El pogromo del 7 de octubre de 2023, llevado a cabo en pleno shabbat de Simjat Torá, y lo que hoy sabemos de los detalles más abominables, de los rehenes --incluso niños-- retenidos en condiciones inhumanas y abandonados por las instituciones internacionales, la guerra en Gaza que se está prolongando, la presión ejercida por los medios de comunicación sobre las mentes de las personas, la importación del conflicto a la propia Francia, la afirmación desenfrenada del odio antisemita en todo el mundo, las amenazas del terrorismo islamista, la dificultad de mantener un diálogo interreligioso con un mundo musulmán paralizado y demasiado a menudo incapaz de nombrar un acto terrorista reivindicado por el islam.
Todo esto ha conmocionado a nuestra federación, la Amitié Judéo-Chrétienne de France. Por ello, en contacto con muchos de sus miembros, en particular con los presidentes de los grupos locales, y tras el pedido expresado en el Comité Ejecutivo reunido el 3 de diciembre de 2023, creo útil y necesario ofrecer, como presidente de la AJCF, algunas reflexiones para ayudar a comprender una situación tan compleja.
No es fácil expresar una posición, debido a las pasiones y el dolor que despierta el momento actual, y también por la dificultad de desligar la verdad de la propaganda y las dificultades para obtener información. La guerra, cualquier guerra, es una tragedia, y las imágenes que nos llegan son evidentemente insoportables. Nos preocupa sobre todo el hecho de que la prensa, incluida la prensa cristiana, quizá por pretender un equilibrio, apenas se distancia de las “informaciones” proporcionadas por Hamás. Una de las misiones de la AJCF es, como quería Jules Isaac, comprender, informar, cuestionar y reflexionar.
En 1982, con respecto a la dificultad de obtener información sobre la situación en el Líbano, la revista Sens de la AJCF reprodujo un artículo del difunto padre Michel Remaud publicado en La Croix el 1° de octubre de 1982, “L'information et les juifs” (La información y los judíos):
“Tampoco parece que se insistiera mucho en ciertas técnicas de guerra de la OLP, por ejemplo, la colocación sistemática de depósitos de municiones y baterías de artillería en medio de poblaciones civiles, e incluso en las inmediaciones de escuelas y hospitales” (Sens 1982, nº 11, pp. 267-269).
El pueblo judío, en Israel o en cualquier otra parte del mundo, se enfrenta a una lucha existencial y, desde el 7 de octubre, se siente solo ante el mundo entero. Solo, como lo estuvo durante los largos años del ascenso del nazismo y la ejecución de la Shoá, cuyas heridas se han reavivado brutalmente en la carne de sus sobrevivientes y descendientes. La acusación de genocidio formulada contra Israel, tomada en serio por tribunales cuya misión era, según se creía, proteger a todos los pueblos contra la verdadera barbarie, exacerba este sentimiento de abandono. Se trata de un infame intento de desvirtuar el significado del término genocidio, acuñado por Raphaël Lemkin en 1943 para identificar las masacres masivas planificadas y organizadas por un Estado, como la de los armenios en 1915 por el Estado otomano y la de los judíos realizada en aquella época por la Alemania nazi. Hoy, Israel, que lucha por su supervivencia, es acusado unilateralmente, mientras sus jóvenes, despreocupados hasta el día anterior, tienen que librar una batalla no deseada, en condiciones humanamente difíciles y militarmente complejas, en respuesta legítima a un ataque de una atrocidad sin parangón. Este juicio es tanto más cruel cuanto que procede de instituciones con vocación pacífica y protectora, como la ONU, que en 1948 le había reconocido por fin a Israel el derecho a ofrecer a su pueblo disperso refugio en su propia tierra.
El hecho es que esa tierra acaba de ser brutalmente atacada. Sus hijos de todas las edades han sido violados, torturados, mutilados, asesinados o secuestrados en una incursión terrorista con un objetivo explícitamente genocida. Los judíos de Francia se enfrentan también a un estallido de actos antisemitas: 436 actos registrados oficialmente en 2022, 1676 en 2023. Se trata de una epidemia cuyo virus ha explotado literalmente, esparciendo su contenido de odio contra todos los judíos. No es la primera vez que la AJCF se enfrenta a estos dramas. Están en el origen mismo de su fundación, como la quiso Jules Isaac, que luchó sin descanso para interpelar vivamente e invitar con convicción “a los verdaderos cristianos, a los verdaderos israelitas también [...] a un esfuerzo de renovación, de purificación, a un severo examen de conciencia” (Jésus et Israël, 1948), tras el mayor genocidio de la historia de la humanidad, del que él mismo también fue víctima. En 1982, tras los bombardeos israelíes sobre el Líbano, nuestra revista Sens publicó las reflexiones del padre Jean Dujardin, tituladas “Des événements qui nous déchirent” (“Sucesos que nos desgarran”). Establecía “una triple exigencia”:
“buscar la verdad”,
“establecer las bases de una justicia que pueda ser aceptada por todos”,
“mantener la suficiente estima por unos y otros” (Sens 1982, n°7/8, pp. 157- 165).
Este documento nos remite a la Declaración de los Obispos de Francia del 1° de febrero de 2021 “Luchar juntos contra el antisemitismo y el antijudaísmo”, que ofrece valiosas orientaciones para ayudar a los cristianos a mantener la estima por sus hermanos mayores, alejando cualquier tentación de emitir juicios agresivos en el conflicto actual (Sens 2021, n° 435, p. 104-105). Debemos volver a los hechos, nada más que a los hechos, y, para comprender los dramas y la tragedia de hoy, no debemos olvidar la historia.
Un estado de guerra permanente
Ya en agosto de 1929, los judíos instalados en Palestina bajo mandato británico habían sido víctimas de violentas matanzas, sobre todo en Hebrón. Desde 1948, desde su fundación, el joven Estado de Israel, con sus límites en ese momento muy restringidos, fue atacado por los Estados árabes en todas sus fronteras aún muy frágiles, ignorando la decisión de la ONU de permitir su fundación, apoyada en ese entonces por la Unión Soviética y los Estados Unidos. Incluso antes de la proclamación de su independencia, los Estados árabes, negándole ya el derecho a la existencia a Israel, rechazaron el Plan de la Partición de Palestina establecido por la ONU, y, en consecuencia, la creación de un Estado palestino.
Desde entonces, Israel se ha encontrado regularmente en un estado de guerra impuesto por sus vecinos: 1956, 1967, 1973, 2023. Pero aparte de estas guerras operativas, y a pesar de la paz duradera firmada con sus dos adversarios más poderosos de la época --Egipto y Jordania--, Israel debe soportar ataques casi diarios, con miles de cohetes lanzados contra ciudades israelíes desde Gaza y el sur del Líbano en particular. Sólo el sistema de defensa antiaérea “Cúpula de Hierro” permite limitar las destrucciones. Hay que agregar también los repetidos actos de terrorismo, asesinatos y bombas en los autobuses. Mientras Francia se prepara para celebrar los Juegos Olímpicos, ¿podemos olvidar la masacre de atletas israelíes en los Juegos de Múnich el 6 de septiembre de 1972?
¿Qué Estado puede aceptar una situación así? ¿Se imaginan las consecuencias en Francia si nuestro país sufriera semejante trato? ¿Cómo se le puede reprochar a Israel que quiera erradicar esta amenaza a su propia existencia, cuando una coalición de Estados, de la que Francia formaba parte, libró una guerra similar en Siria e Irak, a costa de miles de víctimas civiles, con las que se mezclaban los terroristas de Daesh y del Estado Islámico?
El propósito de destruir a Israel
De hecho, en su Carta Fundacional, Hamas proclama su propósito de destruir a Israel, de negarse a reconocer el hecho israelí y de erradicarlo, como demuestran los atroces sucesos del 7 de octubre.
Nos hicieron retroceder 79 años, cuando el mundo descubrió a qué había llevado el odio absoluto a los judíos: la Shoá, la voluntad de destruir, de matar sistemáticamente a los judíos, después de haberlos privado de su humanidad. Ese antisemitismo que, como dijo monseñor Pierre d’Ornellas, “dio origen a la indescriptible y singular barbarie simbolizada por Auschwitz”. Hoy, tanto Hamas como otras organizaciones terroristas islamistas, hicieron suya la política antijudía nazi disfrazándola de antisionismo, con el apoyo de los militantes enceguecidos del anticolonialismo occidental: la misma voluntad de matar, de aterrorizar y de erradicar al judaísmo en su propia tierra. En su afán por impedir cualquier solución de paz, Hamás, heredero del Gran Muftí Mohammed Amin al-Husseini, aliado de Hitler, ha dirigido su ataque precisamente contra los kibutzim fundados en algunos casos entre 1943 y 1947, antes incluso de la independencia de Israel, y en otros, entre 1949 y 1982, todos ellos conocidos por su compromiso con el diálogo, la paz y la amistad con sus vecinos palestinos.
Israel es el único Estado del mundo al que sus enemigos quieren destruir absolutamente, atacando lo que constituye su alma: el judaísmo. Se ha acusado a Israel de ser un Estado nazi, un Estado de apartheid, un Estado genocida, acusaciones todas ellas que no se sostienen ni un segundo ante los hechos: Israel es una democracia, con una vibrante vida democrática, las minorías tienen allí el lugar que les corresponde y el Parlamento incluye diputados árabes. La libertad de culto, de todos los cultos, está garantizada y protegida. ¿Recordamos que hasta 1967, los judíos no podían rezar en el Kotel, el Muro Occidental del Templo, que estaba en esa época bajo autoridad jordana? Desde 1967, todas las religiones pueden practicar libremente su culto en Jerusalén y en todo el territorio de Israel, demostrándole al mundo que un Estado democrático puede combinar el laicismo con la libertad de conciencia de los ciudadanos, sean religiosos o no.
Antisionismo y antisemitismo
El antisionismo es la nueva forma de antisemitismo cuando se les niega a los judíos el derecho a tener un Estado o cuando se propugna su desaparición. La relación se establece claramente en la educación que se imparte en varios países árabes. Esa educación cultiva y difunde el odio a los judíos repitiendo todos los prejuicios conocidos en Europa y las caricaturas más viles. Se sabe que los Protocolos de los Sabios de Sion circulan libremente. El odio a los judíos coincide con el odio a Israel, y el deseo de hacer desaparecer a Israel coincide con el deseo de matar a los judíos. En la Carta Fundacional de Hamas, figura el proyecto de destruir a Israel. Esa es su razón de ser. Las escuelas, con la incomprensible ayuda de la UNRWA y sus funcionarios, algunos de los cuales son profesores, financiadas por la ayuda internacional que supuestamente ayuda al pueblo palestino, están formando a sus hijos en ese odio y en la lucha para exterminarlos. En estas condiciones, ¿cómo se pueden preparar las mentes para la paz? ¿El pueblo judío será el único pueblo del mundo que no puede vivir en un Estado que garantice su seguridad?
El pueblo palestino instrumentalizado
El destino del pueblo palestino ha sido dramático desde 1948, al menos para los que quisieron o debieron abandonar el territorio palestino y fueron concentrados en campos de refugiados. La tragedia actual de los palestinos es también el resultado de la política de los países árabes, que siempre se han negado a acogerlos e integrarlos en su propio territorio. Han estado encerrados en campos, sin futuro (en el Líbano no se les otorga el derecho de tener un permiso de trabajo), viviendo de la ayuda internacional, gran parte de la cual ha sido malversada por Hamás y Hezbolá para comprar armamentos sofisticados. Se los ha mantenido en el odio hacia Israel durante varias generaciones. Constituyen una masa de maniobra para alimentar un odio tenaz y rechazar cualquier espíritu de paz. En Israel, viven actualmente dos millones de palestinos que son ciudadanos israelíes de pleno derecho.
¿Dónde estaría Europa si, después de 1945, Alemania se hubiera negado a integrar a los millones de refugiados expulsados de sus tierras por el avance del Ejército Rojo y los hubiera convertido en refugiados eternos? ¿Dónde estaría Europa si Alemania se hubiera negado a reconocer las nuevas fronteras creadas por la guerra?
La búsqueda de la paz
Para hacer la paz, para construir relaciones pacíficas, se necesitan dos. Israel ha avanzado hacia la paz en varias ocasiones. Todas ellas han sido destruidas por actos terroristas. La paz sólo puede lograrse mediante una doble voluntad política. Tenemos ante nosotros el ejemplo de la reconciliación franco-alemana, fruto de la voluntad común de dos estadistas, Robert Schuman y Konrad Adenauer, que quisieron dar la espalda al odio y al conflicto para construir un destino común con otros países. Fueron profetas en el sentido bíblico de la palabra. ¿Cuándo surgirán personalidades así en Israel y Palestina? Mientras una de las partes niegue deliberadamente el derecho de la otra a existir, y mientras no se establezcan garantías de seguridad, todas las negociaciones estarán condenadas al fracaso. No se le puede discutir a Israel que cada vez que ha aceptado retirarse de un territorio ocupado (en Gaza como en el Líbano), una organización terrorista se ha instalado en su frontera.
¿Un diálogo posible?
Desde los ataques terroristas del 7 de octubre, no han faltado llamamientos al diálogo y a las treguas. Pero ¿puede haber diálogo con individuos o grupos que han perdido todo sentimiento humano, que se han llevado consigo a cientos de rehenes a Gaza, incluidos bebés y niños muy pequeños? No hemos dialogado con los nazis: les hicimos la guerra hasta que se rindieron incondicionalmente. Después, hicimos la paz, y fue posible pensar y construir el futuro. Israel no puede olvidar que la conducción de la guerra debe tener como perspectiva la búsqueda de paz. El riesgo es ceder al espíritu de venganza y perpetuar el odio sin fin.
Israel libra hoy en Gaza una guerra vital en un territorio urbano muy difícil. Sólo podemos sentir la mayor compasión por las víctimas civiles de la guerra, a su vez tomadas como rehenes, como escudos humanos, por Hamás, que está aterrorizando a su propia población. La hábil propaganda de Hamás tiene como objetivo despertar emociones, con el resultado de que el conflicto se importa a nuestro país, exacerbando la expresión de un antisemitismo intolerable y aborrecible que es peligroso tanto para los individuos como para la nación.
La amistad ante todo
La Amistad Judeo-Cristiana de Francia ofrece su amistad y su apoyo a los judíos que viven en el sufrimiento, la angustia y el miedo. Para la AJCF, la vida del Estado de Israel, fundado en 1948 tras una votación de la ONU, es fundamental. Esta es una posición de principio, no una política en favor de tal o cual partido o gobierno israelí.
Sin entrar en el fuerte debate político interior israelí, que se pudo observar en ocasión de una reforma judicial que dividió al país, cualquiera puede tener una opinión crítica sobre la política de un gobierno que, por su apoyo a los asentamientos en Judea y Samaria, en detrimento de las aspiraciones legítimas de los palestinos de Cisjordania, hace más difícil una verdadera solución de paz. Las vejaciones, como las declaraciones indignas e inexcusables de algunos dirigentes, alimentan las tensiones y ofrecen toda clase de justificaciones mortíferas a los extremistas de ambos bandos.
Muchos ciudadanos israelíes – judíos y no judíos – se preguntan sobre las decisiones que debilitaron al país, lo llevaron al borde del abismo y lo sumieron en una profunda angustia y en un inmenso sufrimiento físico y moral. Mañana seguirán manteniendo viva la democracia, porque el Estado de Israel es una democracia que no le oculta sus propias debilidades al mundo. Israel no comete genocidio, sino que se defiende contra un enemigo de una crueldad increíble al que no le importa la vida humana. El slogan “Desde el río hasta el mar”, es decir, desde el Jordán hasta el Mediterráneo, proclamado por Hamas, es genocida: los judíos deben desaparecer.
El pueblo judío tiene derecho a su tierra y a un Estado: es una exigencia moral y religiosa. El apoyo de la AJCF a la existencia del Estado de Israel es inequívoco. Se basa especialmente en las Orientaciones pastorales del Comité Episcopal francés para las relaciones con el judaísmo publicadas en 1973 y primer texto eclesial que aborda la cuestión del Estado de Israel:
“En primer lugar, como cristianos, no podemos olvidar el antiguo don de Dios al pueblo de Israel de una tierra en la que estaban llamados a reunirse.” (Génesis 12,7; 26,3-4; 28,13; Isaías 43,5-7; Jeremías 16,15; Sofonías 3,20).
“Más allá de la diversidad de opciones políticas, la conciencia universal no puede negarle al pueblo judío, que ha sufrido tantas vicisitudes en el curso de la historia, el derecho y los medios de su propia existencia política entre las naciones. Este derecho y estas posibilidades de existencia tampoco les pueden ser negados por las naciones a quienes, como consecuencia de los conflictos locales derivados de ese retorno, son actualmente víctimas de graves situaciones de injusticia. Por lo tanto, volvamos atentamente nuestra mirada hacia esa tierra visitada por Dios y tengamos la viva esperanza de que será un lugar en el que puedan vivir en paz todos sus habitantes, judíos y no judíos” (Compendio, Les relations entre juifs et chrétiens, Conférence des Évêques de France, Éditions Bayard, 2019, pp. 41-47).
Al firmar el Acuerdo Fundamental el 30 de diciembre de 1993, la Santa Sede y el Estado de Israel se declararon “conscientes del carácter único y del significado universal de la Tierra Santa”, así como “del carácter único de las relaciones entre la Iglesia Católica y el pueblo judío, del proceso histórico de reconciliación y de la creciente comprensión mutua y amistad entre católicos y judíos”.
La Amitié Judéo-Chrétienne de France, apoyada en su memoria de la enseñanza de estima deseada por su fundador Jules Isaac, hace un llamamiento a los cristianos para que, cumpliendo con su deber de caridad hacia todas las víctimas del odio y de la guerra, y reclamando la verdad y la justicia para todos, nunca dejen de apoyar al pueblo que Dios amó primero y en forma irrevocable, y que hoy lucha por su supervivencia y probablemente también por la de ellos.
Conclusión
El rabino André Neher, que fue profesor y amigo del gran rabino René-Samuel Sirat, nos esclarece. En 1972 publicó un magnífico libro, Dans tes portes, Jérusalem. Esta obra, fuertemente marcada por la experiencia de la Guerra de los Seis Días, sigue siendo de actualidad. Merecería ser reeditada. Refiriéndose a los sacrificios de los jóvenes israelíes que luchaban en las fronteras, Neher expresó el deseo de conocer “el sentido del sufrimiento judío, su porqué y su finalidad, el secreto de su permanencia, que no abandona ni siquiera a quienes creyeron, al construir el Estado, que lo habían vencido para siempre; el misterio también del sufrimiento personal, de su sentido y de su superación”.
Pero Israel, dice Neher, llevado por una formidable voluntad de vivir, no se deja aplastar por ese sufrimiento y prosigue su lucha por la paz:
“La verdad es que Israel no quería la guerra. Durante años, este pequeño país aceptó heroicamente la inseguridad de sus fronteras antes que exponer a sus habitantes y a sus vecinos a los riesgos de una conflagración armada. La verdad es que Israel sólo recurrió a las armas cuando el cuchillo del enemigo ya estaba en su garganta, listo para asesinarlo. La verdad es que, desde entonces, tiene un solo objetivo, la paz, y a ese objetivo tiende la consolidación de su seguridad material, que conquista en todos los niveles, militar, político, social y humano, respetando las más severas exigencias de la ética y la justicia.”
27 de enero de 2024, aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.