Presentar la Pasión sin culpar a “los judíos”.

Cuatro videos sobre la interpretación de los relatos de la Pasión.

Un grupo de académicos cristianos y judíos ha publicado en marzo de 2022 cuatro videos cortos sobre diversos aspectos de los relatos de la Pasión que se encuentran en los Evangelios. Esta serie, dedicada a los predicadores, a los profesores y al gran público, quiere promover el estudio y la reflexión durante la Cuaresma y la Semana Santa.

La serie se realizó gracias a una colaboración entre el Consejo de Centros para las Relaciones Judeo-Cristianas (CCJR) y el Consejo Internacional de Cristianos y Judíos (ICCJ): el CCJR es la organización nacional norteamericana miembro del ICCJ. En esos videos, diez especialistas analizan la manera en que se cuenta la Pasión de Jesús durante las celebraciones cristianas de la Semana Santa, a través de la lectura de los relatos evangélicos. Durante siglos, esos relatos han provocado enemistad entre cristianos y judíos. A veces han tenido consecuencias trágicas, que llevaron incluso a violencias asesinas. Esas son faltas contrarias a la Buena Nueva de Cristo.

En esta serie de videos de unos veinte minutos, ocho miembros de un grupo de teólogos cristianos (el Christian Scholars Group on Christian-Jewish Relations), junto a dos consejeros judíos, analizaron cuatro escenas de los relatos de la Pasión. Basándose en siglos de investigaciones, examinaron cómo podía ser presentada la Pasión de Jesús en una nueva forma que repudiara los prejuicios antijudíos e iluminara el mensaje del Evangelio. Consideraron que esta tarea es una obligación sagrada (véase la declaración del CCCR “Una obligación sagrada: repensar la fe cristiana en relación con el judaísmo y el pueblo judío”).

Los cuatro videos se refieren a los siguientes temas:  (1) Judas y la traición a Jesús, (2) Los jefes judíos y la conspiración para eliminar a Jesús, (3) La multitud judía, Pilato y la culpa (4), La crucifixión y la responsabilidad de la muerte de Jesús.

1. Judas y la traición a Jesús

El primer video fue preparado por dos miembros del Center for Christian-Jewish Learning del Boston College, la Dra. Ruth Langer y el Rev. Dr. Jesper Svartvik. En él, analizan la evolución del personaje de Judas en el Nuevo Testamento.

Judas, presentado al principio como uno de los Doce, es descripto luego como un demonio. En el relato más antiguo de la Cena, en 1 Corintios 11, 23-25, Pablo habla de la noche en la cual Jesús “fue entregado”, sin mencionar el nombre de Judas. El evangelista Marcos es el primero que identifica a Judas como el hombre que entrega a Jesús (Marcos 3,19; véase 14,10.43-45). Su relato es más sobrio que el de Mateo, que añade detalles tales como el dinero pagado por la traición (Mateo 26,15) y el relato de la muerte de Judas (Mateo 27, 3-10), cuyo sentido es ambiguo. En Lucas y Juan, Judas está claramente bajo la influencia de Satán (Lucas 6,16; Juan 13, 2.27) y Jesús lo considera un demonio (Juan 6, 70-71). A principios del siglo II, el obispo Papías, al comentar el relato de la muerte de Judas en Hechos 1,18, lo describió como un personaje grotesco.

En la Edad Media, Judas se convirtió en el arquetipo del judío maléfico. Paralelamente a la demonización de Judas y los judíos, se operó una “dejudaización” de Jesús. Eso era un problema, ya que Jesús y sus primeros discípulos eran judíos. La representación de Judas contribuyó a la percepción de los judíos como personas ávidas de dinero (Shylock en la obra El mercader de Venecia) y en busca de la dominación mundial.

Los cuatro videos terminan con algunas preguntas sugeridas para la discusión. Las del primero invitan a discutir sobre las relaciones entre Judas y otros judíos, sobre la evolución de la imagen de Judas en el Nuevo Testamento y en Papías, y sobre los efectos de una marginación de Judas en los relatos de la Pasión.

2. Los jefes judíos y la teoría del complot

Los cuatro Evangelios mencionan una conspiración judía tendiente a arrestar y matar a Jesús (Mc 14,1; 15,1 y paralelos). Se encuentra esta temática en muchas representaciones de la Pasión, tanto en la de la Pasión de Oberammergau (creada en 1634) como en la ópera-rock Jesus Christ Superstar (1970). En el segundo video, se refieren a esa teoría la Dra. Katharina von Kellenbach (Evangelische Akademie, Berlín) y el Rev. Peter A. Pettit (Muhlenberg College, Allentown PA).

La caracterización de los sacerdotes judíos como conspiradores en los relatos de la Pasión alimentó el odio a los judíos a través de los años y contribuyó a la producción de mitos sobre grandes conspiraciones judías contra los Estados. Un ejemplo muy conocido son los Protocolos de los Sabios de Sion.

Pero esta idea de una conspiración de los sacerdotes para arrestar y matar a Jesús ¿corresponde realmente a la historia? ¿Cómo debemos entender el arresto de Jesús? En la época de Jesús, Judea era una provincia romana y el ocupante les exigía a las autoridades judías que denunciaran a cualquier posible alborotador. La Pascua judía es una “fiesta de la liberación”. Por lo tanto, era lógico que las autoridades estuvieran nerviosas ante Jesús, que proclamaba la llegada del Reino de Dios. Él podía ser fácilmente percibido como una amenaza al orden establecido.

Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70, era peligroso confesar a un mesías que habría sido condenado a muerte por un gobernador romano. Por eso, se considera que los Evangelios, escritos en esa época, destacaron deliberadamente la inocencia de Pilato y pusieron el acento en la culpabilidad de las autoridades judías. La representación de la Pasión de Oberamergau destaca ahora la responsabilidad de Pilato, más acorde con la historia.

Existen también razones teológicas por las cuales los sacerdotes judíos fueron presentados como conspiradores. Al atribuirles la responsabilidad de la muerte del Hijo de Dios, se podía afirmar que los judíos habían perdido su condición de “pueblo elegido” y justificar que fueran reemplazados por los “gentiles”, es decir, por los cristianos.

Pero eso no es exacto. Jesús no murió por causa de los judíos, sino por causa de nuestros pecados. Pablo explica que Jesús murió para librarnos del pecado y de la muerte (Romanos 6). Es difícil admitir que nosotros somos responsables de la muerte de Jesús. Es mucho más fácil hacer responsable de esa muerte a una banda de judíos del pasado.

Mientras acusemos a los judíos, pasaremos por alto la verdadera profundidad del relato de la crucifixión y la muerte de Jesús. Acusar a los judíos constituye un pecado. No se trata entonces solamente de corregir un error histórico. Se trata de que entendamos mejor, como cristianos, nuestro propio mensaje evangélico. Si leemos el Evangelio correctamente, asumiendo plenamente la judeidad de Jesús, “llegaremos a un relato que unirá a la Iglesia e Israel en un camino de alianza que recorremos por separado, pero también juntos”, concluye P.A. Pettit.

3. La multitud judía, Pilato y la culpa  

El tercer video fue realizado por Victoria Barnett, una protestante que fue directora del programa de ética, religión y Holocausto del Museo Estadounidense Conmemorativo del Holocausto (Washington), el teólogo católico Philip Cunningham y su colega judío Adam Gregerman, codirectores del Instituto para las Relaciones entre Católicos y Judíos de la Universidad St. Joseph (Filadelfia). Ellos se centran en la comparecencia de Jesús ante Pilato en el Evangelio de Mateo (27,11-26). A Pilato, que se lava simbólicamente las manos y se declara inocente de la sangre de Jesús, la multitud le responde tomando aparentemente sobre ella misma esa responsabilidad: “Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (v. 25). Los otros Evangelios también muestran a Pilato como reacio a condenar a Jesús (Marcos 15,1-15; Lucas 23, 2-7; Juan 18, 28-40), pero Mateo es el único que registra estas palabras de la multitud, que habría sido influida por los sumos sacerdotes y los ancianos para reclamar la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús (Mateo 27, 20).

Según P. Cunningham, el estudio del contexto de la redacción del Evangelio de Mateo puede explicar esta versión de la comparecencia ante Pilato. En efecto, Mateo redactó su Evangelio después de la destrucción de Jerusalén y parece relacionar esta tragedia con la crucifixión de Jesús en ese lugar.

A. Gregerman añade que algunas fuentes exteriores a los Evangelios presentan a Pilato como una persona cruel y violenta, que ejercía un control absoluto sobre el territorio que administraba. El gesto del lavado de manos sería una puesta en escena tendiente a absolverse de toda culpa en la muerte de Jesús para eximir a las autoridades romanas. Pero en el plano histórico, es prácticamente indudable que Pilato se encargó de la muerte de Jesús sin mayores escrúpulos.

La automaldición de la multitud, tal como se presenta en Mateo 27, 25, no parece entonces demasiado verosímil. Además, se ignora la verdadera cantidad de personas que se reunieron frente a Pilato: es poco probable la presencia de una multitud muy numerosa que hablara en nombre de todo el pueblo judío.

Sin embargo, en el plano teológico, esas palabras podrían remitir a la antigua idea de que los hijos pagan por los crímenes de sus padres (véase Éxodo 20, 5; 34, 7; Deuteronomio 4, 24; etc.). Para un espíritu religioso de fines del primer siglo de nuestra era, podían proporcionar un motivo plausible para explicar que Dios hubiera permitido la destrucción de Jerusalén.

Por su parte, V. Barnett explica la influencia de las palabras atribuidas a la multitud en Mateo 27, 25. Ese versículo ocupa un lugar central en varios relatos posteriores de la Pasión y en obras musicales como La Pasión según san Mateo de J. S. Bach. Se lo ha interpretado como si involucrara no solo a todos los judíos del tiempo de Jesús, sino a los de todas las generaciones siguientes. La acusación de deicidio y la “maldición de la sangre” han sido también un tema fundamental del antisemitismo a través de los siglos.

¿Cómo podemos abordar estas cuestiones en la actualidad? Según P. Cunningham, cuando leemos esos textos durante la Semana Santa, debemos tener en mente esa herencia negativa. Tenemos la responsabilidad de rechazar esa lectura antisemita. Hay que destacar, en cambio, lo que cuentan esos relatos sobre Jesús y recordar que Jesús fue un judío que permaneció fiel a su compromiso con Dios y no dejó de proclamar el Reino de Dios, aun siendo consciente de la probabilidad de que eso podía ocasionarle un fin terrible.

V. Barnett considera que también deberíamos presentar las enseñanzas de Jesús como la expresión de un valor fundamental del judaísmo: la preocupación por los pobres, las víctimas de la injusticia y los marginales. Nosotros, los cristianos, estamos unidos a los judíos en nuestro compromiso común por la dignidad humana, la justicia y el amor. 

A. Gregerman concluye recordando que la causa de la culpa judía ha sido ampliamente difundida, provocando hostilidad y violencia hacia los judíos. Pero destaca también que, desde la mitad del siglo XX, muchas Iglesias cristianas han rechazado enérgicamente la idea de una culpa judía por la crucifixión de Jesús y el antijudaísmo que eso ha provocado.

4. La responsabilidad de la crucifixión

El último video fue preparado por los profesores Mary Boys (Union Theological Seminary, New York NY), John Pawlikowski (Catholic Theological Union, Chicago IL) y Elena Procario-Foley (Iona College, New Rochelle NY). Se refiere a “la responsabilidad de la crucifixión”.

Los autores nos proponen explorar los relatos de la Pasión en tres niveles, para mejorar nuestra comprensión de esos relatos y sanear nuestra relación con el judaísmo y el pueblo judío. Se trata en primer lugar de situar la crucifixión en su contexto histórico: el de Judea bajo la dominación romana. Luego se pasa a un análisis del contexto jurídico, que permite corregir las interpretaciones erróneas que llevaron a acusar a “los judíos” por la muerte de Jesús. Un abordaje teológico y espiritual encuadra la crucifixión y la muerte de Jesús en el conjunto de su ministerio y extrae consecuencias para la vida cristiana de hoy.

M. Boys recuerda que, en la época de Jesús, Roma gobernaba el Imperio y mantenía su autoridad por medio del terror. Los Evangelios no mencionan el hecho de que la crucifixión era uno de los métodos utilizados por Roma para mantener su dominio sobre las poblaciones. Reconocen la autoridad de Poncio Pilato (que reinó en Judea de 26 a 36 d.C.), pero hacen recaer en “la multitud” la responsabilidad de la crucifixión de Jesús.

Los Evangelios, explica M. Boys, proponen una interpretación teológica del significado de Jesús de Nazaret. Si examinamos los datos históricos, comprobamos que, bajo la dominación romana, los judíos de Judea no tenían el poder de condenar a la pena capital (véase Juan 18, 31). Por lo tanto, acusar a los judíos es al mismo tiempo un error histórico y un error teológico trágico en una Iglesia que llegó a acusar a “los judíos” en cuanto pueblo de ser los asesinos de Cristo. Es más exacto decir que el mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios, los valores que él enseñaba y las multitudes que atraía constituían una amenaza potencial a la dura dominación de Roma sobre el pueblo judío.

Esta lectura renovada de la crucifixión de Jesús es un desafío lanzado a todos los cristianos, concluye M. Boys. Al reconocer que la crucifixión de Jesús fue una consecuencia de su enseñanza y de sus acciones frente a las injusticias de su época, sus discípulos de hoy pueden entender mejor su llamado a “tomar su cruz” para seguirlo (Mateo 16, 24 y paralelos).

E. Procario-Foely analiza la manera en que se acentúa la culpa de los judíos en algunas representaciones artísticas de la crucifixión de Jesús. Ofrece dos ejemplos. El primero es “El calvario”, de Meister HW (1482). En ese cuadro, la presencia de los soldados romanos es bastante discreta, mientras que la multitud judía es omnipresente. El mensaje es evidente: son los judíos quienes mataron a Jesús. Nada sugiere que Jesús fue crucificado en cuanto judío practicante o que sus discípulos eran judíos. Nada nos invita a reflexionar sobre nuestros propios pecados y nuestra responsabilidad en la muerte de Cristo.

El segundo ejemplo es un poster titulado “Enemigo mortal del cristianismo”, que ilustra un panfleto antisemita publicado en 1943. En él hay una representación de Jesús crucificado en primer plano sobre un fondo de edificios actuales que se incendian, mientras un personaje con rasgos comúnmente atribuidos a los judíos contempla la escena con una evidente expresión de odio. Este instrumento de propaganda sugiere que los judíos son responsables de todos los males del mundo y hay que eliminarlos.

E. Procario-Foely termina esta breve presentación señalando que, a partir de la Shoah, los cristianos se dieron cuenta de que las interpretaciones tradicionales de la crucifixión han causado un daño inconmensurable a los judíos durante siglos. A raíz de esta toma de conciencia, muchas Iglesias se han arrepentido y se esfuerzan por rectificar su enseñanza.

J. Pawlikowski ofrece ejemplos de esta reorientación teológica proponiendo dos vías de reflexión. Puntualiza, en primer lugar, que la cultura cristiana ha separado erróneamente los tres días de la Pasión del resto del ministerio de Jesús. El Nuevo Testamento, por el contrario, presenta la muerte de Jesús como el punto culminante de un ministerio de alrededor de tres años, durante el cual Jesús proclamó los valores de las Bienaventuranzas y predicó la compasión, el respeto por la dignidad humana y la práctica de la justicia. La teología contemporánea toma más en cuenta ese contexto general en su interpretación de la Pasión y considera que la crucifixión de Jesús fue una consecuencia de su ministerio.

Una teología correcta de la Pasión también debe resaltar la causa profunda de la muerte de Jesús. Una larga tradición cristiana considera que “nuestros pecados” son responsables de la muerte de Jesús (1 Corintios15, 3). Nos invita a relacionar los hechos del calvario con la expresión del pecado en nuestra vida. Esto representa un verdadero desafío.

En muchas ceremonias de Semana Santa, se lee el relato de la Pasión a varias voces. La asamblea pronuncia entonces las palabras de “la multitud” que supuestamente reclamó la muerte de Jesús diciendo: “¡Crucifícalo!” (Marcos 15, 13-14 y paralelos). Esto contribuye a reproducir el antiguo estereotipo que acusa a los judíos por la muerte de Jesús. Les corresponde a los responsables pastorales recordar, cuando invitan a los fieles a participar en la lectura de la Pasión, que la asamblea actual que grita “Crucifícalo” lo hace a causa de su propio pecado, y no como si actuara en el lugar de la multitud judía que habría pedido la ejecución de Jesús.

La conmemoración de la Semana Santa tiene un significado teológico y espiritual. No se trata solo de hacer memoria de un acontecimiento histórico. Es un momento en el cual nosotros nos comprometemos nuevamente a seguir el modelo de vida humana que Jesús nos ha presentado en sus Bienaventuranzas y en sus acciones en el transcurso de su ministerio público.

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Estos cuatro videos constituyen una valiosa herramienta para ayudar a los cristianos a efectuar una lectura renovada de los relatos de la Pasión de Jesús. Al abordar en forma directa los puntos principales que han contribuido históricamente al antijudaísmo cristiano, nos sensibilizan a los efectos dramáticos que tuvieron y que aún pueden tener, conscientemente o no, las interpretaciones no contextualizadas de esos textos del Nuevo Testamento. Pero no solo eso. Con una gran convergencia, incluso con cierta redundancia, proponen también estimulantes vías de reflexión que permiten reubicar esos textos en el conjunto de la vida y del ministerio de Jesús, reconocido en su judeidad y plenamente inscripto en la tradición profética de Israel.

Pueden verse estos videos (en inglés) en el sitio del ICCJ.
 

Editorial remarks

Fuente: ICCJ

Traducción: Silvia Kot