Introducción
La Declaración sobre la relación de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas del Concilio Vaticano II, Nostra Aetate, de 1965, se considera un documento innovador, revolucionario, transformador, un punto de inflexión. Aunque algunas de sus ideas fueron expresadas anteriormente en algunos textos post-Shoah, Nostra Aetate tuvo un impacto universal incomparable como expresión normativa de la autoridad magisterial de la comunidad cristiana más extensa del mundo. Cincuenta años más tarde, nos regocijamos con la nueva relación entre judíos y cristianos señalada en el nº 4 de Nostra Aetate. Reflexionamos sobre lo que hemos aprendido y sobre los actuales desafíos que enfrentamos. Como personas que sueñan con cosas que antes eran posibilidades inimaginables (Salmo 126,1), abordamos con ansias un futuro lleno de esperanza.
Los progresos realizados
No hace tanto tiempo, prominentes pensadores de ambas comunidades sostenían que no era posible o conveniente que los cristianos y los judíos hablaran entre ellos en un nivel religioso significativo. Siglos de denigración y opresión de los cristianos hacia los judíos habían provocado arraigados mecanismos de sospecha y distancia entre ambas comunidades. Ninguna de las dos creía que tenía mucho que aprender de la otra.
En la actualidad, esta situación cambió radicalmente en muchos lugares. Importantes comunidades de cristianos han tomado conciencia de que no son los únicos que constituyen el pueblo fiel de Dios. Lograron tener una genuina apreciación de la santidad de la permanente vida de alianza de los judíos con Dios, y abandonaron los programas de conversión que sostenían en el pasado. Del mismo modo, algunos judíos que participan en el maduro diálogo interreligioso han vislumbrado al Santo en conversaciones con interlocutores cristianos. Los cristianos y los judíos hemos comprendido que muchas ideas teológicas surgidas en antiguos contextos de polémica son cada vez más inadecuadas en la actualidad. Hemos aprendido a hablar entre nosotros como amigos y compañeros.
La relación actual
Vivimos ahora una época en la que – ¡por primera vez en la historia! – los judíos y los cristianos pueden trabajar y estudiar juntos de una manera sostenida, enriqueciendo así mutuamente sus vidas de alianza. Sin embargo, esta inédita bendición para las generaciones de hoy implica la responsabilidad de usar bien la oportunidad que nos ha sido dada. Para cumplir este deber, debemos enfrentar juntos los desafíos actuales.
- Demasiados cristianos y demasiados judíos desconocen el acercamiento que se está produciendo poco a poco entre nosotros. Nos aferramos a los “ghettos mentales” a los que nos hemos acostumbrado. Una educación rigurosa y constante para lograr un verdadero conocimiento de las tradiciones de la otra comunidad es más importante que nunca para garantizar la autocomprensión y la comprensión mutua. Esto es especialmente crucial en la preparación de nuestros futuros líderes, pero también debe llevarse a cabo en las bases. No deberían existir discrepancias, en nuestras respectivas comunidade,s entre lo que declaran nuestros documentos oficiales y las actividades que desarrollamos todos los días: deberían informarse y reflejarse recíprocamente.
- Los hábitos de siglos no pueden olvidarse en pocas décadas. Debemos reciclar los reflejos heredados en nuevas formas de actuar. Esto solo puede realizarse a través de interacciones regulares. Por ejemplo, los cristianos que estudian textos rabínicos con guías judíos notan rápidamente que es injusta la vieja caricatura del judaísmo como un legalismo insensible o la idea de que sus antecesores ancestrales, los fariseos, estaban más preocupados por las reglas que por las personas. Del mismo modo, los judíos que exploran las tradiciones de la Iglesia con compañeros cristianos pueden encontrar una espiritualidad inquisitiva y humilde completamente desprovista de la arrogancia y la superioridad que quizá suponían.
- La enorme sombra de la Shoah seguirá planteando cuestiones difíciles por muchísimos años más. Los judíos luchan con el terrible legado de ser víctimas y los temores de aniquilamiento. Los cristianos luchan contra la culpa de la larga historia del antisemitismo cristiano. Este desafío se vuelve particularmente agudo cuando se trata de juzgar las acciones de figuras históricas: ¿el hecho de haber estado inmersos en una sociedad antisemita justifica las opiniones personales antisemitas que tuvieron o los actos antisemitas que realizaron? Este sería un argumento peligroso, pues el antisemitismo social sigue estando extendido en la actualidad. Nosotros creemos que solo estando juntos pueden los cristianos y los judíos ayudarse mutuamente a sanar y confrontar en forma eficaz el duro legado de la Shoah.
- Los intrincados conflictos del Medio Oriente generan tensiones interreligiosas e incluso hostilidad en todo el mundo. A los cristianos todavía les cuesta entender el significado espiritual que tiene para los judíos la Tierra de Israel. Además, el fin del exilio judío de su patria ancestral con el establecimiento de una moderna Nación-Estado plantea desafíos sin precedentes tanto para las perspectivas religiosas de los judíos como para las de los cristianos. Como personas religiosas, creemos que convertir el entendimiento interreligioso mutuo en nuestra prioridad debe guiar todas nuestras conversaciones y acciones en los próximos años. Debemos esforzarnos por ser críticamente conscientes de que nuestras presuposiciones y nuestras respectivas historias pueden entorpecer una empatía y una percepción genuinas.
- Actualmente, las minorías religiosas de todo el mundo siguen sufriendo maltrato, persecución y violencia. Superar el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la islamofobia debe ser una prioridad fundamental para todos los que están involucrados en el trabajo interreligioso.
En nuestro mundo de globalización, degradación ecológica, crecientes desigualdades entre ricos y pobres y rápidos cambios tecnológicos, el acercamiento cada vez mayor entre judíos y cristianos puede ser un invalorable signo de esperanza para que los más antiguos enemigos y las divisiones más profundas puedan transformarse en solidaridad y renovación.
Seguir avanzando
Al considerar las próximas décadas, somos plenamente conscientes de que como cristianos y judíos estamos embarcados en un viaje sin precedentes que nos ha llevado de la hostilidad a los comienzos de una amistad. Hemos comenzado a interesarnos por el otro, a preocuparnos por el dolor del otro, a regocijarnos en la rica herencia espiritual del otro, y deseamos lo mejor para el otro. El ICCJ y sus organizaciones miembros nacionales de todo el mundo se comprometen a profundizar la nueva relación entre judíos y cristianos, y expandir nuestra cultura del diálogo. Nos esforzaremos por intensificar la educación y el discurso teológicos en nuestras comunidades. Nuestro máximo objetivo es ver a Dios en el rostro del otro. Como el encuentro entre Jacob y Esaú tras muchos años de animosidad, debemos ver los valores religiosos en el rostro de nuestros hermanos y hermanas. Entonces todos podremos decir: “Ver tu rostro es como ver el rostro de Dios (Génesis 33,10).