La comunidad judía está nuevamente dispuesta a dar un salto de fe y confiar en Alemania, su hogar

Discurso del presidente del Consejo Central de Judíos de Alemania, Dr. Josef Schuster, en la conmemoración del 70º aniversario del Consejo. Berlín, 15 de septiembre de 2020.

 

La reunión que realizó el 19 de julio de 1950 un grupo de representantes judíos de toda Alemania en Fráncfort para formar el Consejo Central de Judíos seguramente no fue un encuentro festivo. Los miembros fundadores se reunieron en una vivienda privada y se sentaron, por decirlo así, alrededor de mesas tambaleantes.

Hoy, 70 años más tarde, es oportuno echar una mirada al ambiente de esa época: en ciudades que habían sido destruidas durante la guerra, algunos judíos cuyas vidas y familias habían sido destruidas decidieron fundar, en el país de los perpetradores, una organización central judía para toda Alemania.

El Kaddish de Ravel, que ejecutará Daniel Hope en un momento, y nuestro nuevo film, que se mostrará después de mi discurso, reflejan muy bien el clima de la época. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para agradecer a los músicos Isidoro Abramowicz y Daniel Hope y a la directora de cine Friederike Hirschmann.

Al ver la gran cantidad de comunidades judías que se reconstruyeron después de la guerra, aún me pregunto de dónde sacó la gente en ese momento la valentía y el optimismo para volver a empezar.

Esa generación de pioneros judíos merece hoy nuestro profundo reconocimiento y un eterno respeto. Ellos plantaron las semillas sin las cuales no existiría en la actualidad una vida judía en Alemania.

Pero ellos no fundaron el Consejo Central de Judíos en Alemania pensando que celebraríamos hoy nuestro 70 aniversario. No lo establecieron como una institución permanente. Por el contrario, su objetivo era seguir ayudando a salir del país a los judíos que quedaban en Alemania y, mientras vivieran judíos en Alemania, representar lo mejor posible sus intereses.

Aunque la organización no se creó con una perspectiva de largo plazo, debemos decir con firmeza que el voto de confianza que le dieron a Alemania los fundadores de las comunidades judías y del Consejo Central de Judíos significó un enorme salto de fe.

Por supuesto, los dos Estados alemanes, fundados en 1949, estaban infiltrados en todos los niveles políticos, en las autoridades, en el sistema judicial, en las escuelas y en las universidades por los perpetradores, por personas que poco tiempo antes habían sido  agentes del régimen nacionalsocialista de injusticia.

Pero los judíos alemanes que regresaron a su antigua patria después de 1945 aún se sentían enraizados en este país. Por eso estuvieron dispuestos a dar un salto de fe.

Estar hoy aquí muestra claramente hasta qué punto estaba firmemente enraizado el judaísmo en Alemania antes del Holocausto. Las bases de las columnas entre las hileras de sillas y el arco de la bimá que se encuentra detrás de ustedes revela el ancho que tenía esta sinagoga de la Oranienburger Straße. La cúpula azul y oro de esta otrora magnífica sinagoga, que brillaba desde lejos, fue un símbolo del orgullo de la burguesía judía de Berlín. Pero solo subsiste una parte muy pequeña del antiguo edificio, que hoy alberga a la administración de la Comunidad Judía de Berlín y al Centrum Judaicum.

Se necesita una gran imaginación para visualizar su pasado esplendor. Este lugar representa también así lo que se ha perdido.

Quien recuerde la destrucción de aquel tiempo coincidirá con el expresidente alemán Richard von Weizsäcker, que al recordar la fundación del Consejo Central de Judíos dijo: “Volver a darle a la vida judía un hogar en Alemania después de los atroces crímenes de los nacionalsocialistas debe de haber sido completamente utópico en 1950”.

Lamentablemente, la confianza depositada por los judíos en Alemania ha sido defraudada una y otra vez a través de las décadas y hasta el día de hoy. Solo me gustaría recordar brevemente algunos hechos:

En 1959, apenas tres meses después de su reapertura, extremistas de derecha ensuciaron la sinagoga de Colonia con graffiti antisemitas. A continuación, se produjeron incidentes similares a través de toda Alemania.

En 1970, murieron siete personas en un incendio provocado contra un hogar geriátrico judío en Múnich. Los culpables nunca fueron identificados.

En 1980, un extremista de derecha asesinó en Erlangen al editor judío Shlomo Lewin y a su compañera.

Dos años más tarde, una niña de catorce meses murió por las heridas que recibió en un ataque a un restaurante israelí de Berlín.

En 1994, se incendió la sinagoga de Lübeck tras un ataque de un extremista de derecha.

En 2000, se produjo un atentado con una bomba en Düsseldorf-Wehrhahn, en el que quedaron heridas diez personas. Poco después, dos musulmanes arrojaron bombas Molotov en la sinagoga de Düsseldorf.

En 2012, el rabino Daniel Alter fue atacado y gravemente herido en una calle de Berlín.

Y finalmente, hace un  año, el 9 de octubre de 2019, se produjo un tiroteo en la sinagoga de Halle: se logró evitar una masacre, pero murieron dos personas.
En su discurso por el 50º aniversario del Consejo Central, su presidente Paul Spiegel – de bendita memoria – declaró serenamente: “El amor de los judíos por Alemania solo resultó ser en el largo plazo un amor no correspondido”.

En su declaración, Paul Spiegel se refería al período anterior a la Segunda Guerra Mundial y la Shoá. Hoy debemos preguntar: ¿sigue siendo un amor no correspondido? Yo diría que no, a pesar de todo. El cariño de la comunidad judía por Alemania, su país natal, no es una calle de un solo sentido.  La mayoría de la población nos apoya, como también lo hacen los partidos establecidos.

Y me gustaría destacar particularmente el extraordinario compromiso de la Canciller de Alemania a través de los años. ¡Es un honor y un gran placer, señora Merkel, que usted sea hoy la oradora principal!

Pero en general,  el amor – para volver a citar la palabra de Paul Spiegel – por los judíos podría ser más grande. ¡O por lo menos el respeto!

Esto es algo que falta cada vez más. En consecuencia, en la comunidad judía se ha empezado a desarrollar cierto malestar.

Ese malestar hace que uno esconda a veces la cadenita con la Estrella de David debajo del suéter.

Ese malestar hace que la madre le aconseje a su hijo no usar una camiseta de Israel en la escuela.

Ese malestar hace que alguien vaya a trabajar en Yom Kippur en vez de pedir el día libre y mostrar así que es judío.

Aparte de los serios incidentes antisemitas, son preocupantes algunos pequeños actos de exclusión que sufren habitualmente muchos judíos. Podemos preguntarnos entonces hasta qué punto es seguro para nosotros vivir en este país.

Porque las cifras oficiales no son alentadoras. El año pasado, la policía registró más de 2000 delitos antisemitas: un número record en los últimos 20 años.

Y las estadísticas de este año no son mucho mejores. La crisis del COVID-19 actúa como un catalizador en este aspecto. En internet circulan los más salvajes mitos conspirativos que acusan a los judíos de haber provocado el virus. Aparecen finalmente ideas groseras en forma de símbolos incalificables en las protestas de los negadores del COVID-19:

Debido a las regulaciones impuestas, los manifestantes se ven a sí mismos como Anne Frank. Se representan como víctimas de persecución y prenden en sus solapas la estrella amarilla que los judíos estaban obligados a usar en la época nazi.

Señoras y señores
Conozco a varias personas ancianas que tuvieron que usar la estrella en aquella época. Personas que tuvieron que permanecer escondidas durante años. Personas que apenas lograron sobrevivir. Dicho sea de paso, esas personas aceptan valientemente las exigencias por el COVID y no ven motivos para quejarse de ellas.

¡Agradecería que no tuvieran que ver esa desagradable instrumentalización de su propio sufrimiento en las manifestaciones!

¿Qué nos muestran estas repercusiones de la crisis del COVID, los mitos conspirativos y la estrella amarilla?

Nos muestran que 75 años después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial existe una falta de sensibilidad hacia las víctimas del régimen nazi y una falta de comprensión de la situación en esa época. En última instancia, también es evidente que la ideología nazi aún no ha desaparecido.  

El prejuicio antisemita se ha transmitido a través de las generaciones, en forma consciente o inconsciente. En la actualidad, ese prejuicio reaparece en muchos ambientes y bajo muchos aspectos en nuestra sociedad. Siempre existe una sensación de que los judíos son considerados como algo que no pertenece. En la actualidad, ese prejuicio se proyecta particularmente sobre Israel o se usa a Israel como chivo expiatorio para perpetuar ese prejuicio.

En nuestra condición de Consejo Central de Judíos de Alemania, creemos que nuestra tarea consiste en nombrar al antisemitismo como tal, en cualquier lugar que aparezca: libros de texto, obras teatrales, discursos políticos o trabajos científicos.

Hoy no quiero entrar en el debate antisemita que se ha desarrollado durante semanas. Pero me gustaría solicitarles a los voceros que fueran más mesurados. Sus exhortaciones no solo son registradas por otros intelectuales, sino que se filtran a través de los medios de comunicación en grupos que se sienten así confirmados en su rechazo a Israel y en última instancia en su antisemitismo.

Y en vez de invertir tanta energía en ese debate, deberíamos reflexionar más sobre cómo podemos luchar en forma sustentable contra el antisemitismo, el extremismo de derecha y el racismo.

Después de los asesinatos del Bósforo, el asesinato de Walter Lübcke, los ataques de Halle y Hanau y los incidentes de la extrema derecha en la Bundeswehr y la policía, no se necesitan más evidencias de las anomalías sociales de este país.

Y como este año estamos celebrando el 75º aniversario de la Liberación, quiero aprovechar la oportunidad para dejar que hablen los sobrevivientes.  

En 2009, los entonces presidentes de los Comités Internacionales de Prisioneros de los campos de concentración alemanes publicaron un texto, que nos dejaron como legado a todos nosotros. Dice así:

“Después de nuestra liberación, prometimos construir un nuevo mundo de paz y libertad: nos comprometimos a impedir que se repitieran esos crímenes atroces. (...) Justamente por este motivo nos duele y nos indigna descubrir que el mundo ha aprendido muy poco de nuestra historia. (...) Los últimos testigos oculares apelan a Alemania (...). Les pedimos a los jóvenes que continúen nuestra lucha contra la ideología nazi y por un mundo justo, pacífico y tolerante (...)”.

Todos queremos vivir en un país tolerante y justo. Debemos actuar juntos para que esto suceda. Hoy, 70 años después de la fundación del Consejo Central de Judíos de Alemania, la comunidad judía mira las décadas pasadas con orgullo. Recientemente, hemos abierto y ampliado escuelas judías en Düsseldorf, Múnich y Fráncfort. En Constanza, Coblenza y Dessau se construyeron y se siguen construyendo nuevas sinagogas.

Hoy, 75 años después de la Shoá, la comunidad judía está nuevamente dispuesta a dar un salto de fe y confiar en Alemania, su hogar.

¡Es del máximo interés de todos que esta confianza no se vea traicionada!

Editorial remarks

Traducción: Silvia Kot.