75 años después de Seelisberg: definir antisemitismo

Esta nota forma parte de una serie de reflexiones iniciada por el ICCJ en ocasión del 75° aniversario de la Conferencia de Seelisberg (30 de julio al 5 de agosto de 1947), conocida por sus “Diez Puntos” y que marcó también la fundación del ICCJ.

La Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (International Holocaust Remembrance Alliance: IHRA) les pide a las Iglesias cristianas que respalden su definición práctica de antisemitismo: “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”[1] Esta definición de trabajo no explica ni analiza las raíces de esas percepciones, pero ofrece ejemplos de su manifestación, sobre todo, contra el “Estado de Israel, concebido como una colectividad judía”. Es una definición elaborada por “responsables políticos, académicos, educadores y profesionales de los museos”: se ocupa sobre todo del antisemitismo relacionado con Israel y es reticente en cuanto a las raíces teológicas y las manifestaciones del antijudaísmo.

¿Ofrece la definición de la IHRA una mejor definición y más herramientas para las Iglesias nacionales e internacionales en la lucha contra el antisemitismo que los “Diez Puntos de Seelisberg”, que se escribieron en 1946?[2] En Seelisberg, se reunieron personas (mayormente, hombres) de fe para definir y combatir el antisemitismo. Tenían un profundo conocimiento de las tradiciones religiosas judías y cristianas, y decidieron crear un marco teológico para dirigirse a las Iglesias e involucrarlas. Seelisberg fue anunciada como una “Conferencia de emergencia sobre el antisemitismo”, y sus “Diez Puntos” enumeran las principales doctrinas e interpretaciones bíblicas antijudías, como la jerarquización del Dios del Nuevo Testamento por sobre el Dios del Antiguo Testamento, la falsa yuxtaposición del mandamiento del amor al prójimo contra la ley del talión del ojo por ojo, el deliberado ocultamiento de la judeidad de Jesús y los apóstoles, así como muchos de los conflictos que figuran en el Nuevo Testamento. La enseñanza del desprecio, como resumió adecuadamente Jules Isaac, uno de los principales autores de Seelisberg, esa tradición de interpretaciones distorsionadas, creó y mantuvo las percepciones negativas sobre los judíos.[3] Sin el marco bíblico y teológico, no se pueden explicar los orígenes de las percepciones contemporáneas equivocadas sobre los judíos y el judaísmo. Pero la falta de competencia teológica y la incomodidad de los académicos seculares con la religión crean una tendencia a destacar la ruptura y la discontinuidad entre la ideología moderna del antisemitismo político racista y su predecesor “religioso” medieval. La secularización es entendida como una característica de la modernidad, que arroja a la religión a la (pre)historia. Pero esto es un error, ya que la religión sigue siendo central para enmarcar y combatir el antisemitismo moderno, incluido el antisemitismo relacionado con Israel.

El antisemitismo es más que un prejuicio racial y religioso, y en esencia, diferente a él. No puede remediarse sólo con apelaciones a una mayor tolerancia, a una mayor diversidad o a la inclusión. Es un “pecado contra Dios y la humanidad” en el sentido profundo de este concepto teológico.  Cuando el Consejo Mundial de Iglesias (World Council of Churches: WCC) señaló en su documento fundacional de Ámsterdam en 1948, que el antisemitismo es un “pecado”,  “irreconciliable con la profesión y la práctica de la fe cristiana”, quizá no estaba preparado para aceptar todas las implicancias de esa declaración.[4] Como “pecado” y “herejía”, el antisemitismo llega al núcleo de la verdad teológica, porque apunta a una distorsión fundamental de la imagen de Dios y del Ser. Theodor W. Adorno, utilizando el lenguaje de Freud y del psicoanálisis, explica la perversión de la creencia cristiana en la expiación sustitutiva en sus Elementos del antisemitismo:

“En la imagen del judío que los nacionalistas raciales sostienen ante el mundo, expresan su propia esencia. Su anhelo es la propiedad exclusiva, la apropiación, el poder ilimitado y a cualquier precio. Clavan en la cruz al judío, cargado con la culpa de su verdugo, burlado como su Señor, repitiendo sin cesar un sacrificio en cuyo poder son incapaces de creer”[5]

Los judíos no solo se convierten en ídolos de la enemistad, sino en sacrificios redentores, cuyo sufrimiento expía la deficiencia y la incredulidad. Como en un espejo invertido, la imagen distorsionada del judío refleja al espectador en un estado renovado, redimido y purificado. Su aflicción paga el salario del pecado de un mundo caído. Esta es la definición misma del pecado, caracterizado como el estado de volverse hacia uno mismo, incurvatus in se, que define la incapacidad de amar a Dios y al prójimo. Es también la definición misma de la herejía, ya que los judíos son convertidos en sacrificios redentores cuyo sufrimiento promete falsamente la creación de la unidad nacional, el establecimiento de la justicia social y la protección de la paz mundial (como lo dijo Adolf Hitler en su famoso discurso ante el Reichstag el 30 de enero de 1939).

El antisionismo sufre de idolatría cuando hace asumir al Estado judío los pecados del racismo y del colonialismo. La caracterización de Israel como un estado colonialista o de apartheid unifica a los miembros de las Iglesias blancas principales del Norte global con los cristianos del Sur global. Los representantes de las Iglesias blancas privilegiadas establecen sus credenciales anticolonialistas y antirracistas sin tener que hacer el duro trabajo de responder por su propia complicidad institucional y nacional en las misiones coloniales. Para los representantes de las Iglesias del Sur global de BIPOC (Nota de redacción: Black, Indigenous and People of Color), el antisionismo proporciona un enemigo concreto y “soluciones” claras en medio de un sentimiento de impotencia frente a las fuerzas sistémicas del racismo y el colonialismo. El ídolo sustituye el compromiso activo con la realidad multidimensional de la opresión y la injusticia que caracterizan al mundo en el que vivimos. El pecado acecha en el daño causado a los israelíes y a los judíos de la diáspora, así como en la autoimagen distorsionada de lo que significa ser y actuar como cristiano en el mundo.

Desde ese punto de vista, es imposible luchar contra el antisemitismo sin una reflexión y un análisis teológicos y políticos sobre uno mismo. El poder del odio a los judíos no deriva principalmente del error y de la representación distorsionada del Otro judío, sino de la deformación en el yo que genera continuamente nuevas proyecciones. Como ídolo de la enemistad, la percepción de los judíos es siempre cambiante, pero une siempre campos políticos dispares y pasa por alto contradicciones ideológicas en el deseo de redención.

 

[1] https://www.holocaustremembrance.com/es/resources/working-definitions-charters/definicion-del-antisemitismo-de-la-alianza-internacional
[2] The International Council of Christians and Jews, Reports and Recommendations of the Emergency Conference on Anti-Semitism (Ginebra, 1947).
[3] Jules Isaac, The Teaching of Contempt: The Christian Roots of Anti-Semitism (New York: Holt, Rinehart and Winston) 1964. (Las raíces cristianas del antisemitismo: la enseñanza del desprecio, Paidós, 1966).
[4]https://www.oikoumene.org/news/wcc-reiterates-standpoints-against-antisemitism
[5] Theodor Adorno, Max Horkheimer, Dialectic of Enlightenment: Philosophical Fragments, edited Gunzelin Schmid Noerr (Stanford: Stanford University Press, 2002), 137-138. (Dialéctica de la Ilustración, Fragmentos filosóficos, Editorial Trotta, 2018).

Editorial remarks

Katharina von Kellenbach (Alemania) es coordinadora del proyecto de Bildstörungen en la Evangelische Akademie zu Berlin, fundada por el Comisionado del Gobierno Federal para la Vida Judía en Alemania y la Lucha contra el Antisemitismo. Expresidenta de la cátedra Corcoran de Relaciones Cristiano-Judías del Boston College y profesora emérita de Estudios Religiosos en el St. Mary’s College of Maryland.
Traducción: Silvia Kot.