¿Pueden aprender a vivir juntos los descendientes de Isaac y de Ismael?

En las últimas semanas, hemos leído en la sinagoga los relatos del nacimiento de Ismael—un hijo de Abraham, que se convirtió en el padre del pueblo musulmán— y del de Isaac —otro hijo de Abraham, que se convirtió en uno de los patriarcas del pueblo judío— en los capítulos 21 y 22 del Génesis, como parte de la porción de la Torá llamada “Vayerá”.

Como recordarán muchos judíos de todo el mundo, también hemos leído esos capítulos hace algunas semanas, en los días uno y dos de Rosh Hashanah, en las sinagogas conservadoras y ortodoxas. Siempre fui consciente de que en esos días muy especiales —nuestros “Días temibles”— leemos tanto sobre Ismael como sobre Isaac (más de una vez prediqué en Rosh Hashanah sobre la forma en que Dios se preocupa por Ismael). ¡Leer sobre el patriarca del pueblo musulmán es parte de nuestra Tradición judía!

¿Por qué son tan esenciales estos relatos fundacionales para nuestra identidad como judíos?

El capítulo 21 del Génesis—el relato del nacimiento y la expulsión de Ismael—establece nuestra conexión con todos los hijos de Dios. Cuando Dios vio que Ismael estaba sufriendo y a punto de morir, el texto nos dice:

    Génesis 21, 17 – “Oyó Dios la voz del chico, y el Ángel de Dios llamó a Agar desde los cielos y le dijo: ‘¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico en donde está’.”

El Dios de la Biblia Hebrea oye la voz de todos los niños, incluyendo a Ismael, donde estén, en sus situaciones existenciales, en su sufrimiento y su miseria, así como en sus momentos alegres y esperanzados, en todos los lugares del mundo. Este es un Dios universal, como lo aprendimos más arriba en el Génesis, cuando dice que todos los seres humanos fueron creados a imagen de Dios.

Después de este relato, no oímos mucho sobre Ismael en la Torá. Pero si oímos algo sobre él unos cuantos capítulos más adelante. Esto es lo que analizaré aquí.

El capítulo 22 del Génesis relata la famosa y muy complicada historia del sacrificio de Isaac. Es una historia muy difícil, pero tiene un final feliz. Isaac no es sacrificado finalmente. Lo salva el cuerno del carnero, el shofar, y por eso lo recordamos en Rosh Hashanah. La moraleja de este relato es: ¡nosotros los judíos no sacrificamos a los hijos! Amamos a nuestros hijos. A todos los hijos de Dios: los hijos de Ismael y los hijos de Isaac.

¿Cuándo vuelven a encontrarse Isaac e Ismael en la historia permanente del pueblo judío y de la humanidad, en el Libro del Génesis?

En Génesis 25, 9, se encuentran en el funeral de Abraham (lo hemos leído el pasado Shabbat en Parashat Hayei Sarah):

    “Sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron (a Abraham) en la cueva de Makpelá, al borde de la finca de Efrón, hijo de Sójar, el hitita, enfrente de Mambré.”

¡Hermanos (o hermanas) distanciados se encuentran en el funeral de un padre! ¿Quién oyó algo así? ¿Alguien se cruzó con un fenómeno como este en familias judías contemporáneas?

El rabino Harold Kushner, editor del comentario de la Torá de los Movimientos Conservadores Etz Chaim, ofrece un conmovedor comentario sobre este versículo:

    “Isaac e Ismael se reúnen en el funeral de su padre: una señal de que Ismael cambió sus maneras y maduró (según el Talmud de Babilonia). Aunque no puede haber olvidado cómo lo trató su padre y cómo su hermano lo sustituyó, parece haber perdonado a Abraham por haber sido un padre imperfecto. Isaac también parece haber hecho las paces con el hecho de que su padre hubiera estado a punto de matarlo en el Monte Moriá.

    ¿Podrían haberse producido estas reconciliaciones cuando Abraham estaba vivo, siendo quizás esta la razón por la cual la Torá dice que estaba “satisfecho’ en su vejez (como señala un midrash)? ¿Podemos ver esto como un modelo para reconciliaciones familiares, perdonando viejas heridas? ¿Y no podría ser un modelo para los descendientes de Ismael y de Isaac, los árabes y los judíos israelíes contemporáneos, para encontrar bases de perdón y reconciliación?”

Esta es una de las preguntas existenciales clave para nuestro tiempo.

¿Pueden reconciliarse los descendientes de Isaac y de Ismael, no solo en funerales?

Dicho de otro modo: ¿pueden coexistir los judíos y los musulmanes en el mundo contemporáneo? ¿En Israel? ¿En los Estados Unidos? ¿En todos los lugares en los que judíos y musulmanes viven en los mismos países, las mismas comunidades y regiones?

Mi respuesta es, por supuesto, Sí. Pero no es tan sencillo.

Nosotros, los judíos y los musulmanes, debemos superar los profundamente arraigados estereotipos negativos sobre el otro.

Algunos de estos provienen de nuestra forma de interpretar –o a menudo malinterpretar deliberadamente — nuestros textos sagrados, que puede ser muy problemática y lleva con frecuencia a estereotipar en forma negativa.

Otros provienen de nuestra comprensión limitada de nuestras historias, que es a menudo inapropiada e incompleta.

Gran parte proviene en estos días de los medios masivos predominantes y de los medios sociales, que muchas veces propagan y viralizan agresivamente desinformación sobre las religiones y las culturas de los otros, de maneras muy destructivas.

Mi mensaje para ustedes en este posteo de blog es breve y claro: creo que es moralmente imperativo para los descendientes de Isaac y de Ismael encontrar formas de  coexistir y cooperar por el bien común.

Por 3 razones:

  • Nuestra Torá y nuestra tradición judía nos enseñan que hacer esto es lo correcto.
  • Nuestra comprensión de la historia debe ayudarnos a entender por qué esto es fundamental ahora.
  • Y es por nuestro propio interés bien entendido que debemos hacerlo.

Es tiempo de considerar la reconciliación en vez de la retribución entre judíos y musulmanes en este mundo. Se terminó el tiempo de la enemistad. Es tiempo de encontrar otro camino: un camino de coexistencia y cooperación, para beneficio de todos los involucrados.

Editorial remarks

Esta nota fue publicada originalmente en "Times of Israel", Nov 26, 2019. La publicamos aquí con la gentil autorización del autor.
Traducción: Silvia Kot.