de cómo llegó el Vaticano a las decisiones que tomó.

A propósito de la utilidad de contar con documentos que no figuran en los archivos oficiales, ayudaría tener acceso a los documentos (spogli) de protagonistas tan prominentes como Luigi Maglione, Amleto y Gaitano Cicognani, Giovanni Montini, Domenico Tardini, Alfredo Ottaviani, Valerio Valeri, Giuseppe Burzio, Angelo Rotta, Eugene Tisserant, Filippo Bernardini y otros funcionarios vaticanos de esa época. Del mismo modo, podría ser útil tener acceso a los diversos archivos de la Sociedad de Jesús, especialmente a los documentos de Wlodimir Ledochowski, Robert Leiber, Pietro Tacchi-Venturi, Gustav Gundlach y Robert Graham.

Más de treinta años han pasado desde la aparición de los primeros volúmenes de los documentos vaticanos de los tiempos de guerra. Desde entonces, muchos, si no todos los individuos a los que se refieren esas páginas, que vivían en aquel momento, han muerto, eliminándose así algunas de las restricciones sobre publicaciones que podían haber existido cuando los documentos se publicaron por primera vez. Las restricciones que pudieron ser apropiadas entonces, ya no necesitan aplicarse.

Estimamos que aun cuando se concediera el pleno acceso a los archivos, eso no necesariamente terminaría de responder todas las preguntas acerca del papel de la Santa Sede ante el Holocausto. Sin embargo, creemos que sería un paso adelante muy significativo para avanzar en el conocimiento del período y mejorar las relaciones entre las comunidades judía y católica. Por último, desearíamos recordar lo que dijimos en nuestro primer encuentro en diciembre de 1999: “Creemos que la búsqueda de la verdad, dondequiera que se encuentre, puede ser mejor promovida en un ambiente donde se tenga pleno acceso a la documentación de archivo y otras evidencias históricas. A la larga, la franqueza es la mejor política para una evaluación histórica madura y equilibrada.”

Notas

 

  1. Pierre Blet, Pius XII and the Second World War, tr. Lawrence J. Johnson (New York, Paulist Press, 1999)
  2. Nuestra declaración en ese primer encuentro en Nueva York, el 7 de diciembre de 1999, expresa nuestro objetivo común: Como estudiosos judíos y católicos somos conscientes de nuestra responsabilidad conjunta y la seriedad de la tarea que hemos emprendido. Esperamos que nuestros esfuerzos contribuyan a la búsqueda de la verdad, el entendimiento histórico y las mejores relaciones entre la comunidad judía y la comunidad católica. Reconocemos que el papel desempeñado por el Vaticano durante el Holocausto ha sido un tema difícil y doloroso, cuya discusión no siempre se desarrolló en un clima de entendimiento histórico y debate desapasionado. Creemos que la búsqueda de la verdad, dondequiera que se encuentre, puede ser mejor promovida en un ambiente donde se tenga pleno acceso a la documentación de archivo y otras evidencias históricas. A la larga, la franqueza es la mejor política para una evaluación histórica madura y equilibrada. Manteniendo siempre como objetivo predominante el pleno acceso y la franqueza, emprendemos un análisis crítico de los once volúmenes del material de archivo del Vaticano, publicado entre 1965 y 1981, referido al papel de la Santa Sede durante el Holocausto. Esperamos plantear preguntas tanto con respecto a los temas generales arriba mencionados como al material no contenido en esos volúmenes.
  3. El Vaticano tenía una política extroficial de mantener sus archivos cerrados durante los 100 años siguientes a un hecho. Pablo VI cambió esa política abriendo los archivos del pontificado completo de Pío IX (1846-1878). Siguiendo ese precedente, Juan Pablo II abrió los archivos del pontificado de León XIII (1878-1903) y luego los de Pío X (1903-1915) y Benedicto XV (1915-1922).
  4. Pierre Blet, Osservatore Romano, nº 17, 29 de abril de 1998, pp. 16-17.
  5. Blet, Pius XII and the Second World War.
  6. “Les victimes de la Guerre” es la expresión usada en el título de varios volúmenes de ADDS.
  7. Por ejemplo, véase ADSS, 8, pp. 767-781; ADSS, 9, pp. 641-651; ADSS, 10, pp. 637-652, que enumeran los documentos citados pero no publicados.
  8. ADSS, 1, pp. 11-13.
  9. ADSS, 1, p.VII.
  10. ADSS, 2, p.60.
  11. Véase ADSS, 2, Apéndice I-IX, pp. 385-436.
  12. ADSS, 6, Apéndice 4, pp. 536-7.
  13. ADSS, 2, nota 12, p. 407.
  14. Burkhart Schneider, “Un’enciclica mancata”, Osservatore Romano (5 de abril de 1973).
  15. ADSS, 6, nº 60, p. 137; nº 125-6; nº 131, p. 219; nº 137, pp. 224-5; nº 341, pp. 437-9, ofrecen varios ejemplos de discusiones sobre esos fondos. También en esos documentos hay informes citados pero no publicados, y esas cartas podrían ser importantes para los historiadores.
  16. En ADSS, 1,