Las catequesis del papa Francisco sobre la Carta a los Gálatas

Con motivo de algunas irritaciones y preocupaciones causadas por una serie de lecciones ofrecidas por el papa Francisco sobre la Carta de Pablo a los Gálatas, el Consejo Ejecutivo del ICCJ le pidió a su presidente honorario, el Dr. Philip A. Cunningham, que ofreciera algún contexto sobre la Carta a los Gálatas y las recientes catequesis del Papa.

Desde la publicación por parte de la Conferencia de Seelisberg de 1947 de la declaración “Un discurso a las Iglesias: Los diez puntos de Seelisberg” -cuyo 75º aniversario celebraremos en 2022- el Consejo Internacional de Cristianos y Judíos (ICCJ) ha estudiado activamente la predicación cristiana sobre los judíos y el judaísmo. Además de la crucifixión de Jesús y las relaciones de este con sus contemporáneos judíos, la cuestión de la actitud del cristianismo hacia la Torá también ha sido motivo de preocupación. La Carta de san Pablo a los Gálatas, del Nuevo Testamento, es particularmente importante en este sentido.
En sus recientes audiencias de los miércoles, el papa Francisco ofreció una serie de lecciones sobre la Carta a los Gálatas (ver la del miércoles 11 y la del miércoles 18 de agosto de 2021). Según una noticia de Reuters, un importante rabino israelí escribió al Vaticano para expresar su consternación por el hecho de que “en su homilía, el Papa presenta la fe cristiana no solo como algo que sustituye a la Torá, sino que afirma que esta última ya no da vida, dando a entender que la práctica religiosa judía ha quedado obsoleta en la época actual”. Esto es desconcertante, ya que el papa Francisco es bien conocido como amigo del pueblo judío y expresó su reverencia por la Torá durante su encuentro con el ICCJ (Consejo Internacional de Cristianos y Judíos) del 30 de junio de 2015.
Viendo la oportunidad de promover un mayor entendimiento interreligioso, el Consejo Ejecutivo le pidió a su nuevo presidente honorario, el Dr. Philip A. Cunningham, que proporcionara algunos fundamentos sobre la Carta a los Gálatas y las recientes catequesis del Papa. Con su agradecimiento, el Consejo le presenta esta información contextual a la familia del ICCJ.


Las catequesis del papa Francisco sobre la Carta a los Gálatas

Philip A. Cunningham

Casi desde el momento en que fueron escritas, las cartas de Pablo han sido, en palabras de otro autor del Nuevo Testamento, “difíciles de entender” (2 Pe 3,16). Esto es quizás especialmente cierto en el caso de la Carta a los Gálatas, que Pablo escribió sin duda en un estado anímico de enojo y frustración. De modo que consideremos en primer lugar el contexto de esta epístola del Nuevo Testamento.

Torá vs. Ley

En las últimas décadas, los estudios paulinos han mostrado que, durante siglos, los cristianos habían malinterpretado sus cartas. El resultado ha sido una caricatura de la observancia judía de las mitzvot (los mandamientos de la Torá) como un esfuerzo inútil y legalista para ganarse el favor de Dios. Esta interpretación fue inducida por el hecho de que escritores judíos en griego, como Pablo, convirtieron la palabra hebrea “Torá” (“enseñar” o “guiar”) en la palabra griega “nomos” (“Ley”). Los no-judíos leyeron las duras palabras de Pablo en Gálatas como si mostraran que “la Ley” es una pesada lista de normas. Se trata de un viejo y falso estereotipo (véase Hechos 15,10), pero Pablo mismo describe su propia observancia como “intachable” o "irreprochable” (Flp 3, 6; véase también Lc 1, 6).

¿Apóstata judío o apóstol judío?

Un prolongado malentendido cristiano es el supuesto de que Pablo se “convirtió” del judaísmo al cristianismo y, por lo tanto, no vio ninguna razón para observar la Torá después de la venida de Cristo. Sin embargo, durante la vida de Pablo no existió una religión “cristiana” distinta a la que pudiera convertirse. Las palabras "cristiano" y "cristianismo" no aparecen en ninguna de sus cartas, seguramente porque aún no se habían acuñado. Además, en ningún momento exhorta Pablo a sus compañeros judíos a dejar de seguir la Torá, ya que esta es parte de la identidad judía, que él celebra en Romanos 9, 4-5.

En Gálatas, Pablo escribe que antes había perseguido a esos judíos que proclamaban que el crucificado Jesús había resucitado, pero que ahora él mismo se había transformado en apóstol o mensajero de esa buena nueva (Ga 1, 23). Pero ese cambio de corazón hizo de él una clase diferente de judío, no un no-judío, a pesar de los siglos de interpretación cristiana en contrario. Se convirtió en un “apóstol de los gentiles” judío (Rm 11, 13; véase también Ga 1,16; 2, 2).

El tiempo se agota para los idólatras

La tarea apostólica de Pablo se desarrolló en un mundo muy diferente al de sus lectores posteriores, incluyendo a los de hoy. La mayor diferencia estriba en que Pablo creía que “la apariencia de este mundo pasa” (1 Co 7, 31), y al menos en sus primeras cartas, esperaba que se completara una transformación durante su propia vida (1 Ts 4,15-17). En coincidencia con algunas expectativas judías de su época, anticipaba que cuando llegara el Mesías, todos los paganos idólatras serían condenados (1 Ts 1, 9-10; 4, 1-8, 15-17). Para Pablo, ese mesías se había revelado recientemente como el Jesús crucificado al que Dios había resucitado de entre los muertos (Rm 1, 4). Como Apóstol de los Gentiles, Pablo intenta fervientemente rescatar a tantos no-judíos como le sea posible de ser condenados cuando Cristo regrese pronto en gloria y juicio, y acabe con todos los idólatras. Siente tan profundamente la difícil situación de los gentiles que a menudo se identifica con ellos usando la primera persona del singular o del plural al escribirles, por ejemplo: “Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Ga 5, 25). Pero en otra parte de Gálatas, se define a sí mismo como un “judío de nacimiento” y no un “gentil pecador” (2, 15). La convicción que impulsa a Pablo es que los no-judíos deben abandonar “los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Ts 1, 9), el Dios Único de Israel, para ser justificados antes del inminente Fin.

Por eso, un grupo cada vez más grande de académicos paulinos sostiene que sus cartas se ocupan principalmente de la posición de los gentiles ante Dios y de su estatus de igualdad con los judíos creyentes en Cristo. Pero la mayoría de los cristianos posteriores no compartieron su urgencia porque “el tiempo es corto” (1 Co 7, 29), ni consideraban que la humanidad estuviera dividida entre judíos de la Alianza con Dios y no-judíos “que no conocen a Dios” (1 Ts 4, 5). Para decirlo con más crudeza, Pablo escribió para antiguos paganos que llegaron a conocer al Dios de Israel a través de Cristo. No imaginó que les estaba escribiendo a los “cristianos” de miles de años más tarde, que constituirían una comunidad religiosa separada, alejada de los judíos y a menudo hostil a ellos.

Abraham: convertirse en el padre de muchas naciones como Dios prometió hace mucho tiempo

Con la resurrección de Cristo, Pablo creía que la Alianza de Israel con Dios estaba llegando a su telos (Rm 10, 4), a su objetivo final, como Dios había querido desde el principio. La promesa de Dios a Abraham de que sería padre de muchas naciones (Gn 17, 4) se estaba cumpliendo. Ahora los gentiles podían transformarse en “descendencia de Abraham, herederos según la Promesa” (Ga 3, 29; cf. Rm 4,11-18), pero como no-judíos. Que los gentiles se convirtieran en judíos al recibir la circuncisión no sería nada nuevo: eso había sucedido durante siglos. Pero para Pablo, ahora había una situación totalmente nueva, que cumplía lo que Dios le había prometido a Abraham. Al apartarse de la idolatría y “revestirse del Señor Jesucristo” (Rm 13, 14), los paganos podían ser encontrados justos ante el Dios de Israel. Pero tenían que seguir siendo gentiles, pues de lo contrario los únicos que adorarían a Dios serían los judíos. “Hubiese muerto Cristo en vano” (Ga 2:21), y las naciones no habrían sido “descendencia de Abraham, herederos según la Promesa” (Ga 3, 29). Se podría describir a Pablo como un fariseo con entusiasmo mesiánico que trata de salvar a los gentiles de la maldición de la Torá por sus prácticas idolátricas y malvadas (Ga 5, 16-26).

Gálatas es una carta colérica

En Gálatas, Pablo se enfrenta a oponentes desconocidos (Ga 1,7; 3,1; 4,17; 5,7-12, 6,12-13) que insisten en que los gentiles bautizados también sean circuncidados. Pueden ser otros judíos creyentes en Cristo o creyentes gentiles que fueron (o planeen ser) circuncidados, o ambos. Esos “agitadores” (1,7; 5,10) pueden haber argumentado que, puesto que Dios había hecho una alianza de circuncisión con Abraham (Gn 17,10), los gentiles también debían circuncidarse para ser incorporados al linaje de Abraham.

También es posible que esos “agitadores” fueran muy conscientes de las implicancias políticas del mensaje de Pablo. Roma admitía que los judíos no adorasen a los dioses de una ciudad o del imperio. Pero que un no-judío se negara a participar de ese culto equivaldría a una traición, porque en el mundo antiguo los dioses protegían a la ciudad y al imperio. La circuncisión judía podía proteger a los conversos paganos de esas consecuencias políticas negativas. Y a eso se opuso Pablo con vehemencia.

¡Pablo está tan enojado frente a esos diferentes argumentos a favor de la circuncisión de los gentiles que llama a los gálatas “insensatos” y “hechizados” (3, 1) y desea que aquellos que proclaman la circuncisión de los gentiles sean ellos mismos mutilados (5, 12)!

¿Por qué está tan molesto Pablo? Teme que sus oponentes puedan hacer que los gentiles de Galacia creyentes en Cristo se conviertan en judíos o puedan volver a caer en la idolatría pagana. En ambos casos, la misión de Pablo habrá fracasado, y Cristo juzgaría que su apostolado había sido en vano. Sin comprender la situación de Pablo, los cristianos posteriores malinterpretaron lo que él consideraba que estaba en juego. Pablo no estaba argumentando que la Torá fuera obsoleta. Tampoco lo consumía una sensación de fracaso por tratar inútilmente de ganar el amor de Dios al advertir que nadie merece la gracia de Dios, interpretación que se volvió preponderante durante la Reforma. Como judío de nacimiento y no un gentil pecador (Ga 2,15), Pablo sabía que los judíos ya habían sido favorecidos por Dios con el don gracioso de la Torá: eran los gentiles creyentes en Cristo quienes estaban inseguros de su posición ante Dios. Para ver a Pablo como él se veía a sí mismo, como un apóstol judío, los cristianos deben leer hoy sus epístolas con nuevos ojos, como cuando un óptico cambia los lentes y las letras borrosas de una pantalla se vuelven de pronto más claras. Es probable que algunos aspectos del pensamiento de Pablo sean siempre “difíciles de entender”, porque él escribió —a veces apresuradamente—en circunstancies que nosotros no podemos reconstruir del todo. Pero en realidad, hoy sabemos más del mundo de Pablo que los lectores anteriores durante más de mil años.

Interpretar Gálatas hoy

La anterior descripción del contexto de Gálatas se basa en estudios históricos y textuales llevados a cabo durante los cincuenta o sesenta años pasados, que ven cada vez más a Pablo dentro del judaísmo. Según la enseñanza católica, leer la Biblia en su contexto original es una parte esencial de la interpretación de la Biblia: “Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo [como Pablo] en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época” (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, §12). Pero como los católicos entienden que las escrituras tienen sentido “para los hombres y las mujeres de hoy, es necesario aplicar su mensaje a las circunstancias presentes” (Pontificia Comisión Bíblica, “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”, §IV, A, 1). El proceso de discernir el significado de un texto bíblico para la Iglesia de hoy, llamado “actualización”, incluye identificar “los aspectos de la situación presente que el texto bíblico ilumina o pone en cuestión” (Ibíd., §IV, A, 2). Los cristianos han malinterpretado a menudo a Pablo, en gran parte porque se perdió de vista su contexto original como apóstol de los gentiles. Este conocimiento contextual es imperativo en una Iglesia que busca “evitar absolutamente actualizar ciertos textos del Nuevo Testamento en un sentido que pueda provocar o reforzar actitudes desfavorables en relación con los judíos” (Ibíd., §IV, A, 3) o con sus tradiciones religiosas (Pontificia Comisión Bíblica, “El pueblo judío y sus Escrituras sagradas en la Biblia cristiana” §II, A).

Las catequesis del papa Francisco sobre la Carta a los Gálatas

En las dos lecciones sobre Gálatas mencionadas, el papa Francisco trata de darle vida a esa carta del Nuevo Testamento, de “actualizarla”, para los católicos de hoy. Curiosamente, marca algunos de los mismos puntos que se encuentran en el esquema anterior del contexto del primer siglo de Pablo. Por ejemplo, señala que “no se debe pensar que san Pablo fuera contrario a la Ley mosaica. No, la observa”. Francisco también señala que Pablo describe a “la Torá, la Ley” como “un gran regalo que Dios le hizo a su pueblo. ¿Por qué? Porque en esa época había paganismo por todos lados, idolatría por todos lados y las conductas humanas que derivan de la idolatría” (Catequesis del 11 de agosto de 2021).

Pero como Francisco se concentra en el significado de Gálatas y “la Ley” para los católicos de hoy, no se refiere al significado de la “Torá” para los judíos de hoy. Del mismo modo, Pablo, al escribirles a los antiguos paganos, subraya cómo la Torá condena su idolatría anterior. No se refiere a su propia observancia permanente de la Torá ni a la de sus compañeros judíos. Así como los lectores de Pablo de los siglos posteriores pudieron interpretar erróneamente que el hecho de no mencionar la observancia de la Torá judía (junto con su tono airado) significaba que Pablo se alegraba de haberse librado de ella, el hecho de que Francisco no mencione la Torá como algo central de la identidad judía en la actualidad (mientras usa el lenguaje paulino de liberarse de la maldición de la Ley) puede malinterpretarse fácilmente como que la Torá se volvió obsoleta para todos después de Cristo. Así como Pablo utilizó la figura de Abraham para insistir en que Dios, a través de Cristo, estaba cumpliendo ahora la promesa divina de bendecir a las naciones gentiles, el papa Francisco presenta la enseñanza cristiana estándar de que tanto Abraham como la Ley nos llevan a Cristo. Pero no queda claro si quiere decir que el “nos” incluye a los judíos, y abre así la posibilidad de una crítica implícita a las tradiciones judías de interpretación bíblica. Esto se hizo aún más evidente cuando Francisco declaró el 11 de agosto que “la Ley no da vida” (¿a nadie?) o cuando preguntó el 18 de agosto, “si aún… necesitamos la Ley”.

Distintos auditorios

En contextos judíos o interreligiosos, Francisco es siempre respetuoso de la centralidad de la Torá para los judíos. En su primera gran instrucción papal, enseñó que “Dios sigue obrando en el pueblo de la Antigua Alianza y provoca tesoros de sabiduría que brotan de su encuentro con la Palabra divina” (Evangelii Gaudium, §249), y, como dijo más tarde en un encuentro con el Consejo Internacional de Cristianos y Judíos, el 30 de junio de 2015, “para los judíos la Palabra de Dios está presente sobre todo en la Torá. Ambas tradiciones de fe tienen como fundamento al Dios único, al Dios de la Alianza, que se revela a los hombres a través de su Palabra”. En ocasión de recibir una edición especial de la Torá, el 23 de febrero de 2017, dijo que la Torá “manifiesta el amor paterno y visceral de Dios, un amor hecho de palabras y de gestos concretos, un amor que se convierte en alianza”, y citó las palabras del papa Juan Pablo II en 1990, que describió a la Torá como “enseñanza viva del Dios viviente” Ha exhortado repetidamente a cristianos y judíos a estudiar la Torá juntos. En su prefacio al libro italiano de 2019 La Bibbia dell'Amicizia, en el que colaboraron tanto judíos como cristianos, invocó el rito italiano de la oración judía Amidá para bendecir su trabajo: “Que nos sean abiertas las puertas de la Torá, de la sabiduría, de la inteligencia y del conocimiento, las puertas de la nutrición y del sustento, las puertas de la vida, de la gracia, del amor, de la misericordia y del aprecio ante Ti”.

¿Por qué hay pocos rastros de estos sentimientos reverenciales hacia la Torá en las catequesis del papa Francisco sobre Gálatas y la Ley? Yo sugiero que el cambio de auditorio es un factor primordial. Así como las palabras “Torá” y “Ley” denotan dos mentalidades diferentes sobre los mismos libros bíblicos, hay dos conjuntos diferentes de dinámicas cuando los cristianos predican o enseñan a auditorios cristianos en vez de judíos o interreligiosos. Tal vez porque los cristianos han entendido habitualmente que en Gálatas, Pablo les escribe sobre la Ley directamente a ellos en sus propias situaciones sociales (y no a los antiguos paganos del siglo I preocupados por ser maldecidos por la Ley), a los cristianos les resulta demasiado fácil leer Gálatas sin tomar en cuenta la convicción rabínica de que el conocimiento de la Torá es tan vital para el pueblo de Israel como el agua para el cuerpo (Bava Kama 82a).

Conclusión

Todo esto lleva a la conclusión de que, en cualquier contexto, los cristianos tienen la obligación de recordar que sus palabras afectan a la comunidad judía viva de hoy. Sea o no su intención, promoverán respeto o desprecio por la vida espiritual y las tradiciones judías al referirse a casi cualquier aspecto de la fe cristiana. Como dijo el papa Francisco el 18 de agosto, “Esta enseñanza sobre el valor de la Ley es muy importante y merece ser considerada con atención para no caer en equívocos y realizar pasos en falso”.

Editorial remarks

Traducción del inglés: Silvia Kot