¿Quién escribió la Biblia?

La Biblia hace un relato general de la historia del mundo: la creación, la caída, la redención y el Juicio Final de Dios sobre vivos y muertos.

El Antiguo Testamento comienza con la creación del mundo y de Adán y Eva, su desobediencia a Dios y su expulsión del jardín del Edén.

El Nuevo Testamento habla de la redención de la humanidad llevada a cabo por la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Termina en el libro del Apocalipsis, con el fin de la historia y el Juicio Final de Dios.

Durante los primeros 400 años del cristianismo, la Iglesia se tomó su tiempo para decidir sobre el Nuevo Testamento. Finalmente, en 367 d.C., las autoridades confirmaron los 27 libros que lo componen.

Pero ¿quién escribió la Biblia?

A grandes rasgos, existen cuatro teorías diferentes.

1. Dios escribió la Biblia

Todos los cristianos están de acuerdo en que la Biblia tiene autoridad. Muchos consideran que es la palabra de Dios divinamente revelada. Pero hay desacuerdos significativos sobre lo que significa esta idea.

En su versión más extrema, esto significa que las palabras mismas son de inspiración divina: Dios les dictó la Biblia a sus escritores, que no eran más que músicos de Dios que interpretaban una composición divina.

En el siglo II, el filósofo cristiano Justino Mártir sostenía que los hombres santos sólo debían

someter sus purificadas personas a la dirección del Espíritu Santo, para que esta divina púa del Cielo, por así decirlo, utilizándolas como un arpa o una lira, nos revelara verdades divinas y celestiales.

Dicho de otro modo, Dios les dictó las palabras a los secretarios bíblicos, que escribieron todo con exactitud.

Este punto de vista continuó en la Iglesia Católica medieval. El teólogo católico Tomás de Aquino lo expresó con sencillez en el siglo XIII: “El autor de las Sagradas Escrituras es Dios”. Pero matizaba diciendo que cada palabra de la Sagrada Escritura podía tener varios sentidos, es decir, podía interpretarse de distintas maneras.

En el siglo XVI, se extendió por Europa el movimiento de reforma religiosa conocido como protestantismo. Un nuevo grupo de Iglesias se formó junto a las tradiciones católica y ortodoxa del cristianismo.

Los protestantes hicieron hincapié en la autoridad de la “sola escritura” (“sola scriptura”), lo que significaba que el texto de la Biblia era la autoridad suprema sobre la Iglesia. Esto le dio mayor énfasis a las Escrituras y la idea del “dictado divino” obtuvo más apoyo.

Así, por ejemplo, el reformador protestante Juan Calvino dijo:

Estamos totalmente convencidos de que los profetas no hablaron por inspiración propia, sino que, siendo órganos del Espíritu Santo, sólo expresaron lo que se les había encargado decir desde el Cielo.

El “dictado divino” estaba vinculado a la idea de que la Biblia no contenía errores (inerrante), porque las palabras habían sido dictadas por Dios.

En general, durante los primeros 1700 años de historia cristiana, esto se daba por supuesto, cuando no se defendía. Pero a partir del siglo XVIII, tanto la historia como la ciencia empezaron a poner en duda la veracidad de la Biblia. Y lo que antes se consideraba un hecho, empezó a tratarse como mito y leyenda.

La imposibilidad de cualquier tipo de error en las Escrituras se convirtió en una doctrina del movimiento del siglo XX conocido como fundamentalismo. La Declaración de Chicago sobre la Inerrancia Bíblica de 1978 sostiene:

“Por ser totalmente y verbalmente dada por Dios, la Escritura carece de error o falta en toda su enseñanza, tanto en lo que afirma sobre los actos de Dios en la creación, los acontecimientos de la historia del mundo y sus propios orígenes literarios bajo Dios, como en su testimonio de la gracia salvadora de Dios en las vidas individuales.”

2. Dios inspiró a los escritores: conservadora

Una alternativa a la teoría del dictado divino es la inspiración divina de los escritores. En este caso, Dios y los seres humanos colaboraron en la redacción de la Biblia. Por lo tanto, no las palabras, sino los autores fueron inspirados por Dios.

Existen dos versiones de esta teoría, que datan de la Reforma. La versión conservadora, favorecida por el protestantismo, era: aunque la Biblia fue escrita por humanos, Dios fue una fuerza dominante en esa colaboración.

Los protestantes creían que la soberanía de Dios prevalecía sobre la libertad humana. Pero los reformadores Martín Lutero y Juan Calvino reconocían que las variaciones en los relatos bíblicos podían atribuirse a la acción humana.

Los católicos se inclinaban más por reconocer la libertad humana por encima de la soberanía divina. Algunos coquetearon con la idea de que la autoría era humana y que Dios sólo había intervenido para evitar errores.

Por ejemplo, en 1625, Jacques Bonfrère dijo que el Espíritu Santo actúa: “no dictando ni inspirando, sino como se vigila a otro mientras escribe, para evitar que caiga en errores”.

A principios de la década de 1620, el arzobispo de Split, Marcantonio de Dominis, fue un poco más lejos. Distinguió entre las partes de la Biblia reveladas a los escritores por Dios y las que no lo fueron. Creía que, en estas últimas, podían producirse errores.

Su punto de vista fue apoyado unos 200 años más tarde por John Henry Newman, que dirigió el movimiento de Oxford en la Iglesia de Inglaterra, y después se convirtió en cardenal (y luego en santo) de la Iglesia Católica.

Newman sostenía que, en los libros de la Biblia, de inspiración divina, se intercalaban añadidos humanos. En otras palabras, la Biblia estaba inspirada en cuestiones de fe y moral, pero no, por ejemplo, en cuestiones de ciencia e historia. A veces resultaba difícil distinguir este punto de vista conservador del “dictado divino”.

3. Dios inspiró a los escritores: liberal

Durante el siglo XIX, tanto en círculos protestantes como católicos, la teoría conservadora empezó a ser superada por un punto de vista más liberal. Los escritores de la Biblia estaban inspirados por Dios, pero eran “hijos de su tiempo”: sus escritos estaban determinados por los contextos culturales en los que escribían.

Este punto de vista, aunque reconocía el estatus especial de la Biblia para los cristianos, admitía la existencia de errores. Por ejemplo, en 1860, el teólogo anglicano Benjamin Jowett declaró: “cualquier doctrina verdadera de la inspiración debe ajustarse a todos los hechos comprobados de la historia o de la ciencia”.

Para Jowett, sostener la verdad de la Biblia en contra de los descubrimientos de la ciencia o la historia era hacerle un flaco favor a la religión. Sin embargo, a veces es difícil distinguir entre un punto de vista liberal de la inspiración y el hecho de que la “inspiración” no tenga ningún significado.

En 1868, una Iglesia Católica conservadora se opuso a la opinión más liberal, diciendo que Dios era el autor directo de la Biblia. El Concilio de la Iglesia conocido como Vaticano I declaró que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento fueron: “escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor”.

4. La escribieron personas, sin ayuda divina

En los círculos cristianos más liberales, a fines del siglo XIX, la idea de la Biblia como “divinamente inspirada” había perdido todo sentido.

Los cristianos liberales podían coincidir con sus colegas laicos e ignorar las cuestiones relativas a la exactitud o la infalibilidad históricas o científicas de la Biblia. Ahora se aceptaba la idea de que la Biblia era una producción humana. Y la cuestión de quién la había escrito era ahora comparable a las preguntas sobre la autoría de cualquier otro texto antiguo.

La respuesta sencilla a “¿quién escribió la Biblia?” pasó a ser: los autores nombrados en la Biblia (por ejemplo, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los autores de los cuatro Evangelios). Pero la idea de la autoría de la Biblia es compleja y problemática. (También lo son los estudios históricos de los textos antiguos en general).

Esto es así, en parte, por la dificultad de identificar autores concretos.

El contenido de los 39 libros del Antiguo Testamento protestante es el mismo que el de los 24 libros de la Biblia hebrea judía. En los estudios modernos sobre el Antiguo Testamento se acepta ahora en general que los libros no fueron producidos por un solo autor, sino que son el resultado de largas y cambiantes historias de transmisión de los relatos.

La cuestión de la autoría no se refiere entonces a un escritor individual, sino a múltiples autores, editores, escribas y redactores, junto con múltiples versiones diferentes de los textos.

Lo mismo ocurre con el Nuevo Testamento. Aunque se le atribuyen a San Pablo trece Cartas, existen dudas sobre la autoría de siete de ellas (Efesios, Colosenses, 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito y Hebreos). También hay disputas sobre la autoría tradicional de algunas otras Cartas. El libro del Apocalipsis se atribuía tradicionalmente a Juan, el discípulo de Jesús. Sin embargo, en la actualidad se acepta generalmente que no fue él su autor.

Tradicionalmente, se pensaba que los autores de los cuatro Evangelios eran los apóstoles Mateo y Juan, Marcos (compañero de Pedro, el discípulo de Jesús) y Lucas (compañero de Pablo, que difundió el cristianismo en el mundo grecorromano en el siglo I). Pero los Evangelios, escritos en forma anónima, no se atribuyeron a estas figuras hasta los siglos II y III.

Las fechas de redacción de los Evangelios también sugieren que no fueron escritos por testigos directos de la vida de Jesús. El primer Evangelio, Marcos (65-70 d.C.), se escribió unos 30 años después de la muerte de Jesús (entre 29 y 34 d.C.). El último Evangelio, Juan (90-100 d.C.) fue escrito unos 60-90 años después de la muerte de Jesús.

Está claro que el autor del Evangelio de Marcos se basó en las tradiciones que circulaban en la Iglesia primitiva sobre la vida y las enseñanzas de Jesús, y las reunió en forma de biografía antigua.

A su vez, el Evangelio de Marcos sirvió de fuente principal a los autores de Mateo y Lucas. Cada uno de estos autores tuvo acceso a una fuente común (conocida como “Q”) de los dichos de Jesús, junto con material exclusivo de cada uno de ellos.

En síntesis, hubo muchos autores (desconocidos) de los Evangelios.

Curiosamente, otro grupo de textos, conocidos como apócrifos, se escribieron entre el Antiguo y el Nuevo Testamento (entre el 400 a.C. y el siglo I d.C.). La Iglesia Católica y las tradiciones cristianas ortodoxas orientales los consideran parte de la Biblia, pero las iglesias protestantes no los consideran autoritativos.

Divino o humano: ¿por qué importa?

La cuestión de quién escribió la Biblia importa porque la cuarta parte de la población cristiana mundial cree que la Biblia no es una mera producción humana.

Si es de inspiración divina, tiene un significado trascendente. Como tal, les proporciona a los cristianos una comprensión última de cómo es el mundo, qué significa la historia y cómo debe vivirse la vida humana.

Importa porque la cosmovisión bíblica es la causa oculta (y a menudo no tan oculta) de las prácticas económicas, sociales y personales. Sigue siendo, como siempre lo ha sido, una fuente sustancial tanto de paz como de conflicto.

También importa porque la Biblia sigue siendo la colección de libros más importante de la civilización occidental. Independientemente de nuestras creencias religiosas, nos ha formado, informado y moldeado a todos, consciente o inconscientemente, para bien o para mal.

Editorial remarks

Philip C. Almond es profesor emérito de Historia del Pensamiento Religioso, de la Universidad de Queensland, Australia.

Fuente: The Conversation, 18 de diciembre de 2023

Traducción del inglés: Silvia Kot