El judaísmo ortodoxo y la Iglesia Católica celebran un nuevo hito en las relaciones católico-judías

Un acontecimiento altamente significativo en la historia de las relaciones católico-judías, así como de las relaciones intrajudías, tuvo lugar el 30 de agosto pasado. Los principales representantes de las tres organizaciones más importantes del judaísmo ortodoxo de Europa, Israel y los Estados Unidos le presentaron al Papa Francisco un memorable documento titulado “Entre Jerusalén y Roma”.

La importancia de este documento reside en que es el primero de este tipo que cuenta con un consenso unánime de la ortodoxia judía internacional. El documento evalúa y propone compromisos conjuntos basados en un diálogo que comenzó hace 52 años con la publicación del documento del Concilio Vaticano II Nostra Aetate. Expresa un profundo aprecio por la manera en que la Iglesia Católica y los sucesivos papados de los siglos XX y XXI – particularmente los de Juan Pablo II y Francisco – han actuado para implementar una revolución positiva en la enseñanza de la Iglesia referente a los judíos, al judaísmo y a Israel, basada en los principios del trascendental documento del Concilio Vaticano II.

Las delegaciones estaban compuestas del siguiente modo: del Gran Rabinato de Israel, el rabino Ratzon Arousi y el rabino David Rosen, más los directores generales anterior y actual del Gran Rabinato, Oded Wiener y Moshe Dagan; de los Estados Unidos, el rabino Marc Dratch, presidente del Consejo Rabínico de los Estados Unidos y el profesor David Berger; y de la Conferencia de Rabinos Europeos, los grandes rabinos de Moscú, Roma, Viena, Bruselas y Ucrania: Pinhas Goldschmidt, Riccardo Di Segni (vicepresidente de la Conferencia), Aryeh Folger, Albert Guigui, Avihal Apel y Yaacov Bleich.

El rabino David Rosen, director internacional de relaciones interreligiosas del AJC (American Jewish Committee) y miembro del comité original bilateral Vaticano-Israel que llevó a establecer relaciones diplomáticas entre ambos Estados 23 años atrás, es también consejero de asuntos interreligiosos en el Gran Rabinato de Israel y presidente internacional de Religions for Peace. Después de declarar que estamos viviendo una “Edad de Oro de las relaciones católico-judías”, señaló que “por milagroso que sea el mensaje de la delegación en sí mismo, lograr que las tres organizaciones judías ortodoxas se pongan de acuerdo en este enfoque y acepten un texto común es un milagro aún más grande”.

En realidad, originalmente se pensó publicar el texto en ocasión del 50º aniversario de Nostra Aetate, pero llevó casi 2 años de deliberaciones internas lograr un consenso total. Luego hubo una demora de seis meses del Vaticano hasta que se finalmente se pudo llevar a cabo esta importante reunión.

El embajador de Israel ante la Santa Sede, Oren David, elogió “la rapidez y la eficiencia con las que finalmente se organizó este evento, solo pocos días después de que el Vaticano hiciera la convocatoria y los representantes judíos llegaran de inmediato desde tres continentes”. Consideró destacables “tanto el contenido del documento rabínico como el de la respuesta del Papa Francisco”.

Puede decirse que el diálogo muy especial entre estas dos religiones fraternales comenzó oficialmente en 1947 en la famosa reunión de Suiza de la “Conferencia Internacional de Emergencia sobre Antisemitismo” del Consejo Internacional de Cristianos y Judíos (ICCJ).

Allí, bajo la dirección del historiador Jules Isaac – que más tarde se reunió con el Papa Juan XXIII para presentarle sus notas sobre las trágicas consecuencias de la “enseñanza del desprecio” por parte de la Iglesia –, los líderes cristianos y judíos más importantes adoptaron 10 puntos básicos para inaugurar un nuevo abordaje de las relaciones judeo-cristianas, tendiente a desterrar todo antisemitismo basado en estereotipos teológicos negativos.

En diciembre de 2015, siete décadas más tarde, en la Sala de Prensa de la Santa Sede, la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con los Judíos celebró el 50º aniversario de Nostra Aetate con la presentación de un nuevo documento titulado “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rm 11, 29.) El documento fue recibido con una gran atención en el mundo judío, pero aún más sorprendente fue otro documento presentado por el rabino David Rosen en la misma conferencia de prensa del Vaticano, a la que había sido invitado como uno de los dos representantes judíos para brindar una respuesta (el otro fue el profesor Edward Kessler, fundador y director del Instituto Woolf de la Universidad de Cambridge).

En la crónica del Vatican Insider de esa conferencia de prensa, publicada los días 13 y 14 de diciembre, en inglés y en italiano respectivamente, escribí: El rabino Rosen presentó una “Declaración rabínica ortodoxa sobre el cristianismo”, emitida hace una semana y firmada por 48 “rabinos ortodoxos que dirigen comunidades, instituciones y seminarios en Israel, Estados Unidos y Europa”. Entre las firmas figuran nombres distinguidos y muy autoritativos. Después de enumerar varias declaraciones rabínicas históricas que valoran las enseñanzas de Jesús, señala: “Ahora que la Iglesia Católica ha reconocido la Alianza eterna entre D’s e Israel, nosotros los judíos podemos reconocer la actual validez constructiva del cristianismo como nuestro socio en la redención del mundo, sin ningún temor de que esto sea explotado con fines misioneros. Como declaró la Comisión Bilateral con la Santa Sede del Gran Rabinato de Israel bajo la dirección del rabino Shear Yashuv Cohen, ‘Ya no somos enemigos, sino compañeros inequívocos en la articulación de valores morales fundamentales para la supervivencia y el bienestar de la humanidad’. Ninguno de nosotros puede cumplir solo la misión de D’s en este mundo”.

En el mundo más amplio de los judíos ortodoxos, este documento provocó distintas reacciones, en las que hubo reservas y dudas. El rabino Rosen señaló que los obstáculos que ponían muchos judíos para involucrarse en el diálogo se debían a razones históricas más que teológicas. Rosen recordó que ya en el año 2000, un documento concerniente a las nuevas relaciones entre el cristianismo y el judaísmo, “Dabru Emet” (“Decid la verdad”), había sido firmado por más de 220 rabinos e intelectuales de todas las ramas del judaísmo, pero los ortodoxos siempre habían sido la minoría y no pudieron llegar a un acuerdo total hasta el presente.

Después de muchas discusiones intrajudías, dos años más tarde, se publica un documento de la ortodoxia judía, esta vez realmente representativo. El primer borrador, que se planeaba publicar en 2015 pero no contaba con el necesario consenso, se debatió y se refinó, incorporando puntos que se consideraban importantes pero faltaban en la versión anterior. El texto incorpora dentro de un contexto más amplio algunas declaraciones contenidas en el documento presentado por el rabino Rosen en 2015.

El obispo Ambrogio Spreafico, presidente de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo de la Conferencia Episcopal Italiana afirma que la importancia de este documento judío reside en su naturaleza “oficial”, como una declaración unificada de las tres grandes organizaciones ortodoxas judías de Israel, Europa y Estados Unidos.

En una entrevista publicada por Avvenire, señaló que si bien las comunidades ortodoxas representan solo a alrededor del 10% de los judíos de los Estados Unidos (la comunidad de diáspora más numerosa del mundo) y son una minoría en el judaísmo de los países europeos e incluso en Israel, los comités centrales de las comunidades judías nacionales reconocidas de Europa están dirigidas en su mayoría por rabinos ortodoxos, mientras que en Israel, los rabinos ortodoxos son los únicos que tienen autoridad sobre las leyes judías referentes al matrimonio, al divorcio, etc.

Los movimientos conservadores, liberales, reformistas y reconstruccionistas, junto con los judíos humanistas o “seculares”, han sido históricamente los pioneros y más fervientes defensores de las relaciones interreligiosas, por creer en la necesidad del diálogo para un mejor entendimiento mutuo y para lograr un futuro de coexistencia más pacífica. Los judíos ortodoxos, por su parte, han sido más cautos, quizá por estar más marcados por el trauma de experiencias pasadas negativas. Seguían sospechando que el compromiso cristiano sería usado para intentar convertir a los judíos y acusaban a los  judíos que participaban de ser demasiado ingenuos y crédulos. Basaban su desconfianza en la larga historia de antisemitismo teológico, conversiones forzadas y “disputas” teológicas desiguales en las que la vencedora predeterminada siempre era la Iglesia.

Los judíos ortodoxos han participado durante muchos años junto con otras organizaciones judías mundiales en el diálogo oficial con el Vaticano, primero con los auspicios del Comité de Enlace Católico-Judío, y luego en las comisiones bilaterales del Gran Rabinato Israelí y la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con los Judíos, pero siempre impusieron un veto para el diálogo “teológico”. Sin embargo, como la definición de “teológico” es un concepto bastante nebuloso, en reuniones anuales se han analizado temas de interés común para ambas religiones (como la ecología, el desarrollo sustentable, la familia, la justicia, la paz, el significado religioso de la Tierra de Israel, etc., temas que podrían categorizarse como “teológicos” y sociales) y se ha llegado a coordinar una acción conjunta. Ambos lados han destacado que la conciencia de nuestras diferentes identidades religiosas favorece, y no impide, un diálogo productivo.

En su discurso frente a la delegación judía ortodoxa, Francisco reconoció que “la declaración ‘Entre Jerusalén y Roma’ no esconde … las diferencias teológicas que existen entre nuestras tradiciones religiosas. Aun así, expresa la firme voluntad de colaborar más estrechamente, hoy y en el futuro”.

“Entre Roma y Jerusalén” señala que “a pesar de las diferencias teológicas irreconciliables, nosotros los judíos consideramos a los católicos como nuestros socios, estrechos aliados, amigos y hermanos en nuestra búsqueda común de un mundo mejor, bendecido con paz, justicia social y seguridad.

“Conscientes del hecho de que no hay un conocimiento suficientemente amplio en nuestras respectivas comunidades del cambio trascendental que tuvo lugar en la relación entre católicos y judíos; y a la luz de… una visión compartida de una sociedad justa y ética; declaramos: No somos enemigos, sino compañeros inequívocos en la articulación de los valores morales esenciales para la supervivencia y el bienestar de la sociedad humana”.

El documento exhorta a buscar “la colaboración de la comunidad católica en particular, y otras comunidades religiosas en general, para asegurar un futuro de libertad religiosa… conscientes del peligro muy real que enfrentan muchos cristianos en el Medio Oriente y en otras partes donde son perseguidos y amenazados por la violencia y la muerte en manos de quienes invocan el Nombre de Dios en vano a través de la violencia y el terror.”

“Entre Jerusalén y Roma” alaba las notables contribuciones a la reconciliación de Nostra Aetate, como la referencia a la divina elección de Israel como un “ ‘don de Dios’ que no será revocado”, la declaración de que “ ‘no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos’, y la enérgica crítica a ‘los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos’, como un deber religioso”.

Se elogian las declaraciones papales tendientes a combatir el antisemitismo, como la repetida afirmación de Juan Pablo II de que el antisemitismo es “un pecado contra Dios y la humanidad” y la admonición del Papa Francisco en el sentido de que “…un ataque abierto contra el Estado de Israel también es antisemitismo. Pueden existir discrepancias políticas entre gobiernos y sobre cuestiones políticas, pero el Estado de Israel tiene todo el derecho de existir en seguridad y prosperidad”.

Francisco concluyó el encuentro con cálidas bendiciones y buenos deseos para el Año Nuevo judío que comenzaba. “Shanah tovah!”, exclamó en hebreo. “Que pueda el Eterno bendecir e iluminar nuestra colaboración para que juntos podamos acoger y ejecutar cada vez mejor sus proyectos, proyectos de paz y no de desgracia”, para “un porvenir de esperanza” (Jr 29, 11)… “Quisiera, finalmente, invocar con ustedes y sobre todos la bendición del Altísimo sobre el camino común de amistad y confianza que nos espera. Que en su misericordia, el Omnipotente nos conceda a nosotros y al mundo entero su paz. Shalom alechem!”

Editorial remarks

* Representante en Italia y ante la Santa Sede del AJC (American Jewish Committee). Publicado en inglés en: Vatican Insider, 02/09/2017.

Traducción del inglés: Silvia Kot.