Cuando, a finales de la década de 1980, comencé mi investigación sobre la historia arquitectónica del campo de exterminio de Auschwitz, el 27 de enero no estaba marcado en ningún calendario oficial como día especial de conmemoración.
Desde entonces, como historiador que se ha centrado en la historia del Holocausto en general y en la historia de Auschwitz en particular, y que ha organizado con algunos colaboradores la exposición sobre Auschwitz que se exhibe ahora en Toronto, he visto cambios en la manera en que se recuerda y conmemora públicamente el Holocausto en general, y Auschwitz en particular.
El 27 de enero se celebra anualmente el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberó a unos 7000 prisioneros que quedaban en Auschwitz, situado en el centro-sur de Polonia. ¿Cómo se eligió esta fecha y qué cuestiones o reflexiones puede suscitar?
Polonia
Con un millón cien mil víctimas asesinadas -de las cuales un millón eran judíos-, Auschwitz fue el más mortífero de los campos de exterminio alemanes. A mediados de la década de 1970 ya se había convertido en un poderoso símbolo del Holocausto.
Sin embargo, durante la Guerra Fría, las naciones europeas conmemoraban a los muertos de la Segunda Guerra Mundial en fechas que eran aniversarios del final de la guerra. En Polonia, país profundamente católico, las conmemoraciones de las víctimas de la guerra se celebraban el Día de Todos los Santos o, desde 1955, el domingo más próximo a los idus de abril, no el 27 de enero.
A principios de la década de 1990, el gobierno polaco encabezado por el presidente Lech Walesa decidió convertir el 50° aniversario de la llegada del Ejército Rojo liberador a las puertas de Auschwitz en una gran conmemoración internacional en 1995.
Diecisiete jefes de Estado, entre ellos el presidente de la República Federal de Alemania, Roman Herzog, asistieron a la ceremonia el 27 de enero de 1995. Fue, en cierto sentido, un “coming-out” de la ahora firmemente democrática República Polaca. En aquel momento, Varsovia aspiraba a ingresar en la OTAN y en la UE, que se había establecido formalmente mediante el Tratado de Maastricht dos años antes.
En la conmemoración de 1995, los judíos fueron prácticamente invisibles; de hecho, Walesa olvidó mencionar a los judíos en su discurso.
Fechas en el calendario hebreo
Entre los judíos, principalmente en Norteamérica e Israel, las conmemoraciones del Holocausto suelen asociarse a tres fechas del calendario hebreo (lunar):
1. El noveno día del mes judío de Av: desde tiempos inmemoriales, los judíos conmemoran en este día la destrucción del Primer Templo (en 586 a.e.c.) y la destrucción del Segundo Templo (en 70 e.c.).
2. El décimo día del mes judío de Tevet: en este día, el rey Nabucodonosor II comenzó el asedio de Jerusalén que llevaría a la destrucción del Primer Templo. Tradicionalmente, ese día los judíos rezan la oración de difuntos por los familiares cuya fecha de fallecimiento se desconoce. Dado que la fecha de la muerte de la mayoría de los judíos asesinados en el Holocausto es, en efecto, desconocida, el 10 de Tevet se convirtió en una fecha muy importante en Israel para conmemorar el Holocausto.
3. El 27 del mes judío de Nisán: este día de abril, establecido en 1953 como Yom HaShoah (Día de la Shoah) por el gobierno israelí, coincide con el Levantamiento del Gueto de Varsovia, que es un motivo de gran orgullo para los judíos. Así, Yom HaShoah pretendía conmemorar no sólo la profundidad de la catástrofe, sino al mismo tiempo uno de los pocos puntos de luz dentro del Holocausto.
En la sociedad estadounidense, surgió en la década de 1980 la costumbre de realizar un día conmemorativo del Holocausto en el período que va desde el domingo anterior a Yom HaShoah hasta el domingo siguiente a Yom HaShoah, creando un claro vínculo con la práctica judía. En Canadá, los judíos se movilizaron para introducir días provinciales de conmemoración, insistiendo en que siguieran la práctica judía y se celebraran en Yom HaShoah.
Alemania
Algunos meses después de la conmemoración polaca de 1995, los líderes de las naciones aliadas y de Alemania se reunieron en Berlín el 8 de mayo de 1995 para celebrar el 50° aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. El presidente alemán Herzog señaló que, aunque muchos alemanes seguían recordando el 8 de mayo como un día de derrota, en realidad ese día había abierto una puerta a un futuro de paz y cooperación en Europa.
Sin embargo, algunos alemanes creían que ya era hora de dar vuelta la página y dejar de hablar de los nazis, la guerra y el Holocausto.
Herzog decidió que había que hacer algo para obligar a los alemanes a seguir hablando del pasado nazi y para acallar a los revisionistas que insistían en el victimismo alemán. Proclamó el 27 de enero Día de Conmemoración de las Víctimas del Nacionalsocialismo. Fue una medida políticamente astuta. Sabía que, en cualquier discusión sobre el significado del Tercer Reich, el nombre de “Auschwitz” era la carta de triunfo definitiva, imbatible.
Suecia, UK, UE, ONU
En 1998, el primer ministro sueco, Göran Persson, declaró el 27 de enero día oficial de la Memoria del Holocausto. Esta medida sentó las bases de una iniciativa educativa intergubernamental más amplia dirigida por Suecia, con el objetivo de combatir el creciente antisemitismo.
En apoyo de este proyecto, que llevó a la Declaración de Estocolmo y a la creación de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), los gobiernos británico e italiano adoptaron el 27 de enero como día de conmemoración en 1999 y 2000.
Pocos años después, la República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia -además de Malta y Chipre- ingresaron en la UE. Hasta entonces, la UE estaba formada por países que, o bien habían sido democracias liberales estables desde 1945, o bien se habían convertido en tales en la década de 1970.
La mayoría de los nuevos miembros habían sido gobernados por el comunismo. Había nerviosismo por el bagaje que traerían, especialmente por la persistencia del antisemitismo. El 27 de enero de 2005, el Parlamento Europeo pidió al Consejo Europeo, a la Comisión y a los Estados miembros que declararan el 27 de enero Día Europeo de Conmemoración del Holocausto, que se celebraría en toda la UE.
Los efectos fueron profundos: Aleida Assmann, destacada historiadora de la memoria colectiva, observó que la importancia paneuropea del día de conmemoración del 27 de enero desde 2005 confirmaba el Holocausto como un “europäischer Gründungsmythos”, un relato fundacional europeo común.
Más tarde, en 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 27 de enero Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. La resolución que estableció la fecha invocaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos y reafirmaba “que el Holocausto, que resultó en el asesinato de un tercio del pueblo judío, junto con incontables miembros de otras minorías, será para siempre una advertencia para todos los pueblos sobre los peligros del odio, la intolerancia, el racismo y los prejuicios”.
¿Qué pensar del 27 de enero?
Aunque estoy profundamente involucrado en el estudio de la historia de Auschwitz y profundamente comprometido con la conmemoración tanto del Holocausto en general como de Auschwitz en particular, si me viera obligado a elegir, tengo una clara preferencia por Yom HaShoah frente al 27 de enero.
El 27 de enero como día de conmemoración surgió de iniciativas tomadas por no judíos al más alto nivel político, sin consultar demasiado a los judíos.
Algunos de mis amigos sobrevivientes de Auschwitz, ya fallecidos, me dijeron que la fecha del 27 de enero debería ser anulada, ya que no tiene ningún o muy poco significado para los judíos, y ciertamente no tenía ningún significado para ellos como sobrevivientes de Auschwitz, porque los habían sacado de Auschwitz en una marcha de la muerte antes de la llegada del Ejército Rojo.
Sin embargo, ahora existe, y es mejor trabajar con ella. Todas las buenas razones por las que Auschwitz se convirtió en un símbolo del Holocausto siguen siendo válidas, especialmente el hecho de que vincula una serie muy compleja de acontecimientos a un lugar real que todo el mundo puede visitar.
Pero me gustaría invitar a todos los que se reúnen el 27 de enero para recordar el Holocausto a que consideren también sus orígenes profundamente políticos. Y espero que decidan asistir también a un acto similar unos meses más tarde, en Yom HaShoah.